El lado perverso de las redes sociales
Turismo de incendios: la última y peligrosa «moda» para conseguir 'likes' que enfurece a las autoridades
Los servicios de emergencias piden responsabilidad a los curiosos que se adentran en zonas restringidas por el riesgo que supone y para no entorpecer las labores de extinción en curso
Conseguir ‘likes’ a cualquier precio en redes sociales refleja desde hace ya varios años uno de los grandes fracasos de la sociedad de nuestro tiempo. Cualquier persona que se adentre en plataformas como Instagram o TikTok podrá encontrar de un vistazo rápido y sin mucho esmero decenas de cuentas de usuarios jugándose la vida al borde de acantilados o saltando al agua desde alturas vertiginosas y sin apenas espacio de caída. Todo vale para conseguir una foto o un vídeo y 'reventar' el contador de 'me gusta', y la última ocurrencia de decenas de personas en nuestro país ha sido acudir a zonas calcinadas por incendios para «echarse un selfi» con el que «presumir» de experiencia ante los seguidores y saciar los egos.
El fenómeno alcanzó su máxima expresión con Daniibom, la 'tiktoker' portuguesa cuyo vídeo bailando ante las llamas y riendo mientras una persona se ayudaba de una manguera para apagar las llamas desató una inmensa ola de indignación en internet, pero no es nuevo. El año pasado se produjo en fuegos como el de Sierra Bermeja (Málaga), y esta vez han sido los servicios de emergencia valencianos y el Gobierno regional los se han visto obligados a pedir responsabilidad a los «curiosos» que no han dudado en acercarse a los incendios de Bejís o Vall d’Ebo (Castellón) para procurarse una session de fotos diferente.
«A lo largo de estos días, de forma reiterada, se ha alertado a la población y se ha pedido responsabilidad a la ciudadanía para evitar este tipo de situaciones que no hacen otra cosa que generar riesgo para su vida e integridad física», reprochó este martes, con gesto muy grave y visiblemente indignada, la consellera de Interior, Gabriela Bravo, durante una visita a Bejís.
Con sus palabras, la política demostraba que se le había agotado la paciencia. Durante varios días, las autoridades habían insistido por activa y por pasiva en no acceder a las zonas calcinadas (además de prohibidas) ante los múltiples peligros que esto entrañaba tanto para los temerarios como para los efectivos de emergencias.
Las posibles consecuencias no eran triviales: suelos a altas temperaturas e inestables, posibilidad de corrimientos o desprendimientos de ramas y rebrotes. Además, advertían, su presencia podía entorpecer las labores de extinción (en forma de vehículos aparcados en la misma carretera por la que circulan con gran frenesí los camiones de bomberos, por ejemplo) o incluso desviar recursos en caso de que hubiera que llevar a cabo rescates, como ya había ocurrido en otras ocasiones.
Pese a que las multas previstas para este tipo de infracciones oscilan entre los 1.500 y los 30.000 euros, no hay por el momento constancia de individuos que hayan sido sancionados. En febrero, dos meses después del fin de la erupción del volcán de Cumbre Vieja (La Palma), la Guardia Civil interpuso 20 denuncias contra personas acusadas de violar el perímetro de seguridad de las zonas calcinadas por la lava, pero el total de personas que colgaron fotos «prohibidas» en redes sociales durante los tres meses que duró su actividad fue considerablemente más elevado.