La falta de sueño en la adolescencia es un problema de salud públicaPexels

Qué relación hay entre el sueño, la memoria y el aprendizaje en la infancia

El sueño es un factor clave para el procesamiento de la información y las habilidades adquiridas durante el día anterior

El interés por el sueño desde la neurociencia ha experimentado un aumento exponencial en las últimas décadas. En una de esas facetas, en la de su papel en la memoria y en el aprendizaje es donde muchos científicos e investigadores han puesto el foco. Pero, ¿por qué es tan importante en la consolidación de la memoria y en el aprendizaje en la infancia?

Dormir es un estado fisiológico periódico de los animales con sistema nervioso central. El sueño depende de reguladores exógenos o ambientales, como la luz, y endógenos, como el núcleo supraquiasmático y la melatonina. Desde el recién nacido hasta el adolescente, la necesidad fisiológica de horas de sueño diarias disminuye. Por otro lado, la estructura del sueño se va modificando paulatinamente hasta alcanzar un hipnograma con distribución de ciclos y fases que se asemeje al del adulto. Así, el sueño REM pasa de ocupar casi el 50 % de las fases de sueño del recién nacido al 25 % en el adulto joven.

Por su parte, el aprendizaje podría definirse como el proceso a través del que se adquieren y desarrollan habilidades, conocimientos, conductas y valores. Los mecanismos por los que las experiencias modifican la conducta se hallan íntimamente relacionados con el aprendizaje. En cambio, la memoria constituye el mecanismo por el que este conocimiento es codificado, almacenado, y más tarde recuperado. En esencia, el sueño es un factor clave para el procesamiento de la información y las habilidades adquiridas durante el día anterior, y prepara al cerebro para la adquisición de nuevas habilidades.

Sabido es que existen distintos tipos de aprendizaje o memoria, con asientos neuroanatómicos dispares. La memoria explícita o declarativa, con el recuerdo de hechos y acontecimientos, en la que el sujeto toma parte activa consciente y que depende en gran medida del hipocampo y del córtex prefrontal. Otro tipo es la implícita, en la que el sujeto no es consciente, la cual asienta de manera más global sobre el cerebelo, la amígdala, el cuerpo estriado o el tronco del encéfalo.

También existen distintas hipótesis de redes neuronales para explicar la consolidación de los aprendizajes durante el sueño, que implican al hipocampo y al córtex parahipocampal. No obstante, la hipótesis más extendida es la dual, que designa una función de memoria a cada fase del sueño; en concreto, que la memoria declarativa se consolidaría durante el sueño N3 o profundo, mientras que la no declarativa lo haría durante el sueño REM (Plihal y Born, 1997). El hecho más evidente es que la privación de sueño profundo perjudicaría a la memoria declarativa (Diekelmann S et al., 2009).

Al margen de la consolidación sináptica existente para la memoria, es evidente que en sujetos con privación de sueño se observa una disminución del rendimiento cognitivo y modificaciones conductuales. Sus capacidades de atención y concentración se ven mermadas, por no hablar del aumento de la irritabilidad. La disminución en el rendimiento de las funciones ejecutivas a causa de la falta de sueño tiene una repercusión en el aprendizaje del alumno en el aula, pues esas capacidades son las que permiten tener un comportamiento dirigido al objeto. Un estudio de Cladellas R et al. en 2011, en niños de 6 y 7 años, objetivó que dormir menos de 9 horas y acostarse tarde e irregularmente afectaba al rendimiento en la escuela.

En consecuencia, el sistema nervioso en la vigilia tiene la capacidad de procesar información desde los estímulos sensoriales externos, mientras que en el estado de sueño se dan las condiciones óptimas para los procesos de consolidación de la información adquirida y el almacenamiento a largo plazo. Por esta razón, indagar sobre la cantidad y calidad del sueño del niño en la consulta o del alumno en el aula es crucial para su adecuado desarrollo académico.

  • Dr. Pablo González Uriel es especialista en Neurofisiología Clínica