Educación
Las otras consecuencias de pasar de curso con suspensos: «Estamos generando una sociedad manipulable»
La nueva legislación en materia Educativa propone poder pasar de curso e incluso obtener el título de la ESO o Bachillerato con suspensos. El problema va más allá de la formación académica. Será una generación fácilmente manipulable acostumbrada a evitar el esfuerzo y sin capacidad para desarrollar el pensamiento crítico
«Si formamos a personas sin capacidad de esfuerzo, sin espíritu crítico, anulamos su voluntad, las convertimos en personas manipulables, que funcionan sin sacar la cabeza, sin defender los valores, se convierten en rebaño». Para Mercedes Honrubia, directora de Coincidir, mediadora y coach familiar, por cuya consulta pasan muchos chicos con problemas, este va a ser el efecto más grave del recién aprobado Real Decreto sobre promoción y obtención de los títulos de ESO y Bachillerato. Porque, si aprobar o suspender ya es accesorio, «se penaliza al que se esfuerza, es el boicot al mérito y al esfuerzo que son pilares de la educación».
Lo que llegó como una solución puntual para la extraordinaria situación de pandemia, confinamiento y enseñanza online que vivimos desde marzo de 2020 –aprobar a los que no lo merecen y evitar que, quienes lo necesitan, repitan curso– ha tomado carta de naturaleza en el la nueva norma que ha visto la luz en forma de Real Decreto 984/2021 con el significativo cambio frente a las normativas precedentes de permitir promocionar e incluso obtener el título de Secundaria y de Bachillerato con alguna asignatura suspensa.
El debate está servido porque es evidente su implicación académica en la formación de unos alumnos que no completarán correctamente la adquisición de competencias previstas. Pero va más allá, porque aceptar el suspenso como si tuviera el mismo valor que un aprobado tiene consecuencias psicopedagógicas que pasarán factura el día de mañana. «Están anulando la voluntad de los estudiantes, su capacidad de superación, crecimiento personal e intelectual. Podrán hacer con la persona lo que quieran», explica Honrubia.
Al dar por bueno el suspenso, se les traslada la idea de que no es importante el esfuerzo y de que, además, no creemos que sean capaces de esforzarse hasta obtener las competencias y los conocimientos necesarios para aprobar determinada asignatura. La pérdida de confianza en ellos lastrará su autoestima al tiempo que no les permitamos construir las bases de su propio conocimiento.
La decisión por parte del actual Gobierno de reducir el volumen de alumnos que no pasa de curso, es decir, que repite, y de conceder el título de ESO y Bachillerato, aunque tengan alguna asignatura pendiente, reducirá, sin duda, sobre el papel y los datos comparados de la OCDE, uno de los problemas que arrastra España en sus ratios de Educación: el alto índice de fracaso escolar. Sin embargo, aunque van a mejorar nuestras cifras de éxito, esta medida no va a solucionar el verdadero problema: el bajo nivel formativo de algunos alumnos, motivado, en muchas ocasiones, por brechas sociales y económicas difíciles de superar y por la escasa infraestructura de refuerzo educativo de la que disponemos en el sistema.
Mirar hacia otro lado con los suspensos y disimular nuestras cifras de fracaso escolar con títulos concedidos sin los conocimientos suficientes solo es una forma de huir de un problema real que no se está abordando. Para la psicóloga Blanca Sicilia, especializada en psicología educativa, «el mensaje que les llega no es que se busque o se premie la excelencia, el compromiso o el esfuerzo, que sean responsables cada día con sus cosas, que sepan que, gracias a ese esfuerzo van a poder aprobar una materia».
Al contrario, al tratar de evitar los suspensos, que los propios estudiantes reconocen como una falta de conocimiento, les estamos generando «un problema de resiliencia, fracaso, frustración. Les impedimos caer y aprender a levantarse», dice Sicilia. No hay aprendizaje sin error. Y si esa capacidad de resiliencia y superación no se entrena cuando son jóvenes, «luego la vida los suspende y no les pregunta».
En efecto, como apunta Enrique Escandón, director del Colegio Alameda de Osuna, de Madrid, aprobar indebidamente a los alumnos y permitir que promocionen y titulen sin estar preparados solo «devalúa su educación y traslada el problema a la Universidad». Además, «afecta mucho a la tolerancia a la frustración. Un suspenso es la consecuencia de no haber adquirido los conocimientos básicos», señala Honrubia.
El objetivo, a partir del suspenso, es establecer el camino adecuado para superarlo. Por eso es tan importante «evitar el mensaje de que no es necesaria la capacidad de superarse a sí mismo, de superar las dificultades, de encajar una situación sobrevenida. Tenemos que saber que no son débiles, no podemos trasladarles la idea de que les aprobamos para no hacerlos sufrir, porque creemos que no lo van a aguantar», explica la psicóloga Blanca Sicilia.
«Para adolescentes en pleno proceso madurativo, el que se le iguale por tabla rasa en lugar de fomentar el espíritu de superación, les desmotiva porque se dan cuenta de que la cultura del esfuerzo no tiene la recompensa que se le han estado inculcando», aporta Honrubia.
La solución al problema que tiene España en el fracaso escolar no pasa por esconderlo, sino por resolverlo. Para Sicilia, el reto está en «ser muy realistas para ser conscientes de las capacidades de cada estudiante. Y entonces, sobre esas capacidades, poner todo en juego para demostrarle que el esfuerzo tiene recompensa. La verdadera educación debe poner las herramientas necesarias que se adapten a todos los alumnos», no regalarles un título que no han obtenido.