El hombre que madruga más que el Papa: abre el Vaticano con 2.797 llaves y recorre 7 kilómetros

El hombre que despierta al Vaticano

Mientras la Ciudad del Vaticano duerme, hay un hombre que ya está en marcha. Su jornada comienza a las 3:00 de la madrugada, mucho antes de que los primeros turistas crucen la imponente columnata de Bernini en la Plaza de San Pedro. Su labor es tan discreta como esencial: abrir las puertas de los Museos Vaticanos y asegurarse de que todo esté listo para recibir a los casi siete millones de visitantes que pasan por allí cada año.

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Gianni Crea, key keeper of the Vatican Museums, walks in a gallery of the museums during a private visit of the museums by night, on February 13, 2024. (Photo by Tiziana FABI / AFP)

2.797 llaves y un recorrido de siete kilómetros

Este hombre es Gianni Crea, el custodio de las llaves del Vaticano. En su enorme llavero, que maneja con la destreza de un experto, se encuentran las 2.797 llaves que dan acceso a los tesoros artísticos e históricos de la Santa Sede. Cada mañana, junto a su equipo, recorre más de siete kilómetros para abrir más de 270 puertas y poner en marcha una rutina que, aunque pueda parecer mecánica, esconde una gran responsabilidad.

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Un oficio con historia

El trabajo de los clavigeri, como se conoce a estos guardianes de las llaves, tiene siglos de historia. La función que hoy desempeña Gianni Crea es la misma que, en tiempos pasados, ejercieron otros en el Vaticano, aunque con una diferencia: él lo hace en un museo de dimensiones colosales, donde cada rincón alberga un pedazo de historia. Desde los pasillos de mármol hasta la majestuosa Capilla Sixtina, su labor es la primera en despertar a los museos cada día.

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El ritual del amanecer

El ritual comienza en los sótanos de los Museos Vaticanos, donde se encuentra el búnker que alberga las llaves. Algunas de ellas tienen siglos de antigüedad y requieren una conservación especial. Desde allí, el recorrido lo lleva por salas y galerías vacías, donde solo el tintineo metálico de su llavero rompe el silencio. A las 5:00 de la mañana, ya ha iniciado su recorrido para asegurarse de que todo esté en orden antes de que lleguen los visitantes.

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Una labor que ningún Papa ha querido automatizar

A lo largo de los años, en más de una ocasión se ha planteado la posibilidad de sustituir el trabajo manual de los clavigeri por un sistema automatizado. Sin embargo, ningún Papa ha querido prescindir de este oficio. La razón es sencilla: su equipo conoce cada rincón de los museos y es capaz de detectar cualquier anomalía con solo recorrerlos cada día. Su labor es, en muchos sentidos, insustituible.

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Un trabajo que comenzó por casualidad

Gianni Crea no siempre soñó con este trabajo. En su juventud estudiaba derecho, pero un paseo por los Museos Vaticanos cambió su vida. Fascinado por la belleza de las obras de arte, decidió dejar los estudios y buscar una oportunidad en la Santa Sede. En 1999, tras ser recomendado por un sacerdote de su parroquia, fue contratado como clavigero. Desde entonces, su día a día ha estado marcado por el ritual de abrir y cerrar las puertas del arte y la historia.

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Los Museos Vaticanos antes del amanecer

Su trabajo le ha permitido vivir una experiencia que pocos pueden imaginar: recorrer en absoluta soledad los pasillos que, horas después, estarán abarrotados de turistas. Ver la Capilla Sixtina en completo silencio o caminar por la Galería de los Mapas sin interrupciones es un privilegio que solo unos pocos tienen.

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Un equipo que mantiene viva la tradición

Aunque Gianni Crea es el rostro más visible de este oficio, no trabaja solo. Dirige a un equipo de diez clavigeri que se encargan de abrir más de 270 puertas diarias. Cada uno tiene asignada una zona del museo y, juntos, garantizan que todo esté en orden antes de que el Vaticano despierte. Es un trabajo en equipo donde la precisión y la disciplina son fundamentales.

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Las visitas exclusivas del amanecer

En los últimos años, su rutina ha cambiado ligeramente. Ahora, pequeños grupos de visitantes pueden acceder a una experiencia VIP que les permite recorrer los Museos Vaticanos a las 5:00 de la mañana, antes de la apertura oficial. Lo que comenzó como una idea arriesgada se ha convertido en una de las experiencias más solicitadas por los turistas, permitiéndoles descubrir los museos en una atmósfera única y sin aglomeraciones.

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Entre el arte y la historia

Desde su llegada en 1999, Gianni Crea ha trabajado con tres Papas: Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Su interés por la historia del arte lo ha llevado a estudiar y profundizar en los detalles de las obras que custodia a diario. Con el tiempo, ha aprendido varios idiomas para poder compartir su conocimiento con los visitantes que tienen la suerte de cruzarse con él.

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Un legado en cada cerradura

Entre las miles de llaves que maneja a diario, hay algunas especialmente simbólicas. La más antigua data de 1771 y abre el Museo Pío-Clementino. Otras, marcadas con etiquetas amarillas, sellan las salas donde se reúne el cónclave para elegir a un nuevo Papa. Pero ninguna es tan preciada como la que abre la Capilla Sixtina. Esta llave, única en su categoría, es custodiada cada noche en un sobre sellado dentro de una caja fuerte, siguiendo un protocolo de máxima seguridad.

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Un trabajo que es también una vocación

Más que un trabajo, lo suyo es una rutina marcada por la disciplina y la precisión. Antes de que amanezca, su labor es garantizar que cada rincón de los Museos Vaticanos esté listo para recibir a miles de visitantes. En el silencio de las galerías vacías, solo se escucha el tintineo de su llavero, el sonido que marca el inicio de un nuevo día en uno de los templos del arte y la historia.

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La llave que abre la historia

Mientras miles de turistas recorren las salas maravillados con las obras de Rafael, Miguel Ángel y Da Vinci, pocos se detienen a pensar en el trabajo que hay detrás de cada puerta abierta. Gianni Crea lo sabe bien: su labor comienza cuando aún no ha salido el sol y termina cuando todo se empieza a poner en movimiento. En sus manos, cada llave es una responsabilidad, pero también un privilegio.

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