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13 de septiembre de 2024

Vista general de la plaza de San Pedro del Vaticano completamente vacía durante la pandemia

Vista general de la plaza de San Pedro del Vaticano completamente vacía durante la pandemiaEvandro Inetti/ZUMA Wire/dpa

Los cuatro santos que serán canonizados en lo que queda de 2024

El próximo 20 de octubre se celebrará en el Vaticano la canonización un español (y sus diez compañeros), dos italianos y una canadiense

La lista de santos de la Iglesia católica no para de engrosar, sobre todo en los catorce últimos años. En 2024, de momento, solo se ha celebrado una canonización, la de María Antonia de Paz y Figueroa, y desde 2022 el Dicasterio para las Causas de los Santos no había anunciado la llegada de nadie más a los altares. No obstante, de momento el papado actual es el que más canonizaciones ha celebrado desde finales del siglo XIX, bajo el gobierno de la Iglesia de León XIII.

En lo que va del Pontificado de Francisco ha habido 912 decretos de santidad. De todos ellos, 813 eran mártires de Otranto (Italia), siete fueron canonizados de forma equipolente –una forma extraordinaria en la que un siervo de Dios por mandato del Papa llega a santo sin pasar por todo el proceso ordinario– y otros cuatro han sido autorizados para ser canonizados fuera del Vaticano.

Para establecer una comparativa, durante el papado de san Juan Pablo II, se celebraron 482 canonizaciones y con Benedicto XVI, tan solo 45. Para cuando termine 2024, serán 926 santos los que habrá canonizado Francisco. Hay ya también dos reconocimientos de milagros firmados que elevan a los altares a otros dos beatos, Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, aunque todavía no se conoce cuando se celebrarán.

Una antigua litografía recoge el momento en que el beato Manuel Ruiz fue decapitado

Una antigua litografía recoge el momento en que el beato Manuel Ruiz fue decapitadoCustodia de Tierra Santa

Manuel Ruiz López y sus 10 compañeros

El burgalés Manuel Ruiz López fue destinado a Tierra Santa al poco tiempo de ordenarse sacerdote. Junto a otros 19 compañeros, desembarcó en en el puerto de Jaffa el 3 de agosto de 1831. Pronto se trasladó a Damasco para estudiar árabe, pero el padre franciscano enfermó y tuvo que ser enviado de vuelta a Europa. Pasó unos años entre Italia y España, pero 1856 tomó la decisión de volver a Siria.

La situación había cambiado mucho en su ausencia. Los cristianos eran violentamente perseguidos. Incluso, en 1860 muchas aldeas maronitas fueron destruidas y toda su población, asesinada. Ese mismo año, la ola de represión contra la Iglesia llegó hasta Damasco. El 9 de julio de 1860 el barrio cristiano fue asaltado por los drusos y muchos de los treinta mil cristianos que allí vivían fueron degollados. Los franciscanos se negaron a abandonar al pueblo y a refugiarse en la casa del gobernador turco.

Junto a Ruiz, se encontraban otros siete religiosos (todos españoles menos uno). Todos ellos fueron asesinados junto a otros vecinos del barrio. El padre Manuel, que había ido a la iglesia local a vaciar el sagrario, fue obligado a poner la cabeza sobre el altar y así fue decapitado. Doce días después de la masacre, los cristianos supervivientes recuperaron sus cuerpos.

Beata Elena Guerra

Beata Elena Guerra

Elena Guerra

Considerada la «abuela» de la Renovación Carismática, la monja italiana Elena Guerra dedicó toda su vida a la educación de niñas chinas y africanas. Sus esfuerzos los invirtió también en pedir a los cuatro Papas que conoció una mayor devoción al Espíritu Santo. Tanta era su devoción, que le puso su nombre a la orden que instauró en 1882: las Hermanas Oblatas del Espíritu Santo.

Guerra nació en Lucca, Italia, en 1835 en el seno de una familia católica y practicante. Desde pequeña se involucró en el servicio a los pobres, a los que asistió durante una epidemia de cólera en su ciudad natal y sobre los 20 años fundó tempranamente dos grupos para mujeres laicas, el Jardín de María y Amistades Espirituales. Estos se transformarían años después en las Hermanas de Santa Zita, dedicadas a educar a mujeres jóvenes. Una de sus alumnas fue santa Gema Galgani, conocida por sus estigmas.

Sus últimos siete años de vida los pasó apartada a la fuerza de la congregación que ella misma había fundado, que acabó convirtiéndose en las Hermanas Oblatas. Cuando Juan XXIII la beatificó en 1959 dijo de ella que era un «apóstol moderno del Espíritu Santo».

El fundador de los misioneros de la Consolata

El fundador de los misioneros de la Consolata

Giuseppe Allamano

El 20 de octubre también será proclamado santo el sacerdote italiano Giuseppe Allamano, fundador de los Misioneros de la Consolata. El día de su beatificación, Juan Pablo II le describió como «padre providente» y «formador y maestro del clero», en definitiva, un «sacerdote para el mundo», dijo entonces. Sin salir nunca de su diócesis, su legado está en todas las misiones repartidas por el mundo. «No habiendo podido ser misionero yo mismo, quiero que no se pongan trabas a las almas que desean seguir ese camino», dijo Allamano quien vio una falta entre todas las instituciones de caridad de la Iglesia y se dispuso a llenar ese hueco.

El 8 de mayo de 1902 partieron rumbo a Kenia los cuatro primeros enviados de la Consolata. Hoy son más de 906 en más de 30 países de África, América, Asia y Europa. Su gran sueño era conseguir un día anual para los misioneros y un año después de su muerte a los 75 años pudo verlo cumplido, cuando Pío XI instituyó la jornada mundial de las misiones.

Sor María Leonia murió el mismo día que aprobaron la orden que fundó

Sor María Leonia murió el mismo día que aprobaron la orden que fundó

Marie Léonie Paradis

Virginie Alodie Paradis nació en un pequeño pueblo cerca de Quebec en 1840. Era la única niña de entre los seis hijos de la familia y a pesar de su mala salud, entró a los catorce años en la rama femenina de la Congregación de la Santa Cruz. entonces, cambió su nombre secular por María de Santa Leonia. Inspirada por el Concilio Vaticano I, toda su carrera la dedicó a apoyar el ministerio de los sacerdotes, pero sobre todo destacó como profesora allí donde la enviaban.

Su sencillez y generosidad atrajeron la atención de muchas jóvenes y en 1880 decidió fundar el instituto de las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia, aunque no recibiría la aprobación definitiva de la obra hasta 1912. Sor María Leonia tenía 72 y el mismo día en que recibió la noticia, tras compartir la cena con sus hermanas, falleció en su cuarto mientras dormía.

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