La coriorretinopatía serosa central ocurre cuando se acumula líquido debajo de la retina

Visión borrosa y deformada: así es la enfermedad de la retina que afecta a los jóvenes

La coriorretinopatía serosa central puede tratarse con láser

Los problemas de visión no es algo que deba preocupar al llegar a la vejez, de hecho hay patologías que pueden afectar a cualquier edad. Una de las enfermedades más frecuentes de la retina, la coriorretinopatía serosa central, incluida en el grupo de enfermedades paquicoroideas, afecta a personas jóvenes en edad laboral, siendo una causa importante de pérdida de agudeza visual.

El Servicio de Oftalmología del Hospital Clínico San Carlos, centro público de la Comunidad de Madrid, cuenta con una unidad exclusiva a nivel internacional para el diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad.

Se trata de la cuarta maculopatía más común, tras la degeneración macular asociada a la edad, el edema macular diabético y la trombosis venosa retiniana. En cierto modo esta enfermedad «resulta enigmática porque desconocemos su origen, aunque sí sabemos que está muy relacionada con el estrés y que se da en gente joven, normalmente de carácter ansioso o perfeccionista, aunque también puede desarrollarse tras el uso de corticoesteroides», explica el oftalmólogo del Hospital Clínico San Carlos y responsable de la unidad, José Ignacio Fernández-Vigo.

Líquido bajo la retina

La coriorretinopatía serosa central se caracteriza por la acumulación de líquido debajo de la retina, produciendo visión borrosa y deformada, alteración de la visión de los colores y cambios en la percepción del tamaño de los objetos. Supone una pérdida de visión severa que puede afectar de forma relevante a la calidad de vida de quien la padece, pudiendo ser grave y llegando a ocasionar una importante discapacidad visual. El especialista en retina del Servicio de Oftalmología del Clínico San Carlos explica que a estos pacientes se les realiza una completa batería de pruebas para comprobar tanto la estructura como la vascularización de la retina.

Últimos avances diagnósticos

En las primeras etapas de la enfermedad, «la acumulación aguda o brusca de líquido puede resolverse, pero cuando se cronifica requiere de un tratamiento eficaz antes de que se produzca un daño irreversible. En el Hospital Clínico San Carlos recibimos muchos pacientes de otros centros y comunidades autónomas, con un rango de edad que oscila entre los 25 y los 65 años, ya que estos pacientes requieren de tratamientos muy específicos que no están disponibles en sus hospitales de procedencia» añade Fernández-Vigo.

Entre las opciones de tratamiento de las que disponen los oftalmólogos del Hospital Clínico San Carlos, de la Comunidad de Madrid, están tres tipos de láseres diferentes como son la terapia fotodinámica, el micropulso o subumbral y el láser navegado focal «con el fin de estabilizar la enfermedad, detener su progresión y, en determinados casos, recuperar parte de la visión. La eficacia de estos tres láseres, que no están disponibles en su conjunto en ningún otro hospital de España, se sitúa entre el 75 y 80 %, por lo que todavía nos queda camino por recorrer», apunta Fernández-Vigo, que ha sido revisor de la guía mundial del tratamiento de esta enfermedad.

Láser con terapia fotodinámica

El láser con terapia fotodinámica «actúa sobre la coroides produciendo un remodelado vascular para disminuir su permeabilidad, mientras que el micropulso o subumbral tiene como objetivo una regeneración del epitelio pigmentario, estimulando la producción de moléculas antiinflamatorias y regenerativas. Por otro lado, la fotocoagulación focal con láser navegado se aplica para sellar posibles puntos de fuga. Todo ello busca resolver el cuadro clínico, empleando una medicina de precisión personalizada, de forma indolora y mínimamente invasiva, empleando poca energía y ofreciendo un alto perfil de seguridad», añade el oftalmólogo del Clínico San Carlos, Fernández-Vigo.

La ventaja que supone la utilización de estos láseres reside en que proporciona una precisión sin precedentes, ya que a partir de una fotografía de la retina se puede planificar el tratamiento. El láser la realiza de forma semiautomática, aunque el paciente se mueva o pestañee, y su disparo es más seguro, dirigiéndose sobre las estructuras del ojo en las que se debe actuar, preservando el resto de tejidos y estructuras del globo ocular. Por otra parte, utiliza menos energía, lo que produce menos dolor en el paciente, ya que algunos tratamientos requieren de más de mil impactos en el ojo.