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Tres barrios Tazacorte han sufrido dos confinamientos en menos de dos añosAndrea Domínguez

Volcán de Cumbre Vieja

Confinados entre un volcán y la lava en el mar: «Fue peor que la pandemia»

La llegada de la lava al agua obligó a encerrar cuatro barrios de Tazacorte debido a «los gases ácidos y el desprendimiento del frente de lava»

María barre la acera de su casa en el municipio de Tazacorte como cada día desde que erupcionó el volcán de La Palma. Este martes nota más ceniza que días anteriores y se la aparta de sus brazos y de su pelo. A cinco minutos de su casa, dentro de la misma localidad, confinaron a una amiga. Tres barrios de la isla bonita han sufrido dos confinamientos en menos de dos años, ambos por causas muy diferentes. Primero, la irrupción de la COVID-19 y ahora, una erupción volcánica.

El 27 de septiembre, el Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca) ordenó el confinamiento de los barrios de San Borondón, Marina Alta, Marina Baja y la Condesa. Todos ellos están localizados en la costa de Tazacorte, donde la colada de lava alcanzó el mar después de diez días, a través de la playa salvaje de Los Guirres. La llegada de la lava al océano era algo que preocupaba desde que comenzó la erupción. El comité científico advirtió que la interacción de la lava con el mar podría generar «columnas de vapor de agua con gases ácidos y desprendimiento del frente de lava», pudiendo producirse emisiones de fragmentos en la cercanía del contacto. Estos gases fueron la causa de que los habitantes de cuatro barrios palmeros fueran recluidos en sus casas hasta nuevo aviso.

El 28 de septiembre el volcán de Cumbre Vieja llegó al marAndrea Domínguez

En una cadena de supermercados regional trabaja Eugenia, una mujer canaria de 46 años de la zona de Marina. A pesar del confinamiento, acudía a trabajar cada día y confiesa que otros muchos también salían a cuidar las plataneras. Para ella, si hay que comparar, vive mucho peor este último encierro. «Es la primera noche que consigo dormir desde que comenzó todo esto», confiesa Eugenia, que no puede contener las lágrimas al hablar de la situación. Hace dos días su único hijo se trasladó a Tenerife para continuar sus estudios. «Como madre siempre quieres que se queden cerca, pero esta vez estaba deseando que se fuera», atestigua. El cansancio le pesa y las historias que escucha de sus vecinos de más arriba, de otros municipios dañados por el volcán, los de El Paso y Los Llanos, hacen que se vaya a casa llorando. 

Desde su vivienda se pueden escuchar los estruendos del volcán, ahora en fase más explosiva, el tiritar de las ventanas y las puertas, pero también el correr de la lava en el mar. Antes por el coronavirus mantenía todo abierto, ahora debe cerrar a cal y canto para que los gases tóxicos no entren a su hogar. Allí tampoco puede escuchar música. «Me pongo la música y siento que tengo que quitarla por si me pierdo algo», se sincera.

Mientras Eugenia despacha las bolsas a los clientes, dos personas vacilan sobre cuántas azoteas han barrido hoy. La presencia de la brisa hace complicado el trabajo de los vecinos que pretenden eliminar la ceniza de sus casas por el riesgo a los derrumbes o taponamientos. La siguiente clienta confiesa a Eugenia que no sabe ya cuanto tiempo lleva sin pegar ojo. Fuera, en la calle, los vecinos vuelven del trabajo en una vida aparentemente normal, comen en el bar, charlan entre ellos, pero siempre repiten el mismo gesto: el de retirar la ceniza que se cuela entre los ojos.

El Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) aproxima la cifra de dióxido de azufre desde que empezó el volcán a 25.000 toneladasAndrea Domínguez

Muchos vecinos y vecinas creían que cuando la colada llegara al mar «se acabaría todo». Nada más lejos de la realidad. El volcán aumentó después su explosividad, se han abierto nuevas bocas y los ríos de lava, cada vez más anchos, continúan destruyendo cultivos, animales e inmuebles a su paso. Según los datos del sistema de observación terrestre de la Unión Europea Copernicus ya son 1.046 las edificaciones dañadas por la erupción. De ellas, 108 infraestructuras están parcialmente afectadas.

La noche del 1 de octubre, el Pevolca anunció de forma urgente un nuevo confinamiento que se sumaba a los cuatro barrios de Tazacorte. Esta vez se trató de algunas zonas que pertenecen a los municipios de El Paso y Los Llanos de Aridane, los dos más afectados por la erupción. La calidad del aire no era buena, ya que se registraron niveles elevados de dióxido de azufre. El encierro se ordenó entre el cruce de Camino Cruz Chica con la LP-2 hasta el cruce con Nicolás Brito Pais.

El 2 de octubre se levantó el confinamiento de los núcleos de población de Tazacorte, El Paso y Los Llanos de AridaneAndrea Domínguez

El silencio se apoderó esa noche de los barrios confinados, en los que solo se escuchaban los estruendos y las explosiones emitidas por el volcán, que ha lanzado ya el doble de metros cúbicos de lava que el volcán de Teneguía, que erupcionó en 1971. Al día siguiente, el pasado sábado, el Pevolca acordó levantar el confinamiento en estas zonas de Los Llanos y de El Paso, así como también el que se había aplicado en Tazacorte. Las condiciones meteorológicas eran favorables y la calidad del aire mejoró exponencialmente. Pero el confinamiento es, para los vecinos de La Palma, lo de menos. Aunque puedan salir de casa e intentar llevar su rutina con normalidad, no podrán descansar hasta que el monstruo se duerma de nuevo.

Recomendaciones en el confinamiento

Algunas de las recomendaciones lanzadas a la población por el comité científico eran cerrar las puertas, las ventanas, las persianas, y todas las entradas de aire procedentes del exterior incluso con cinta adhesiva. Además, aconsejaban que el confinamiento se hiciera en las habitaciones más interiores. Los expertos también pidieron que no se utilizaran los teléfonos, con el fin de dejarlos libres para los servicios de socorro.

Las zonas cercanas al centro de Tazacorte están perimetradas, se impide el acceso por la presencia de las coladas del volcán. A partir de esos puntos, controles policiales custodiados por agentes de la Policía Nacional, Guardia Civil y Protección Civil velan por la seguridad en las zonas más próximas al desastre. El avance de la lava y su llegada al mar ha dividido La Palma en dos y ha cortado todos los accesos que conectaban a Fuencaliente, en el sur de la isla, con Tazacorte. Ahora, estos vecinos viven tratando de acostumbrarse al rugido de un volcán que lejos de ser familiar, les pesa y asusta cada día.