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Actualmente, España es uno de los países en los que los tatuajes son más populares

Tiempos oscuros para los entusiastas del tatuaje: la UE impone restricciones en las tintas de colores

Eliminan el isopropanol, una sustancia considerada tóxica, y que está presente en la mayoría de los pigmentos con los que trabajan los tatuadores 

Tatuaje deriva del término onomatopéyico polinesio tautau que recuerda al sonido que hace la madera cuando golpea la aguja que se utiliza para dibujar sobre la piel. El término fue acuñado en 1769 por James Cook, quien observó esta práctica en Tahití, donde estaba muy extendida entre los habitantes, describiéndola en sus diarios como tatouage

Sin embargo, dependiendo del periodo histórico, este procedimiento ha sufrido diferentes valoraciones. Si en Egipto estaban bien vistos en la antigua Roma, donde se exaltaba al máximo la pureza del cuerpo humano, estaban prohibidos y se usaban solo para marcar a criminales y convictos. 

Hay quienes lo consideran una cultura, un arte capaz de transformar cada cuerpo en un lienzo vivo. Comunicarse y relacionarse sin la necesidad de emplear palabras, dejando que nuestra piel y sus signos hablen por sí solos.

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Libre de los prejuicios que los habían atrapado durante décadas, los tattoos viven un nuevo momento. El 38 % de la población mundial lleva algún grabado en la epidermis y España es el sexto país del mundo con más adeptos, según datos de la Federación Española de Tatuajes. Fuentes de la Unión Nacional de Tatuadores (UNTAP) contabilizan unos 3.000 estudios en nuestro país, cifras que podrían ser más elevadas si incluimos los salones que ejercen ilegalmente.

Ahora, cambian las reglas del juego para los tatuadores. La fecha prevista: el 4 de enero de 2022. A partir de ese día, entran en vigor en Europa unas normas más estrictas en cuanto a los pigmentos que los artistas usan para tatuar y realizar maquillaje permanente. Medidas que limitarán la creatividad de los diseños –si no se quiere incurrir en sanciones o incluso el cierre del local–, pero que persiguen que el sector esté más regulado. 

Queda totalmente prohibido el isopropanol, un tipo de alcohol presente en muchos pigmentos (cerca de 27). En el caso de químicos como el níquel o el cromo, se reducen los porcentajes. Además, se exige que se pongan a disposición del público pigmentos libres de sustancias que puedan provocar alergias. Es decir, se limita el uso de 'ingredientes' considerados cancerígenos, mutágenos y tóxicos para la fecundación, así como sustancias corrosivas e irritantes para la piel y los ojos. 

La normativa impone la obligatoriedad de informar al usuario sobre el contenido de los pigmentos que se inyectan. En la caja debe describirse con detalle, como ocurre con cualquier producto de alimentación, las características generales, origen, composición, duración, caducidad, etc. La industria deberá adaptarse a la nueva normativa, cambiando sus productos, antes del 4 de enero.

El peligro escondido bajo la piel

Reemplazar las tintas para que cumplan con la nueva normativa de la UE no es algo tan rápido y sencillo. Un 60 % de las tonalidades utilizadas por los tatuadores profesionales quedarán prohibidas. Hay que tener en cuenta que los pigmentos que se usan se producen, principalmente, en América y a los proveedores no les va a dar tiempo a tenerlos disponibles sí o sí en enero.

Bien, pues a partir de 2023, las cosas podrían complicarse un pelín más, ya que se prohibirán dos pigmentos, el azul 15 y el verde 7. Dos colores importantes porque actúan como base para crear otros. Desde Austria han lanzado Save the pigments, una petición al Parlamento Europeo en la que participan químicos y tatuadores de otros países para no reducir los tatuajes a cincuenta tonos de gris.

Por si esto fuera poco, los nuevos productos no dan garantías en cuanto a estabilidad y duración en el tiempo, provocando que la calidad del resultado final se deteriore.