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El Papa Francisco, portando un bastón, llega para su audiencia general semanal en la Plaza de San PedroAFP

Audiencia General

Francisco: «La fe nos libera del horror de tener que admitir que todo termina aquí»

El Pontífice recordó en la audiencia general que el próximo domingo, 20 de octubre, canonizará a 14 beatos, entre los cuales se cuentan siete españoles

El Santo Padre ha recordado en la catequesis de este miércoles, 16 de octubre, que el próximo domingo, día 20, siete españoles pasarán a engrosar la lista de los santos de la Iglesia. Durante el Pontificado de Francisco, se han emitido 912 decretos de santidad. Entre estos, 813 corresponden a los mártires de Otranto (Italia). Además, siete santos fueron canonizados por vía equipolente, un proceso excepcional en el que el Papa, mediante su autoridad, los declara santos sin seguir el proceso habitual. Otros cuatro recibieron autorización para ser canonizados fuera del Vaticano.

Ahora llega el turno de 7 españoles: el burgalés Manuel Ruíz, decapitado en Damasco, y sus seis compañeros que fueron martirizados durante la persecución de los cristianos en 1860, en Siria. Ruiz López fue enviado a Tierra Santa poco después de su ordenación. Junto con otros 19 franciscanos, llegó al puerto de Jaffa el 3 de agosto de 1831. Tras su llegada, se trasladó a Damasco para estudiar árabe, pero debido a una enfermedad tuvo que regresar a Europa, donde pasó varios años en Italia y España. En 1856, decidió regresar a Siria.

Una antigua litografía recoge el momento en que el beato Manuel Ruiz fue decapitadoCustodia de Tierra Santa

A su vuelta, la situación era mucho más peligrosa. Los cristianos sufrían persecuciones violentas, especialmente en 1860, cuando muchas aldeas maronitas fueron destruidas y sus habitantes masacrados. Ese mismo año, Damasco también fue escenario de una brutal represión contra los cristianos. El 9 de julio, los drusos atacaron el barrio cristiano, y muchos de sus 30.000 habitantes fueron asesinados.

Los franciscanos, entre ellos Manuel Ruiz, se negaron a huir y se quedaron para proteger a la comunidad. Manuel Ruiz y otros siete frailes, seis españoles, fueron asesinados junto a los vecinos. Manuel fue decapitado en la iglesia local, donde había ido a retirar el Santísimo del sagrario. Doce días después, los supervivientes lograron recuperar los cuerpos de las víctimas.

Una fe que libera

En la audiencia general de hoy, el Papa Francisco reflexionó sobre el papel del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y en la vida de cada cristiano, destacando que este «es Señor y dador de vida», como se proclama en el Credo. A lo largo de su catequesis, el Papa explicó cómo la Iglesia, en sus primeros siglos, no tenía una definición clara de la divinidad del Espíritu Santo hasta que las herejías obligaron a precisarla en el Concilio de Constantinopla en el año 381.

Uno de los puntos más significativos de la intervención del Papa fue cuando recordó que el Espíritu Santo no solo dio vida en la creación al transformar a Adán, «una estatua de barro», en un «ser viviente», sino que ahora, en la nueva creación, concede a los cristianos una vida nueva en Cristo. Subrayó que la fe en el Espíritu Santo es un antídoto contra el temor a la muerte y la desesperanza: «La fe nos libera del horror de tener que admitir que todo termina aquí».

El Santo Padre también mencionó las tensiones históricas entre Oriente y Occidente respecto al Filioque, que significa «y del hijo». La Iglesia latina añadió al Credo que el Espíritu Santo procede también «del Hijo», lo que generó tensiones con la Iglesia de Oriente, que solo reconocía la procedencia «del Padre».

Esta diferencia teológica fue una de las causas de división entre ambas tradiciones cristianas. Sin embargo, en el contexto actual de diálogo entre las dos Iglesias, esta disputa «ha perdido la dureza del pasado y permite esperar una plena aceptación mutua, como una de las principales 'diferencias reconciliadas'», añadió el Santo Padre.

Finalmente, el Papa invitó a los creyentes a cultivar y agradecer el don divino del Espíritu Santo que da sentido a la existencia más allá de la muerte, incluso por aquellos que «sin culpa propia, se ven privados de ella y no pueden dar sentido a la vida».