110 años sin san Pio X, el Papa de la Eucaristía que estimuló el estudio del Catecismo
Presenció cómo el mundo se sumía en la Primera Guerra Mundial, lo que le hizo 'morir de pena' un 20 de agosto de 1914, tres semanas antes del inicio del conflicto
La noche del 20 al 21 de agosto de 1914 falleció Pío X en Roma, marcando el final de una misión pontificia que no fue fácil. Este Papa, nacido como Giuseppe Sarto en una familia humilde del Véneto, afrontó retos en su pontificado. Fue el primer Papa después de la disolución de los Estados Pontificios y vivió el comienzo de la Primera Guerra Mundial, un período de profunda agitación global. Su vida y misión se desarrollaron en una época crítica para la Iglesia, donde tuvo que defender con firmeza la tradición católica ante las nuevas corrientes emergentes.
Debido a su origen humilde, necesitó de la generosidad de otros para poder ingresar al seminario. Disfrutó intensamente de su labor como cura rural, y a lo largo de su vida, el contacto cercano con los fieles fue siempre esencial para él, incluso cuando asumió los roles de Patriarca de Venecia y, posteriormente, Papa. Aunque se dedicó al estudio de la teología con gran fervor, su enfoque nunca fue exclusivo en esta área; sus funciones se mantuvieron centradas en el cuidado pastoral. Como lo describió el Papa Francisco, Pío X fue «un Papa dócil y fuerte, humilde y claro. Un Papa que enseñó a toda la Iglesia que sin la Eucaristía y sin la asimilación de las verdades reveladas, la fe personal se debilita y se pierde».
Catecismo para combatir el modernismo
Pío X es particularmente recordado por su firme oposición al modernismo, un movimiento que intentaba adaptar la doctrina cristiana a las teorías científicas y filosóficas de su tiempo. En su encíclica Pascendi Dominici Gregis y el decreto Lamentabili Sine Exitu, condenó explícitamente 65 proposiciones que consideraba subversivas para la fe. El Papa calificó al 'modernismo' como la «síntesis de todas las herejías», afirmando que estas ideas socavaban el dogma tradicional al intentar acomodar la fe a los avances científicos y sociales, lo que él veía como una amenaza a la integridad del cristianismo.
En una audiencia general en 2010, el Papa Benedicto XVI subrayó la importancia de la intervención de este santo, destacando que «san Pío X, ante algunas tendencias que se manifestaron en el ámbito teológico al final del siglo XIX y a comienzos del siglo XX, intervino con decisión, condenando el modernismo». Pío X no solo buscaba preservar la pureza de la Revelación divina, sino también defender a los fieles de interpretaciones que podrían desfigurar la tradición de la Iglesia: «Si alguno dijere que la Revelación divina no puede hacerse creíble por signos exteriores, y que, en consecuencia, sólo por la experiencia individual o por una inspiración privada deben ser movidos los hombres a la fe, sea excomulgado», afirmó en la encíclica.
San Pío X observó como las nuevas corrientes de su tiempo consideraban que la moral de la Iglesia no podía «conciliarse con el progreso moderno» y que, para lograr una armonía entre el catolicismo y la ciencia, la fe debía transformarse en un «cristianismo no dogmático, es decir, en protestantismo amplio y liberal», como explicó el Pontífice en Lamentabili Sine Exitu. Esta postura proponía adaptar la doctrina y moral católica a las necesidades y expectativas contemporáneas. Además añadió que «si la Iglesia condena a alguno de ellos, no sólo se aúnan para alabarle en público y por todos medios, sino que llegan a tributarle casi la veneración de mártir de la verdad».
Con un enfoque claro en la reforma integral, resumida en su lema Instaurare omnia in Christo («Renovarlo todo en Cristo»), su compromiso con esta misión se reflejó en la reorganización de la Curia romana y en la preparación del Código de Derecho Canónico, que fue promulgado por su sucesor. Además, abordó la necesidad de una sólida formación doctrinal del pueblo de Dios. Elaboró un catecismo accesible y claro, destinado a unificar la enseñanza cristiana y adaptarse a las necesidades de una época marcada por la emigración y la diversidad de contextos. Este esfuerzo educativo fue parte de su lucha contra el modernismo, al buscar mantener una doctrina coherente y sólida frente a las corrientes que proponían una adaptación de la fe a las ideas contemporáneas.
Devoción por la Eucaristía
Otra de sus reformas importantes fue la modificación del proceso de elección papal para evitar la influencia externa en los cónclaves. Según cuenta para Rome Reports el padre Bernard Ardura, presidente del Pontificio Comité de las Ciencias Históricas, «fue la última vez que un poder laico intervino en la elección de un Papa. El año después san Pío X suprimió esta posibilidad bajo excomunión de quién interviniera no siendo cardenal».
San Pío X también implementó cambios significativos en la recepción de los sacramentos, estableciendo que los niños recibieran la primera comunión a la edad de 7 años, antes de la confirmación, «cuando el niño comienza a tener uso de razón», como él mismo expresó. Esta práctica era inusual en una época en que los fieles comulgaban con muy poca frecuencia: «Cuando Jesucristo nos manda pedir en la oración dominical nuestro pan de cada día, hay que entender esto, como casi todos los Padres de la Iglesia lo enseñan, no tanto el pan material, alimento del cuerpo, cuanto el pan eucarístico que debe ser consumido cada día», subrayó en su decreto Sacra Tridentina Synodus.
Durante sus once años de pontificado, Pío X realizó numerosas reformas, sin prever que sus últimos meses estarían marcados por la inminencia de un conflicto mundial. Según el padre Bernard Ardura, «se puede decir que el Papa 'muere de pena' en la noche entre el 20 y el 21 de agosto de 1914. Tres semanas después comienza la Primera Guerra Mundial. Él ya sabía que sería una masacre».
Su pontificado, que duró desde 1903 hasta 1914, dejó una profunda huella en la Iglesia. Fue beatificado en 1951 y canonizado en 1954, cuarenta años después de su fallecimiento.