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Entrevista ex secretario personal de Benedicto XVI

Alfred Xuereb: «La renuncia de Benedicto XVI fue un acto de gran coraje y amor a la Iglesia»

El nuncio apostólico en Marruecos ha presentado en Madrid su libro 'Mis días con Benedicto XVI', sobre su tiempo como secretario personal del Papa alemán

Antes de anunciar su histórica abdicación al mundo, con aquel mensaje en latín ante el colegio de cardenales, Benedicto XVI llamó a su despacho a su secretario personal, por aquel entonces Alfred Xuereb, hoy nuncio apostólico en Marruecos; y le confesó la decisión que había tomado. El arzobispo maltés pensó entonces en hacerle recapacitar, pero recordó que hacía un tiempo que se quedaba rezando en silencio cuando el reloj daban las siete de la mañana, en vez de comenzar la misa puntual, como de normal habría hecho.

Esta y otras muchas historias vividas en primera persona junto a Ratzinger son las que incluye el diplomático en su libro Mis días con Benedicto XVI, que ha venido a presentar en su traducción al español. En esta entrevista, Xuereb repasa momentos tan decisivos en la Iglesia como la histórica renuncia y la relación entre los dos Papas.

El arzobispo, durante su entrevistaThorun Piñeiro

–¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?

–Desde el primer día que llegué al apartamento papal para comenzar mi nuevo servicio como segundo secretario, el Papa Benedicto me mostró inmediatamente su actitud paternal, dándome la bienvenida en mi nuevo papel y como nuevo miembro de la familia pontificia. Me hacía muchas preguntas sobre mi cultura, mi historia en Malta, y también sobre mis estudios y mi familia. Vivir con el Papa no es algo habitual. Fue una experiencia única. Me escuchaba muy complacido sobre lo que tenía que contarle, sobre nuestra cultura y especialmente sobre las tradiciones relacionadas con las festividades de Navidad y Pascua. Y luego, por su parte, le gustaba contarnos anécdotas sobre su infancia, desde que era pequeño e iba a la guardería, la majestuosa visita de san Nicolás a su clase, y sobre sus padres tan sencillos y tan enriquecedores también, sobre su hermano Georg, que era sacerdote y con el que tenía una relación muy especial, sobre su hermana María, que cuidó de él en Roma cuando fue nombrado cardenal prefecto de la Congregación de la Fe. Y también su carrera como profesor y las diferentes universidades en Alemania.

Estas anécdotas me parecieron tan hermosas y tan significativas que pensé en anotarlas en un cuaderno, como en un diario, para que no se perdieran. Y después, estas anécdotas, que tuve el privilegio de escuchar directamente de boca del Papa durante los encuentros fraternos e íntimos en la mesa y en otros momentos, y después estas anécdotas se enriquecieron con las citas de los mensajes, de las homilías y de los discursos que el Papa Benedicto pronunció en sus ocho años de pontificado luminoso.

Los medios retrataron a Benedicto XVI de una manera muy parcial, a veces no muy fielAlfred XuerebNuncio apostólico en Marruecos

–Han pasado casi dos años desde la muerte del Papa Benedicto XVI. En este tiempo se ha recordado su pontificado y su legado, pero no tanto su personalidad o su carácter. ¿Es esto lo que intenta reflejar en su diario?

–Soy muy consciente de que al convivir con el Papa durante más de cinco años, tuve el privilegio de tener un punto de vista muy singular para conocerle mejor como persona, no como personalidad, sino también su comportamiento cotidiano. El libro se ha traducido a algunos idiomas importantes. Y uno de los correctores de esos textos me dijo que había descubierto un nuevo perfil del Papa Benedicto mucho más bello del que conocía hasta entonces. Este es el objetivo de mi publicación, decir: aquí está el hombre que llegué a conocer viviendo con él y trabajando con él tan de cerca. Puedo entender que los medios de comunicación le retrataran de una manera muy parcial, a veces no muy fiel por circunstancias involuntarias o a veces con actitud internacional. Pensé que podría ser positivo presentar el perfil humano para que la gente se diera cuenta de quién era realmente este hombre.

–¿Cuál diría que es el aspecto de Joseph Ratzinger como persona del que nadie habla? ¿Qué rasgo distinguía a Benedicto que no se percibía desde fuera?

–Se ha escrito mucho sobre el Papa Benedicto, sobre su vida, sobre sus enseñanzas, pero solo desde cierta perspectiva. Se le apreciaba por sus enseñanzas, muy profundas, sus reflexiones, tanto como profesor, como cardenal y, por supuesto, como Papa. El rasgo como persona que tuve el privilegio de apreciar más es su alma delicada. Su manera de comportarse, de relacionarse con Dios y con los demás. Era muy puro, sin juzgar nunca a nadie ni sospechar de nadie. Era realmente un hombre que llevaba con dignidad el nombre de su patrón, san José. Era muy cariñoso con todas las personas, con nosotros, pero también con la gente que solía servirle día a día, incluso con los gendarmes, que son los policías de la Ciudad del Vaticano. Recuerdo que cuando volvíamos en coche de los jardines vaticanos después de rezar el Rosario, siempre había un gendarme esperándole antes de entrar en el ascensor y volver al apartamento papal. Y cada vez tenía una frase de saludo para este gendarme. Recuerdo que un día hacía bastante frío y le preguntó al gendarme: ¿Está seguro de que lleva ropa de abrigo suficiente para este frío que hace hoy? Les preguntaba también sobre sus familias, a veces incluso sobre los niños, especialmente si alguien tenía un recién nacido. Era muy cariñoso y tan interesado, genuinamente interesado en cada persona que conocía.

Alfred Xuereb con su madre y su hermana, junto al Papa Benedicto XVITwitter

–¿Hubo algún momento en particular de su tiempo como secretaria del Papa que le impactó profundamente y que decidió incluir en el libro?

–Durante la convivencia con el Papa Benedicto aprendí mucho de su comportamiento y de sus palabras. Quizá pueda contar una anécdota en particular que me dio una lección cuando iba a comenzar su carrera como profesor. Normalmente, cuando un estudiante es nombrado profesor, se siente muy orgulloso de esta etapa. Y entonces recuerdo que nos contó esta anécdota de que fue al sastre para encargar sus vestimentas de profesor y también para comprar el sombrero de profesor. Como era muy joven, le tomaron por un estudiante, así que le echaron. Se limitó a inclinar la cabeza y se marchó sin protestar. Pensé en lo modesto que era. No reaccionó con orgullo, diciendo: 'Pero ahora soy profesor. ¿Por qué me echas?' Esto me dio la gran lección de que incluso a veces, cuando la gente no entiende mi posición o lo que digo, no debo ser orgulloso sino modesto y darles tiempo para que entiendan realmente cómo son las cosas.

–Usted estuvo muy cerca de Benedicto XVI durante su histórica resignación. ¿Cómo recuerda la preparación y el impacto de aquella decisión? ¿Pensó que algo así podría suceder alguna vez?

–Permítame, en primer lugar, corregir el término resignación. Es más propio decir abdicación o renuncia, porque dimitir es cuando alguien presenta un documento a alguien que le contrata. Y entonces esta persona puede aceptar o no. Pero el Papa no tiene a nadie por encima de él, como el rey no tiene a nadie por encima. Simplemente, declara que renuncia a su papel. Recuerdo que tuvo la amabilidad de llamarme a su estudio dos semanas antes de pronunciar esa noticia al mundo, y así me lo dijo: 'Bueno, he decidido abdicar, para terminar mi ministerio como sucesor de Pedro'. Por supuesto, yo estaba realmente desolado. No podía entender lo que estaba sucediendo. En primer lugar, pensé que podría intentar convencerle de que se lo pensara mejor. Pero entonces me di cuenta en mi corazón de que quién sabe cuánto tiempo llevaba rezando por esto. Y en ese momento, algo volvió a mis recuerdos. Para la misa en la capilla privada del Papa, los dos secretarios solíamos estar listos con nuestros ornamentos litúrgicos, esperando a que llegara el Papa, y entonces le ayudábamos. Cuando el reloj marcaba las 7 de la mañana, él rezaba la oración y comenzábamos puntualmente la misa. Pero hubo un momento en que el Papa Benedicto siguió orando, incluso después de que el reloj diera la hora. Así que pensé que debía estar rezando por algo muy, muy importante. Podría ser que tal vez estaba rezando por eso, para que el Señor le diera la luz para saber el momento exacto en el que tendría que decir que ya no era capaz de seguir. Se han hecho muchos comentarios sobre la abdicación del Papa Benedicto, algunos decían que no tenía valor para continuar o que se vio obligado a abdicar. Nada más lejos de la realidad, él estaba convencido de que la Iglesia no le pertenecía. La Iglesia pertenece a Cristo y cuando se dio cuenta de que no tenía la fuerza suficiente para continuar su ministerio, simplemente le dijo a Dios: 'Bueno, te devuelvo el ministerio que me diste para que puedas elegir a otro pastor que sea más capaz de hacer el trabajo para el que lo llamas'.

Francisco echa mucho de menos al Papa Benedicto como punto de referenciaAlfred XuerebNuncio apostólico en Marruecos

¿Qué aprendió personalmente al trabajar tan estrechamente con dos Papas tan diferentes?

–Muy diferentes, pero también con muchos rasgos comunes. Por ejemplo, su modestia, su sencillez. Su punto de vista es: 'Amo a Dios. Estoy al servicio de la Iglesia de Cristo'. Cuando hablo, cuando hago mi trabajo o me presento como representante del Papa, no debo pensar en mí mismo. No debo presentar mi personalidad. Más bien debo centrar mi atención en un Dios amoroso, haciendo su voluntad y sirviendo a la Iglesia. Y esto es de gran importancia. Estoy muy agradecido a ambos Papas por haberme enseñado estos aspectos tan valiosos.

–También se ha escrito mucho sobre la relación entre los dos Papas, y todo el mundo la ha visto en la famosa película de Netflix. ¿Cómo era su relación en la realidad?

–Mis impresiones son que la relación era muy, muy fuerte, muy amistosa. El Papa Francisco inmediatamente, lo recuerdo porque era su secretario personal, hablaba muy bien del Papa Benedicto y lo llamaba el abuelo de nuestra familia al que podemos consultar, porque tenía mucha experiencia, y aprender de él. Recuerdo que solía intentar convencer a Benedicto para que saliera de su modo silencioso de vivir en el monasterio Mater Ecclesiae, para que estuviera presente en determinados momentos, como, por ejemplo, un consistorio o la inauguración del año jubilar extraordinario. Cada vez que había un consistorio en el que el Papa Benedicto emérito ya no podía salir del monasterio, solía llevar al monasterio a los cardenales recién creados para presentarlos al Papa. Y Benedicto siempre se alegraba de conocerlos, saludarlos y felicitarlos. Hay muchas especulaciones. Creo que el Papa Francisco echa mucho de menos al Papa Benedicto como punto de referencia, para tener alguna iluminación sobre ciertos temas delicados.