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Descubren las células cerebrales que gestionan traumas sociales del pasado

En los humanos, las experiencias sociales traumáticas pueden contribuir a los trastornos psiquiátricos. Un estudio, realizado por investigadores del Centro de Investigación del Cerebro y el Cuerpo del Monte Sinaí, en Estados Unidos, y publicado en la revista Nature, sugiere que el trauma social afecta la función de recompensa del cerebro de tal manera que el comportamiento social ya no es gratificante, lo que lleva a una evitación social severa.

La investigación asegura que los traumas sociales pasados están codificados por una población de células cerebrales que responden al estrés/amenaza y que se hiperactivan durante la interacción posterior con objetivos sociales no amenazantes. Como consecuencia, los objetivos sociales que antes eran gratificantes se perciben ahora como amenazas sociales, lo que fomenta la evitación social generalizada y el deterioro del procesamiento de la recompensa social que puede contribuir a los trastornos psiquiátricos.

En los seres humanos, los estudios han demostrado que los traumas sociales deterioran la función de recompensa del cerebro hasta el punto de que la interacción social deja de ser gratificante, lo que conduce a una grave evitación social. En los roedores, el estrés crónico por derrota social, un modelo de trauma social, se ha utilizado para comprender los mecanismos del circuito cerebral que subyacen a la susceptibilidad al estrés frente a la resiliencia, pero se sabe poco sobre su impacto en la recompensa social.

Interacción social

Estudios anteriores han evaluado la interacción social con un ratón adulto similar a los utilizados como agresores para inducir el trauma social. La evitación social en estas circunstancias probablemente refleja el miedo o el comportamiento sumiso, más que la alteración de la recompensa social.

«Para entender mejor cómo la experiencia social traumática afecta a la recompensa social, probamos la interacción social y la preferencia social con un ratón juvenil del mismo sexo que, en condiciones de control, es gratificante –señala Long Li, Instructor de Neurociencia en la Escuela de Medicina Icahn de Mount Sinai y autor principal del estudio–. Descubrimos que, tras un estrés crónico de derrota social, un subconjunto de ratones machos y hembras denominados susceptibles evitan las interacciones sociales con ratones juveniles y no desarrollan una recompensa social dependiente del contexto tras los encuentros con ellos».

Así se hizo el estudio

En el estudio, ratones machos y hembras adultos se sometieron a un estrés de derrota social crónico, en el que fueron subordinados repetidamente por ratones agresivos, seguido de una prueba de interacción social, en la que un ratón experimental se coloca en una jaula con un ratón agresivo más grande detrás de una barrera y se mide la cantidad de tiempo que pasa interactuando. Los ratones se clasificaron como resistentes o susceptibles al estresor en función de su comportamiento de interacción social.

A continuación, se llevó a cabo una prueba de interacción social adicional, denominada prueba de residente-intruso, en la que se introdujo un ratón del mismo sexo de cuatro a seis semanas de edad (juvenil) en la jaula de los sujetos y se le permitió interactuar libremente. A continuación, se llevó a cabo una prueba de preferencia social condicionada en la que se condicionó a los ratones sujetos con los ratones jóvenes para evaluar su preferencia por objetivos sociales gratificantes.

Durante la prueba de residencia-intrusión, los ratones de control y los resistentes mostraron comportamientos sociales similares hacia los juveniles, incluyendo la cantidad de interacción activa (acercamiento, seguimiento cercano y olfateo). Los ratones de estos grupos rara vez se retiraban del contacto social con el joven y se acercaban e investigaban libremente. Por el contrario, los ratones susceptibles al estrés mostraron una investigación social mucho menos activa, un mayor retraso antes del primer encuentro social («latencia») y una evitación social significativamente mayor.

Además, el tiempo de investigación social, la evitación social y la latencia para investigar se correlacionaron con los índices de interacción social durante las pruebas con un ratón adulto agresivo. Estos resultados muestran que los ratones susceptibles no sólo muestran evitación hacia los ratones adultos agresivos, sino también hacia los ratones juveniles del mismo sexo que no son amenazantes.

Para identificar las posibles regiones cerebrales implicadas en el aumento de la amenaza social, se utilizaron técnicas histológicas y de imagen avanzadas para identificar una población de neuronas de neurotensina del septum lateral (NTLS) que responden al estrés/amenaza y que se activan con las interacciones sociales de los juveniles sólo en los ratones susceptibles, pero no en los ratones de control resistentes o no estresados.

Activar o inhibir las neuronas

Por último, el equipo utilizó estrategias optogenéticas y quimiogenéticas para activar o inhibir las neuronas NTLS y sus conexiones descendentes.

«Lo sorprendente es que cuando las neuronas del NTLS se activaban en un contexto de amenaza social, inhibían los centros del cerebro que codifican la información sobre las recompensas sociales –afirma el doctor Scott Russo, catedrático de Neurociencia y director del Centro de Neurociencia Afectiva y del Centro de Investigación del Cuerpo del Cerebro–. Así que, en última instancia, creemos que cuando los ratones experimentan un trauma social, su capacidad para experimentar la recompensa social queda ocluida por estas células del NTLS».

Estos hallazgos proporcionan una base importante para comprender los mecanismos neuronales que subyacen al procesamiento de la recompensa social tras el trauma. El equipo del Monte Sinaí está planificando estudios en humanos para comprobar la relevancia de los circuitos del tabique lateral en la mediación de la percepción de la amenaza social y la sensibilidad a la recompensa en las víctimas del trauma.