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Con la bata puestaIsabel Rojas Estapé

Lo quiero aquí y ahora

Las cosas que valen la pena en la vida requieren de un tiempo, de un trabajo, de una elaboración, para que cuando uno eche la vista atrás se sienta orgulloso de lo conseguido

Actualizada 04:30

Si tenemos hambre, Glovo te trae la comida que te apetezca en menos de una hora. Si necesitas cualquier cosa para ya, con Amazon Prime al día siguiente lo tienes. ¿Qué quieres «ligar»? En un par de horas puedes quedar con una persona y terminar en sus brazos (si así lo deseas) «gracias» a Tinder. Y es que hemos perdido la capacidad de saber esperar. Vivimos en un mundo de la «recompensa instantánea», del aquí y el ahora.

Esta sociedad del bienestar ha hecho que cada vez consigamos las cosas más rápido y con menos esfuerzo. Algo que aparentemente es muy bueno pero que poco a poco va carcomiendo nuestra capacidad de esfuerzo. Y es que las cosas que valen la pena en la vida requieren de un tiempo, de un trabajo, de una elaboración, que día tras día va saliendo, para que cuando uno eche la vista atrás se sienta orgulloso de lo conseguido. Y para conseguir lo que uno se propone se necesita voluntad.

Palabra manida y pegajosa que en muchas ocasiones produce rechazo. Desde que tengo uso de razón llevo escuchando en mi casa hablar de la voluntad. Mi padre siempre dice que es más importante una persona con voluntad que una persona inteligente y es que la excesiva confianza en la inteligencia propia lleva a la persona a despreciar la voluntad. De ahí la importancia de luchar siempre. Pues quien tiene voluntad consigue lo que quiere.

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La voluntad es la capacidad para querer algo y poner todos los medios para lograrlo. Como dice el Dr. Rojas «la voluntad es la joya de la corona de la conducta» pues quien tiene voluntad alcanza todo lo que se propone.

La voluntad es determinación. Determinación para proponerse metas y objetivos. La meta es el final del camino, allá donde quiero llegar. Aquello que quiero conseguir. Sin embargo los objetivos son esos pasos que he de ir dando para lograr lo que quiero. La meta es intangible, incuantificable, etérea, mientras que los objetivos son palpables, medibles, materiales. Un ejemplo claro es la meta de querer perder unos kilos, y para ello los objetivos que uno se tiene que poner van en torno a no comer entre horas, hacer ejercicio, beber más de dos litros de agua al día, no comer azúcares, etc. Los perdedores y los luchadores no se hacen de un día para otro, sino que siempre quieren ir a más, a mejor. Quien lucha está siempre contento y de ahí que la voluntad patrocine la alegría. Por eso voluntad y alegría hacen un binomio inquebrantable que forma la base de la autoestima. Quien no tiene voluntad se deja llevar por la moda del momento, por el qué dirán, o por lo que el resto piensen. Así que cada vez que uno piense que no tiene autoestima, que analice su voluntad y no recurra tan fácilmente a esa comida que le apetece o a ese ligoteo fácil, sino que posponga la recompensa sabiendo que en ese pequeño acto se halla un gran logro personal incuantificable para el resto de la vida.

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