Demografía
Siete gráficos para entender el problema de la natalidad en España
Las españolas afirman que querrían tener dos hijos de media, pero la cifra efectiva está en 1,23, la tercera más baja entre los países de la OCDE
La natalidad en España marcó en 2020 su mínimo desde 1941, al registrarse tan solo 341.315 nacimientos, un 5,35 % menos que el año anterior y 145.000 menos que hace una década. Pese a la incidencia de la pandemia en esta cifra, responde a un fenómeno que viene de largo, ya que la natalidad ha caído de manera prácticamente ininterrumpida en España desde 2009, coincidiendo con el estallido de la crisis económica.
Otros indicadores útiles para comprobar su evolución apuntan en la misma dirección: la tasa de fecundidad alcanzó en 2020 su mínimo en el periodo democrático, 32,48 nacimientos por cada mil mujeres, mientras que el número medio de hijos por mujer bajó en 2019 hasta 1,23, la tercera cifra más reducida entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), solo por encima de Malta y Corea del Sur.
Además, cada vez se retrasa más la maternidad: la edad media para convertirse en madre ha aumentado de manera constante desde 2009, pasando de 30,83 hasta 32,32 años. De hecho, dos de cada tres bebés nacidos en 2020 tienen una progenitora de más de 30 años.
Esta situación, unida a la elevada mortalidad registrada en 2020 a causa de la pandemia –493.776 defunciones, un 17,9 % más que el año anterior– dejó un saldo vegetativo de -3,21 por cada millar de habitantes, ya que en todas las comunidades menos la Región de Murcia, Baleares y las ciudades autónomas se produjeron más fallecimientos que nacimientos. Las regiones con un saldo más negativo fueron Asturias (-9,63), Castilla y León (-9,43) y Galicia (-6,52).
Si comparamos la natalidad en España en 2019 respecto a la cuantificada diez años antes, este indicador se ha reducido un 27 % a nivel nacional y entre un 37 y un 14 % en función de la provincia, con Asturias, Cantabria y Ávila sufriendo los mayores descensos. En relación con 1999, tres de cada diez provincias han aumentado el número de nacimientos, aunque la media estatal revela una bajada del 5 %.
Razones económicas y laborales
La baja tasa de fecundidad de España contrasta con la cifra de descendientes que las españolas aseguran querer tener, que rozaba los dos hijos (1,96) en la Encuesta de Fecundidad realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2018. El 83 % de las mujeres de entre 25 y 29 años afirman que desean concebir al menos un descendiente, mientras que las que efectivamente lo tienen con dicha franja de edad son dos de cada diez (20,8 %).
Esta tendencia se replica en otros grupos de edad: el 89 % de las ciudadanas de 30 a 34 años declaran querer tener hijos, aunque los acaban teniendo menos de la mitad (48 %). Solo entre las mujeres de 40 o más años la maternidad observada (81 %) se acerca a la deseada (90,65 %).
¿Por qué se produce entonces este desfase? Una de cada cuatro españolas asegura que no ha tenido el número de hijos que deseaba por razones laborales o de conciliación de la vida familiar y el trabajo, mientras que dos de cada diez aludía a cuestiones económicas para explicar esta situación. Un 15 % refería a motivos de salud o postergaba el embarazo para dentro de unos años, mientras que alrededor de un 7 % consideraba que no había encontrado la pareja adecuada o era demasiado mayor para tener más vástagos.
El análisis por grupos de edad muestra que las condiciones económicas desfavorables o imposibilidad de conciliar con el trabajo son las opciones mayoritarias para las mujeres de 30 a 50 años que no han cumplido sus planes de fecundidad. Un estudio elaborado por las investigadoras Alícia Adserà y Mariona Lozano (¿Por qué las mujeres no tienen todos los hijos que dicen querer tener?) explicaba que esta situación está relacionada con factores como la precariedad en el mercado de trabajo, que dificulta la búsqueda de un empleo fijo y retrasa la marcha del domicilio de los padres –a los 29 años de media, una de las más tardías de Europa–, la mayor inestabilidad en las parejas y unas políticas de apoyo a la familia «insuficientes».