Domingo GargalloThorun Piñeiro

Domingo Gargallo: «La falta de antibióticos eficaces está provocando una 'pandemia silenciosa'»

El microbiólogo explica por qué muchos de los antibióticos actuales han dejado de ser eficaces

Uno de los principales retos de la medicina contemporánea es la resistencia de los patógenos a los antibióticos, una amenaza creciente en todo el mundo. Se calcula que mueren del orden de unas 1.200.000 personas debido a infecciones que no son tratables y se prevé que esta cifra llegue a los 10 millones de personas en 2050.

Domingo Gargallo Viola, director de Funditec y uno de los mayores expertos en España sobre la resistencia a los antibióticos, explica, en una entrevista en El Debate, los riesgos que supone para la población esta 'pandemia silenciosa'.

–¿Por qué es urgente encontrar nuevos antibióticos?

–Las infecciones son actualmente uno de los principales problemas de salud mundial. Se calcula que mueren del orden de unas 1.200.000 personas por infecciones que no son tratables. En la Organización Mundial de la Salud (OMS) está contemplado como una de las grandes amenazas de salud a nivel mundial y las infecciones forman parte de la agenda, no solo de la OMS, también de la ONU, del G20 y de G7. Es una verdadera necesidad médica con un impacto tremendo en la calidad de vida, pero también en el número de personas que fallecen cada año por este tipo de infecciones.

–Entonces surge la pregunta: ¿Qué ha pasado con los que ya existen?

–Las bacterias son seres vivos y tienen la capacidad de mutar y volverse resistentes a los antibióticos. Las bacterias se reproducen cada 15 minutos, esto es, cada 15 minutos tenemos una nueva generación de bacterias. La capacidad de adaptarse y sobrevivir a la presencia de antibióticos es altísima con lo cual los antibióticos no son útiles. No funcionan debido a que las bacterias se han vuelto resistentes a un uso sistemático y durante muchísimo tiempo o las mismas clases de antibióticos.

–Y si quisiéramos hacer un nuevo antibiótico, ¿cuánto se tardaría en desarrollarlo?

–Es un medicamento clásico. Desde que se puede descubrir la primera molécula, hasta que se optimice, se haga el desarrollo y llega al mercado, podemos hablar de entre siete y ocho años.

–Y si tuviéramos otra pandemia que en lugar de un virus fuera una bacteria, ¿qué haríamos?

–De hecho, esa pandemia existe y llamamos la pandemia silenciosa, y esa es la que cada año mata a 1.200.000 personas, cifra que se va incrementando y se prevé que el año 2050 sean 10 millones de personas las que pierdan la vida. La pandemia la tenemos y aunque no es tan agresiva y aguda como con un virus, es una pandemia que hoy en día existe.

–¿Por qué se invierte tan poco en desarrollar nuevos antibióticos?

– Los antibióticos son tratamientos cortos. O sea, un paciente que se infecta con una bacteria se trata y la capacidad de tratamiento es de unos 15 días. En ese tiempo el paciente responde bien y se cura o realmente no responde y puede morir. Por tanto son tratamientos muy cortos, el precio de los productos es bajo y por lo tanto, desde el punto de vista comercial, a los laboratorios no les interesa. Es mucho más práctico invertir en enfermedades crónicas. Por ejemplo, una persona con hipertensión se está medicando durante décadas, o un paciente con cáncer, que son tratamientos mucho más costosos y pseudo crónicos, con lo cual, desde el punto de vista comercial esas áreas terapéuticas son mucho más interesantes económicamente que descubrir los antibióticos.

–Sin embargo, ¿no le resultaría al Estado más rentable tener antibióticos efectivos que pacientes durante meses en los hospitales?

– Sin ninguna duda. Tener antibióticos eficaces que, de alguna manera permita reducir el tiempo de hospitalización y las secuelas en muchos pacientes, reduciría mucho los costes de la sanidad pública. Pero vivimos en un mundo demasiado cortoplacista y de la inmediatez como para entrar en ese grado de profundidad del análisis económico.

–¿Por qué los antibióticos que existen de amplio espectro pueden generar graves problemas de salud?

–Eso está vinculado a lo que llamamos el microbioma, que ya lo consideramos un órgano más, como puede ser el pulmón, el corazón, los riñones es la flora intestinal que tenemos en nuestro tracto digestivo y es fundamental, primero porque nos aporta elementos importantes para la vida, pero también porque nos protege de otros microorganismos que pueden ser patógenos. Me explico, la microflora del estómago puede aportar complementos incluso nutricionales que son importantes para nuestra salud.

Cuando tomamos antibióticos de amplio espectro aparte de eliminar al patógeno que nos está provocando la infección, también impacta y elimina toda esa flora que es fundamental para nuestra calidad de vida

Como consecuencia, muchas veces se producen diarreas, pero no solo producen diarrea, sino que permiten que el tracto digestivo se colonice por otras bacterias que pueden ser perjudiciales. Hay bacterias que producen toxinas que afectan a nuestro hígado, afecta al sistema nervioso central y se convierten en un enemigo que vive internamente con nosotros.

De hecho, este problema se está grabando con el tiempo y como respuesta a esta necesidad médica, cada vez son más frecuentes los trasplantes de heces, que es la única manera eficaz que tenemos para esa flora normal, beneficiosa, importante para nuestra calidad de vida. Por lo tanto, los antibióticos de amplio espectro eliminan la flora intestinal y se convierte en un problema de salud indirecto para muchísimas personas.

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–Y entonces, ¿cuál es la solución?

–Muchas veces las respuestas a los temas de salud no van en paralelo con los temas económicos y financieros de las empresas. Un producto de amplio espectro obviamente cubre un mayor número de pacientes y desde el punto de vista comercial puede ser más interesante.

Desde el punto de vista de salud con antibióticos tendríamos que utilizar una aproximación y una evolución como se ha hecho con oncología, con el cáncer. Hace 20, 30 años buscábamos moléculas que fueran útiles para curar todos los cánceres porque desde el punto de vista comercial era lo más interesante, pero eran productos con muy poco efecto terapéutico y muchos efectos secundarios porque eran citotóxicos. Cuando hemos entendido que cada cáncer es algo muy particular y que debemos tratarlo con productos muy específicos vinculados a diagnósticos eficaces, le hemos dado la vuelta. Ahora son productos mucho más eficaces y con menos efectos secundarios.

El problema desde el punto de vista financiero de las empresas es que estos tratamientos quedan limitados a un menor número de pacientes. En el caso de oncología se han incrementado los precios de esos productos, con lo cual las empresas farmacéuticas pueden recuperar la inversión que hacen en esos productos específicos.

En el caso de infecciosas tendríamos que hacer algo parecido. Hay que buscar productos que ataquen directamente al patógeno en cuestión, productos que respeten la microflora y por lo tanto no causen problemas secundarios. El inconveniente es que con los precios actuales de los antibióticos, si encima restringimos muchísimo la diana de población no resultan rentables.

–Y jugamos también con un factor tiempo porque tenemos menos tiempo para estudiar el patógeno antes de que se muera el paciente

–Las técnicas de diagnóstico están evolucionando de manera extraordinaria en los últimos tiempos en oncología y demás, pero evidentemente esta nueva estrategia tendría que ir vinculada al desarrollo de técnicas de diagnóstico que fueran eficaces, económicas y aplicables de una forma directa y sencilla por los profesionales de la salud. Así que evidentemente el diagnóstico sería un tema importante.