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Carteles de Vox contra el bable en las afueras de AviléEFE

Sociedad

El laberinto del asturiano

Asturias afronta el debate sobre la necesidad o no de dotar de carácter oficial al asturiano y al gallego-asturiano

Cuarenta años después de la aprobación de su Estatuto de Autonomía, Asturias afronta un debate recurrente en ese periodo sobre la necesidad o no de dotar de carácter oficial al asturiano y al gallego-asturiano, una medida que marca una división social difícilmente traducible en cifras. Un laberinto que, aún con matices, llama a posicionarse a favor o en contra.

Desde 1981, el bable, denominación caída ahora en desuso entre los partidarios de la oficialidad, goza de protección estatutaria y, tres años después, comenzó a impartirse como asignatura en los colegios una lengua a la que se atribuye un origen románico similar al castellano, catalán o gallego.

En ese origen y en la necesidad de preservar una riqueza cultural que fue perdiendo presencia en el ámbito culto y en la literatura a lo largo de los siglos al producirse un fenómeno de diglosia, la coexistencia de dos lenguas en la que una se reserva para el ámbito familiar mientras que la segunda, en este caso el castellano, se utiliza en el resto de ámbitos al gozar de mayor prestigio social.

Jovellanos, el Surdimiento y la Transición

Si el ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos abogó ya por crear una Academia del bable no fue hasta el comienzo de la Transición democrática cuando el asturiano empezó a formar parte del debate político en el Principado. Así, las primeras manifestaciones tras la muerte de Franco en defensa de la democracia y la autonomía llevaban ya aparejada la reivindicación del bable nes escueles.

El Surdimiento fue la denominación de un movimiento de defensa del asturiano impulsado por el que en 1980 sería primer presidente de la Academia de la Llingua, Xosé Lluis García Arias, y por Xuan Xosé Sánchez Vicente, líder de un Partiu Asturianista que obtuvo representación parlamentaria y cuyo voto, a cambio de aprobar un presupuesto, posibilitó la vigente ley de uso y promoción.

Patrimonio común o debate político

Esa normativa, que sitúa al asturiano al borde de la oficialidad, fue impulsada por un Gobierno del PP, un partido que, años después, planteó la posibilidad de que la oficialidad del asturiano se incorporase a la reforma estatutaria mediante una reserva de ley de forma que pudiera ser aprobada más tarde, y ya sin pasar por el Congreso, por una mayoría reforzada en la Cámara autonómica.

Izquierda Unida, y después Podemos desde su nacimiento, asumió como propia esa demanda de oficialidad que la formación mayoritaria de la izquierda en Asturias, un PSOE que ha gobernado la región en nueve de las once legislaturas autonómicas, nunca respaldó hasta 2017.

El congreso socialista que ese año llevó a Adrián Barbón a la Secretaría General de la FSA-PSOE impulsado por la ola que devolvió a Pedro Sánchez al frente del partido aprobó en una de sus comisiones –38 votos a favor, 23 en contra y 12 abstenciones– un histórico cambio de postura al que se oponía de manera contundente el entonces todavía presidente del Principado, Javier Fernández.

¿Qué ha cambiado en favor de la oficialidad?

«Hay minorías que piensan menos en el asturiano como elemento de comunicación que como elemento de identidad», advertía un Fernández que alertaba del riesgo de que la llingua fuera «un elemento de confrontación más allá de lo normal en política» y señalaba que, al margen de que su sucesor como presidente anunciase un modelo «amable», la oficialidad implica obligaciones a la vez que rechazaba que se reconociese «el derecho de una lengua a tener hablantes obligatorios».

Pocos años después, el discurso del ahora líder del socialismo asturiano señala, por el contrario y pese a admitir que esta cuestión genera discrepancias en su partido –dos ex presidentes del PSOE están favor y otros dos en contra–, que la oficialidad evitará la desaparición de un bien cultural cuya protección ampara la Constitución y que, en quienes se oponen, «late un complejo de inferioridad».

El disputado voto de foro

Con su nueva postura sobre el asturiano el PSOE revalidó en 2019 su triunfo en las autonómicas con 20 escaños –seis más que cuatro años antes, cuando tuvo el peor resultado de su historia–, una cifra que ni los más optimistas esperaban y que les situaba a tres de la mayoría absoluta y que, sumando a IU y Podemos, se quedaba a un solo apoyo de la mayoría reforzada necesaria para reformar el Estatuto.

Con PP, Ciudadanos y Vox –que capitaliza en redes sociales y en las calles la oposición a la oficialidad con una agresiva campaña contra Barbón y contra Foro criticada por el resto de partidos– alineados claramente en contra, los dos diputados de Foro, la formación regionalista con la que Francisco Álvarez-Cascos llegó al Gobierno autonómico en 2011 tras su abrupta salida de la formación popular, se convertía en imprescindible para sacarla adelante.

Una formación quebrada tras expulsar a Cascos, y que obtuvo grupo parlamentario con sus dos diputados junto a Vox e IU gracias a una reforma 'exprés' del Reglamento parlamentario, decidirá así, y ya ha puesto condiciones en el ámbito fiscal y en la necesidad de que la futura ley de normalización requiera una mayoría reforzada, sobre una cuestión descartada en su último programa electoral.

La discrepancia social

Mientras tanto la sociedad sigue dividida sobre la posibilidad de ser una comunidad trilingüe –la oficialidad incluye al gallego-asturiano, la fala de 18 municipios occidentales con algo más de 35.00 habitantes– tras más de dos décadas con una ley de uso que carece de reglamento.

En ese periodo, los tribunales resolvieron, siempre a favor, las cuestiones planteadas por quienes veían conculcado su derecho a usar el asturiano en el parlamento o en sus relaciones con la administración en cuestiones como la presentación de tesis universitarias, de candidaturas electorales o en la eliminación del límite mínimo de alumnos fijado en los colegios para impartir la asignatura.

Así, el debate se centra en si es viable o no esa coficialidad «amable» y si su mera declaración conlleva o no obligaciones dado que el Tribunal Constitucional ha señalado que esa medida es «independiente de su realidad y peso como fenómeno social» y que, una vez reconocida, sería lengua vehicular en la enseñanza con un mínimo del 25 por ciento de clases impartidas en asturiano.

En ese ámbito educativo se imparte como asignatura desde 1984, siempre de forma voluntaria, y la cursan actualmente el 48 % de los alumnos de Primaria, que pueden decantarse por Cultura Asturiana como alternativa, y por el 15,2 % de los de Secundaria, donde es optativa, unos porcentajes que se reducen drásticamente en el caso de la enseñanza concertada.

De los 693 libros editados en 2019 en el Principado 59 estaban escritos en asturiano (23 de ellos con subvención pública)-, pero tampoco en el ámbito cultural y académico existe consenso y, mientras unos dan por hecho el innegable carácter de lengua del asturiano desde una perspectiva científica, en la parte contraria se recuerda la oposición que mostraron a ese criterio lingüistas como Emilio Alarcos.

«La sociedad está lista para un asturiano oficial», afirma el escritor Xuan Bello, autor de la «Historia universal de Paniceiros», un éxito de crítica y público en castellano publicada originalmente en asturiano. «Será un factor de ruptura, de conformación de la nacionalidad asturiana (...) el truco es muy evidente, buscar variantes dialectales y convertirlas en lenguas por decreto», replica Ignacio del Valle, LIII Premio de Novela Ateneo de Sevilla por su obra «Cuando giran los muertos».

«Lo primero y lo urgente es si estamos a favor de que los asturianos tengan derechos y de que no haya discriminaciones», advierte Xune Elipe, líder de la banda «Dixebra», que ha puesto banda sonora a la demanda de la oficialidad. Con 40 años al frente de Ilegales, el cantante y guitarrista Jorge Martínez proclama: «Las lenguas vernáculas son una maldición bíblica que siempre ha servido como mecanismo de opresión (...) ¿Qué hace la izquierda metida en esto?».

Así, después de cuatro décadas de autonomía, esa parte de la sociedad que utiliza el asturiano, que distingue entre el sueñu como acción y efecto de dormir y el suañu como acción y efecto de soñar, puede encontrarse, o no, en los próximos meses ante una nueva frustración en su aspiración de oficialidad pero sin haber conseguido que el resto deje ver esa posibilidad como una pesadilla.