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Coronavirus-Salud

Anorexia y bulimia: la otra secuela oculta de la covid

Un 30 % de jóvenes podría sufrir algún trastorno de la conducta alimentaria

Cuerpos sanos y delgados exhibiéndose en las redes sociales, batidos sustitutivos de comida que te prometen tener un físico de en seño, operaciones para reducir el cuerpo. En los dos últimos años de pandemia, los trastornos de conducta alimentaria (TCA) se han multiplicado por dos.

La pandemia ha afectado a los trastornos por dos motivos: principalmente, según expertos, porque se dan en la población adolescente y porque ha habido un peor seguimiento. Esto ha hecho que muchos casos se descompensaran y no se hayan podido atender con la premura necesaria.

«Los jóvenes han perdido la rutina y eso es fundamental en sus vidas. También han perdido la relación con sus padres, que también es muy importante a esa edad. La pandemia ha motivado que estén más expuestos a las redes sociales y en estos medios de comunicación la exposición de los cuerpos y las vidas aparentemente siempre felices les hace compararse y les crea inseguridad», explica la jefa de la Unidad de TCA del Hospital Clínico San Carlos, Marina Díaz Marsá.

Entre la adolescencia y la edad adulta, los TCA afectan con más frecuencia a las mujeres. No obstante, cada vez hay un mayor porcentaje de hombres que lo padecen. A este respecto, según la última Encuesta Europea de Salud en España, el 2,1 % de la población mayor de 18 años y el 7,9 % de los y las menores de 15 a 17 años tiene peso insuficiente.

Los más frecuentes son los de conducta agresiva y de adicción

En todos los grupos de edad, las mujeres presentan mayor porcentaje de peso insuficiente que los hombres, con mayor brecha entre las más jóvenes. «Es una proporción de nueve a uno. Los chicos tienen otro tipo de trastornos, los más frecuentes son los de conducta agresiva y de adicción. Tienen diferentes formas de canalizar el malestar en función del género», puntúa Marsá.

Las redes sociales, la cara oculta de los TCA

El uso masivo de las redes sociales, con la proliferación de aplicaciones en las que las fotografías y los vídeos son la carta de presentación, junto a la utilización de filtros que reducen centímetros del cuerpo, ha ocasionado un incremento en las conductas de riesgo de TCA.

La Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB) cifra en un 30 % el número de jóvenes que podría sufrir algún trastorno de la conducta alimentaria.

«El confinamiento por la pandemia también contribuyó a la obsesión por el peso, el ejercicio y tener una buena forma corporal. Las tablas de ejercicio rodaban por todas las televisiones, mandaban vídeos por WhatsApp», recuerda.

Las redes sociales, el ejercicio y cocinar, entre otros, hecho que se duplique el número de trastornos por conducta alimentaria

Otra de los grandes entretenimientos que tuvieron los españoles fue la de elaborar recetas de cocina. Para la experta en la psicología, esto también tuvo repercusión en los trastornos alimentarios: «Las recetas durante la primera ola del coronavirus eran constantes, todo el mundo cocinaba. Esto provocó que los adolescentes recurriesen al descontrol de la comida para paliar su malestar de incertidumbre».

Esta situación hizo que las personas que neurobiológicamente son vulnerables se convirtieran en personas con problemas alimentarios. «Se han juntado factores externos, la incertidumbre, la mayor exposición a redes sociales, el enfoque en recetas, las tablas de ejercicio... todo esto en personas vulnerables biológicamente ha hecho que se duplique el número de trastornos por conducta alimentaria», aclara la jefa de TCA del Hospital Clínico San Carlos.

El papel de los padres

El papel de los padres en estos casos es clave, pero no muchas veces saben identificar cuando su hijo está pasando por un problema de alimentación. «Primero empiezan a notar que su hija cambia el carácter, luego dejan de sentarse en la mesa, restringen los alimentos y buscan excusas para no comer...», estas son algunas de las situaciones que según Marsá se pueden encontrar los padres.

Los cambios de carácter y de conducta alimentaria son muy comunes a la hora de detectar un posible trastorno alimentario. Además de la delgadez extrema en casos más avanzados.

«A la hora de la alimentación nos fijamos que primero dejan los hidratos de carbono y al final se quedan con verduras y algo de fruta. Hacen más ejercicio, cuentan calorías y de ahí se notan los cambios de peso, tanto a la alta como a la baja». Muchas veces la disminución de la ingesta lleva a restricción, y otras veces el aumento lleva a poseer una conducta de atracones de comida, lo que hace que el peso aumente.