Con la bata puestaIsabel Rojas Estapé

¿Por qué enfermamos en verano?

Cómo funciona mi cuerpo y mi cerebro cuando paramos

La vacaciones es el momento del año que todos esperamos con mayor anhelo. Quizás, las navidades son fechas más complicadas, pues interiormente, nos remueven más. Incluso las interminables cenas o volver a ver aquellos familiares con los que no hay tanta relación, no es siempre lo que a uno más le apetezca. Sin embargo, el verano es una época que todos esperamos con mucha intensidad. Son días, semanas en donde cada cual organiza y hace lo que le apetece, pero sobre todo, sin tener que estar pendiente del trabajo.

Pero, ¿qué ocurre en nuestro organismo, para que la primera semana de verano uno enferme?

Por regla general, antes de las vacaciones queremos terminar todos aquellos temas que hemos tenido encima de la mesa durante las últimas semanas e incluso meses. Y así el mes de julio se convierte en el sprit final de una carrera de fondo que lleva un tiempo y un recorrido largos. Son meses durante los cuales ponemos el piloto automático y trabajamos casi en modo supervivencia. Esto es: trabajar a destajo.

Es importante saber que durante el mes de julio nos encontramos más cansados, lo que se traduce en estar más lentos a la hora de procesar la información, o de rematar aquello que hay que hacer. Y con este panorama, llega el mes de agosto.

Sin darnos casi cuenta, frenamos en seco. Paramos físicamente. Sin embargo, nuestra cabeza va a otro ritmo, le cuesta más. Y sin verlo ni quererlo, la primera semana enfermamos. Muchos pueden achacarlo a los aires acondicionados o incluso al cambio de temperatura por estar en otro lugar. Razón no les falta, pero que surjan estas enfermedades radica en que nuestro sistema inmune, en el momento en el que frenamos, baja. Desciende tanto que hace que nos pongamos malos. Vivir constantemente en «modo acción» hace que nuestro sistema nervioso esté demasiado revolucionado, pero en el momento que nos relajamos, desciende y es entonces cuando el (posible) aire acondicionado nos afecta y enfermamos. Podría decirse que nuestro sistema inmune, en el momento que empiezan las vacaciones se relaja tanto que «baja la guardia» y es cuando somos atacados (por los virus, las bacterias o nos inflamamos) y aparecen las distintas dolencias.

Además del plano físico, se une el psicológico. En esos primeros días, te empiezas a escuchar después de todo el año, lo que hace que puedas estar más emocional y esto se puede traducir en estar más sensible, más mimoso o incluso todo lo contrario, más susceptible. Por eso, cuando veas que estos días «saltas» con mayor facilidad, no olvides que es porque nuestra mente y nuestro cuerpo se están equilibrando.

Te animo, por tanto, a que estas semanas te sirvan para recuperarte y descansar. Sin que ello signifique no hacer nada, sino hacer otras actividades. Eso sí, sin caer en una bulimia de quedadas y planes que nos pueda hacer incluso (e irónicamente) padecer esa cronopatía o FOMO (miedo a perderse algún plan) que tanto hace sufrir. Se trata de bajar revoluciones disfrutando de las pequeñas cosas del día a día.

Por eso, que estos días sean para desconectar del exterior y reconectar contigo mismo, activando el «slow mode».