Con la bata puestaIsabel Rojas Estapé

¿Y si descubren que soy un impostor?

El origen de este síndrome tiene sus raíces en haber vivido en ambientes muy exigentes donde el reforzamiento positivo ha sido escaso o nulo

¿Has pensado alguna vez que lo que haces no es suficientemente bueno? ¿O incluso consideras que tu trabajo no es tan excelente como dicen? Si cualquiera de estas respuestas es afirmativa, entonces padeces lo que se conoce como el síndrome del impostor.

Este síndrome se caracteriza por que la persona no es capaz de percibir sus logros o éxitos ya que se siente indigno de ellos. Piensa que todo lo que consigue es fruto de la suerte o del azar. Tiene una creencia irracional basada en que nada bueno que consiga o que le pase es mérito propio, y por tanto anticipa su fracaso. El problema radica en que no se vea sí mismo suficientemente valioso y a la hora de enfrentarse a cualquier tarea, tiende a pensar constantemente que hay otras personas que lo pueden hacer mucho mejor.

Lo cierto es que no son personas realistas ni objetivas a la hora de analizar sus capacidades o su valía, lo que les lleva a vivir con un temor atroz a no cumplir con las expectativas que la gente deposita en ellas y esto les genera un profundo sufrimiento interno. El desgaste es tan potente que es frecuente que este síndrome vaya acompañado de picos de ansiedad o de bajones anímicos que desemboca en muchas ocasiones en un burnout profesional.

Sin embargo, lo que subyace bajo este síndrome es una distorsión de la realidad que va acompañado de una baja autoestima. La persona se compara constantemente y esto hace que el cerebro perciba casi exclusivamente lo bueno de los otros y lo malo propio, generando una notable falta de seguridad en sí mismos, lo que conlleva a tener una baja autopercepción. Todo ello acarrea un incremento de autoexigencia que, aunque se les refuerce verbalmente, no terminan nunca de estar satisfechos.

El origen de este síndrome tiene sus raíces en haber vivido en ambientes muy exigentes donde el reforzamiento positivo ha sido escaso o nulo. Por otro lado, también se ve potenciado si la persona ha sido comparada (o se compara) constantemente. Pues provoca que siempre esté más pendiente de lo ajeno que de lo propio.

Todo ello crea siempre una voz interior que va comentando todo lo que se hace, pero de forma negativa y que en momentos malos aumenta su intensad. Esta voz interior, si no se gestiona debidamente, puede hacernos sufrir enormemente llegando a ser paralizante.

Este patrón de pensamiento y de percepción genera distintos tipos perfiles psicológicos:

  • 1. El perfeccionista: aquella persona que considera que siempre puede hacer todo mejor. Se convierte en una persona que solo percibe lo negativo propio y lo positivo ajeno y eso imposibilita que haga las cosas y que las disfrute.

  • 2. El genio natural: aquella persona que tiene una gran capacidad para aprender cosas nuevas pero que cuando las tiene que aplicar a situaciones concretas le cuesta enormemente. Son muy buenos en todo lo que tenga que ver con la teoría, pero les cuesta mucho aterrizarlo en la práctica.

  • 3. El individualista: aquella persona que desde su aparente autosuficiencia quiere hacer todo solo y no quiere contar con nadie para que el resto no se percate de su incompetencia.

  • 4. El experto: se trata de esa persona que nunca está contenta ya que no llega a saberlo todo sobre un tema. Cree firmemente que al no saber absolutamente todo sobre ese tema, no sabe lo suficiente y por tanto piensa que su desconocimiento va a ser descubierto.

Sin embargo, esto tiene solución. Se debe aprender a detectar, reconocer y entender lo que está sucediendo, tanto interiormente como la percepción de la realidad que tiene. Por otro lado, es importante evitar la comparación y centrarse en el trabajo que uno está realizando, tratando de focalizarse en hechos objetivos y abandonando poco a poco la rigidez y el perfeccionismo. Un truco para ello: aprender a delegar y rechazar comprobaciones. Tándem infalible.

Y finalmente, aprender a destacar lo positivo que se ha hecho, potenciando mentalmente esos logros con orgullo y satisfacción. Sabiendo que hay personas que lo pueden hacer mejor, pero que ese trabajo está muy bien hecho.