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Educación

El nuevo libro de Lengua y Literatura señala al español como un idioma «impuesto» y «dominador»

«En España, la monarquía borbónica en el siglo XVIII, al imponer una lengua única para todo el Estado, acabó con la convivencia entre las lenguas peninsulares»

Paradojas de la vida, el nuevo libro de Lengua castellana y Literatura de la LOMLOE no tiene una buena opinión sobre el idioma oficial en todo el Estado español.

El español es señalado, en el manual que se usará a partir de este curso en Primero de Bachillerato (Editorial Casals), como un idioma impuesto por la «monarquía borbónica», que provocó «grandes conflictos sociales y culturales» a lo largo de nuestra historia.

«En España, la monarquía borbónica en el siglo XVIII, al imponer una lengua única para todo el Estado, acabó con la convivencia entre las lenguas peninsulares. Creció la situación de diglosia» –fenómeno en el que una lengua goza de mayor prestigio social y político y domina a la otra con la que convive– «entre el castellano y las demás lenguas, lo que ha producido graves conflictos sociales y culturales a lo largo de la historia de España», se puede leer en la página 187, cuando se aborda el bilingüismo social.

Euskal Herria o las siete provincias vascas, en el libro de Lengua Castellana y Literatura de la LOMLOECaptura

Ensoñaciones nacionalistas

El texto parece haber sido realizado por alguno de los gurús del nacionalismo periférico actual. En vez de exaltar y valorar la importancia del español por todo el mundo, se dice que su «imposición» a lo largo y ancho de España ha dejado en inferioridad a los otros idiomas cooficiales y dialectos que también se hablan en nuestro país.

En consonancia con los separatistas, la acción pasa por presentar al español como una lengua que domina y se impone, en detrimento de otras que son, por tanto, dominadas. «En el siglo XVII, Felipe V, después de la guerra de Sucesión, prohíbe el uso del catalán». Sin embargo, y por esa regla de tres, no hay mención de la 'dominación' que el catalán habría ejercido sobre, por ejemplo, el valenciano o el balear. Víctimas, sí, pero nunca verdugos.

La mención a la guerra de Sucesión tampoco es casualidad. Para el independentismo, fue el momento en el que se acabó con la posibilidad de avanzar en su autodeterminación. No en vano, la Diada –fiesta nacional catalana secuestrada por el separatismo– conmemora la derrota en este conflicto y por ello se celebra el 11 de septiembre (asalto de Barcelona por parte de las tropas de Felipe V).

Pero es que la terminología nacionalista también se hace muy presente en el citado manual a la hora de hablar del euskera o el vasco.

En el mapa que muestra la «zona vascófona» en nuestro país, se incluye el término de «Euskal Herria». La elección tampoco resulta inocente, como la anterior mención a la guerra de Sucesión y al sitio de Barcelona. Euskal Herria es aquel territorio que conforman las 'siete provincias vascas'. Es decir, la cuatro españolas, a saber, Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra, junto a las tres francesas, Labort, Baja Navarra y Sola, que en conjunto se conoce como Iparralde o País Vasco Francés. Unir a todos los vascos bajo la bandera de Euskal Herria niega la autoridad de los Estados español y francés sobre estos territorios.

Madrid sin 'pan tumaca'

En el apartado de actividades y análisis de textos, aparecen comentarios de El País o InfoLibre.

​En uno de ellos, Álex Grijelmo escribe en el periódico de Prisa sobre el 'pan tumaca', del que lamenta no encontrar en Madrid.

​«Parece increíble, pero se van vendiendo por Madrid bocadillos que consisten en un pan abierto sobre el que se extienden dos o tres lonchas de jamón sin más gracia ni más salero; a palo seco».

​El columnista desea que el castellano incorpore del catalán 'pan tumaca', aunque ya hay palabras para definir el pan con tomate:

​«Ojalá más temprano que tarde 'tumaca' acabe formando parte del Diccionario; para aliñarlo mejor, para poner un nuevo toque exquisito del catalán en el castellano y de paso, para retirarle de una vez al bocadillo madrileño su histórica tristeza».