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Coronavirus

Pacientes con covid persistente: «Parece que me han echado 30 años encima»

Personas de entre 20 y 50 años relatan a El Debate cómo es su vida meses después de pasar el coronavirus

No parar de dar vueltas en la cama, levantarte y no oler el café de tu madre, bailar la mitad de tu canción favorita y no poder con tu cuerpo, envejecimiento físico, dolores de cabeza interminables, dificultad respiratoria… Estos son solo algunos de los síntomas que sufren, o han sufrido los pacientes con Covid persistente.

La mayor parte de las personas que sufren estos achaques tiene menos de 50 años, pero su cuerpo parece que tiene 15 más. Se contagiaron hace meses o al inicio de la pandemia y todavía no han logrado olvidarse del coronavirus. Aunque las pruebas PCR sean negativas, su cuerpo no lo percibe como tal. Sus vidas quedaron paralizadas por el virus y no saben cuándo volverán a vivir con normalidad.

Por lo que se conoce hasta ahora, el covid de larga duración lo padecen aproximadamente un 10 % de aquellos que contrajeron el virus. La cifra de personas con esta dolencia podría sobrepasar las 488.000. Según autoridades sanitarias el número oscilaría entre 400.000 y 600.000 personas. Ana Calvo tiene 46 años; Isabel González, 42; Sandra Bautista, 29; Sergio García, 23. Son solo cuatro de las miles de personas con estos síntomas en España.

Todos ellos son pacientes del covid persistente o covid larga, un término que el neumólogo y vicepresidente de SEPAR (Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica), Germán Peces Barba, define como «persistencia de síntomas relacionados con la COVID-19, aparecidos tras la fase aguda o que aparecen en el seguimiento y que permanecen durante meses en la evolución». Su aparición no está relacionada con la gravedad de la infección inicial, por lo que puede afectar tanto a pacientes leves como graves hospitalizados.

Ana Calvo: «No soy lo que era antes»

Se contagió a primeros de marzo del año pasado por falta de medios y seguridad mientras trabajaba en su farmacia. Ese día cuando volvió a casa transmitió el virus a su familia.

Todavía un año y medio después tiene varias secuelas. Una de ellas es la que más predomina: la pérdida del gusto y del olfato. «De la colonia de mi marido, solo percibo el olor a alcohol, y no tiene la misma fragancia que antes. El paladar parece que ya está haciendo su trabajo correctamente», explica.

Un día se levantó con la boca y la lengua hinchada, sintiéndolas como anestesiadas por el dentista. «Tuve una parálisis facial, de esto me enteré a los meses de haberla pasado». No le dio importancia. Fue su familia quien le insistió en que fuera al médico. Cuando llegó a consulta le derivaron de forma inmediata a urgencias con protocolo ictus: «Tras varias placas me dijeron que los fuertes dolores de cabeza que me daban fueron microinfartos cerebrales. Por suerte no dejaron lesión cerebral y la parestesia está completamente recuperada». Ana sigue teniendo dolores de cabeza muy fuertes, adormecimiento de manos y mucho dolor físico. «Parece que me han echado 30 años encima».

Tras varias pruebas sigue sin una solución. No obstante, no se siente abandonada por los médicos, pues han estado con ella desde el minuto uno y le han realizado todo tipo de pruebas. Por quien sí se siente desatendida es por las instituciones: «Llevo de baja un año y han decidido que me tengo que incorporar a trabajar ya sin haber pasado por ningún tribunal médico». Los especialistas aseguran que no está en condiciones.

Farmacéutica de pie durante siete horas al día entre semana y doce los sábados. No puede cargar peso y descansar por las noches se ha convertido en un auténtico reto. Acude a Salud Mental para poder asumir el cambio de cuerpo y vida. «Psicológicamente estoy mejor, pero físicamente fatal, no soy lo que era antes. Me toca acostumbrarme a vivir con todo esto y rezar para que no me vuelva a pasar».

Ana Calvo antes (izquierda) y después (derecha) de la pandemia

Isabel: «Me sentía muy cansada, como pocas veces he estado»

Risas, buen ambiente, buenos amigos y un positivo por covid. Esto es lo que le pasó a Isabel: «Lo cogí en una cena de amigos, me sentía muy cansada, como pocas veces he estado. Recuerdo que me costaba muchísimo respirar y cualquier actividad era un mundo».

Una vez terminó la cuarentena ya todo parecía estar bien, hasta que le tocó el primer periodo, el segundo, el tercero… Todos ellos acompañados de taquicardias. «Cuando hablé con el médico después del covid le comenté que tenía taquicardias y que el periodo me bajaba cada 15 días. No le dio ninguna importancia, y dijeron que se me pasaría con el tiempo». Hoy las taquicardias son casi inexistentes, pero el ciclo menstrual de Isabel sigue igual. «No creo que en mi caso sea covid persistente, pero lo que sí que tengo son secuelas», aclara.

Sergio: «No tenía el coronavirus y seguía con síntomas raros»

Su contagio se produjo el 12 de diciembre. Fueron a ver a su tío y él, sin saberlo, estaba infectado. Días después, el 16 de diciembre, les dijo que había dado positivo en una prueba PCR y todos los demás familiares tuvieron que ir al hospital y repetir el proceso.

El positivo se lo diagnosticaron el 17 de diciembre. Al principio fue asintomático, pero cuando le quedaba un día para acabar la cuarentena su gusto y olfato desaparecieron. «Al ser un caso "raro" la sanidad pública decidió hacerme una PCR en la que di negativo». Pasados diez días recuperó el gusto, pero el olfato seguía atrofiado. Meses después los dos sentidos se le empezaron a alterar: «Me volvieron a hacer una PCR y volvió a dar negativa. No tenía el coronavirus y seguía con síntomas raros».

Tras esto decidió ir al otorrinolaringólogo y le mandaron seguir un tratamiento de vitaminas y anticoagulantes. El gusto y el olfato seguían igual, para él todo tenía un sabor y olor metalizado: «Solo podía distinguir los olores muy dulces, muy salados o muy ácidos, pero sin llegar a saborear realmente lo que era».

Un mes después Sergio volvió al especialista, el cual le recetó cortisona y un protector gástrico que nunca tomó porque poco a poco se iba recuperando de sus dolencias. «El doctor me explicó que esta secuela del covid larga produce por una inflamación de un nervio y que no saben si los tratamientos que recetan son realmente eficaces o es el propio cuerpo el que va desinflamando ese nervio poco a poco».

Hace casi un año que se contagió y sigue su vida normal, tal y como era antes de la crisis del coronavirus, con una única alteración: los olores fuertes se han vuelto para él insoportables.

«Tengo esperanzas en recuperarme, ha pasado casi un año desde mi contagio y parece que poco a poco voy recuperando tanto el olfato como el gusto».

Sergio García antes (izquierda) y después (derecha) de la pandemia

Sandra: «Como no tenía PCR positiva me trataron como loca»

En pleno eclosión del covid en España empezó con síntomas, se creía que eran migrañas. Aun así, sin mucha idea de lo que estaba por venir, y tras pasar por urgencias y ver el colapso, se autoconfinó para evitar contagiar a su familia.

Tras dos meses sin salir por faltas de PCR empezó lo peor para ella: «Yo seguía con mucha fatiga, dolores musculares que impedían poder moverme, dolores de cabeza, tos, dificultad para respirar, insomnio, fatiga extrema, he perdido capacidades cognitivas, problemas de salud mental, depresión…».

En junio de ese mismo año se contagió del citomegalovirus debido a todas las secuelas y las bajas defensas que tenía del covid persistente.

Un año después, cuando ya parecía que se iba acostumbrando a su nueva forma de vida, Sandra volvió a contraer el COVID-19 y esta vez la llevó a estar ingresada en el Hospital Isabel Zendal. En total estuvo 17 días siendo positivo.

«Las secuelas que aun sigo arrastrando son ansiedad; depresión; diarrea; vómitos mucha fatiga y problemas cognitivos, en una conversación normal no me salen la mitad de las palabras que quiero decir». Estos efectos de la covid larga le están impidiendo hacer su vida normal y le han hecho adelgazar 10 kilos.

Lleva de baja desde el 11 de marzo de 2020, asistiendo a medicina interna y a neumólogos: «Como no tenía PCR positiva me trataron como loca por esto del covid persistente».

Esta madrileña padece esclerosis, por lo que la enfermedad autoinmune y el tratamiento inmunosupresor hacen que, habiendo pasado dos veces el virus y con la pauta vacunal completa, no tenga anticuerpos: «Aun con mi enfermedad, no me hicieron caso, no me vieron nunca como persona de riesgo». Han pasado dos años duros, pero tiene muchas esperanzas en recuperar su vida de antes y volver a viajar.

Sandra Bautista antes (izquierda) y después (derecha) de la pandemia

Según Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), el Covid Persistente se manifiesta cuando el paciente tiene un determinado número de síntomas que nunca ha logrado curar y que permanecen en su organismo de forma activa y sin periodo de curación y pasan 12 semanas en el tiempo. Se cree que al 25 % de estos pacientes mejoran con la vacuna.

«El covid persistente puede afectar a cualquier parte de nuestro organismo», asegura el doctor Armenteros. «En personas de sintomatología negativa, incluso grave, es recomendable la vacunación. Sigue siendo mayor el beneficio sobre los perjuicios que pueda tener».

En el hospital Germans Trias i Pujol de Badalona, dirigido por la doctora Lourdes Mateu, existe una unidad exclusiva para estos pacientes. En ella hay todo tipo de especialistas. Desde médicos, enfermeras, terapeutas ocupacionales, psicólogos, fisioterapeutas, trabajadores sociales, etc. «Esta enfermedad novedosa puede afectarte físicamente en tu organismo, pero también a tu vida privada y personal».

Los síntomas más habituales del covid persistente o long covid son la fatiga extrema, las dificultades para respirar, la tos y los dolores en las articulaciones o el cuello. También problemas de memoria y concentración, pero la lista es extensa, según Armenteros: «Hasta 205 síntomas diferentes».