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El porcentaje de personas sin hogar es mayor hoy que en 2012, según el INEPaula Andrade

Pobreza

El número de personas sin hogar crece un 24 % desde 2012: «No podemos permitir que terminen muriendo en la calle»

La pérdida del empleo, los desahucios y la falta de una red de apoyo familiar y social son las principales causas de esta problemática

Encontrar a una persona viviendo en la calle es más frecuente hoy día en España que en el momento álgido de la crisis financiera. Una encuesta del Instituto Nacional de Estadística ha revelado que el número de usuarios de comedores y albergues para personas sin hogar ha aumentado un 24 % en la última década, superando ya las 28.000 personas afectadas por esta problemática.

Aun así, la organización Hogar Sí, que se dedica a visibilizar y combatir el sinhogarismo desde hace 24 años, estima que la cifra real podría ser hasta un 30 % mayor, ya que la encuesta no contempla a las personas que viven de forma continuada en la calle y no recurren a los centros asistenciales.

Su subdirectora, Maribel Ramos, asegura que el centro de esta problemática es la incapacidad de conseguir «un empleo digno y estable que te permita tener autonomía económica para pagar una casa».

La mayoría de las personas a las que ayuda llegan a esta situación porque «pierden su trabajo y llega un punto en el que su red social y familiar no puede seguir soportándolos». En otros casos, «los afectados vienen a España con la expectativa de lograr un trabajo y una vida digna, pero no consiguen el resultado que esperaban».

Por ello, cree que «el sistema actual de atención a las personas sin hogar no funciona», ya que «no está diseñado para darles soluciones». «El modelo de atención tiene que cambiar hacia soluciones basadas en vivienda. Desde ahí las personas pueden hacer procesos de recuperación. Los únicos países que están logrando reducir el sinhogarismo, Finlandia y Escocia, son precisamente los que siguen este enfoque», incide.

El 40 % lleva más de tres años sin hogar

Pese a las limitaciones en su diseño, la encuesta evidencia que la pobreza extrema es un problema estructural en España. Por ejemplo, el 67 % de los afectados lleva más de un año sin disponer de una vivienda fija, y un 40 %, más de tres.

«Aunque el escudo social ha permitido que aumentara menos la pobreza durante la pandemia, para las personas que ya se encontraban en esta situación sigue resultando muy difícil salir de ahí. Ayudas como los ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) o el Ingreso Mínimo Vital están condicionadas a estar empadronado en una vivienda. Las personas sin hogar tendrían que empadronarse en un albergue o una entidad social para solicitarlas», recuerda Aitana Alguacil, técnico de investigación e incidencia en EAPN España.

«El confinamiento de 2020 permitió visibilizar la cantidad de personas que vivían en la calle. Las Administraciones Públicas habilitaron 8.000 plazas para personas en situación de sinhogarismo, pero cuando este terminó se cerraron», afirma Maribel Ramos, que se lamenta de que «no exista un buen sistema de indicadores que nos permitan monitorizar y conocer el verdadero impacto que ha tenido la pandemia en esta problemática».

Enfermedades mentales y agresiones

La violencia es otro de los grandes problemas con los que se ve obligado a lidiar a diario este colectivo. La mitad de las personas sin hogar han sido víctimas de algún delito o agresión (50,3 %), según el INE.

«Lo más habitual son los robos y los insultos. Están durmiendo en la calle, pero cuando despiertan, su móvil, su mochila o su ropa ya no está. En otras ocasiones, algunos jóvenes que han salido de fiesta se ponen a orinarles encima o pegarles patadas», detalla la subdirectora de Hogar Sí.

El 60 % de las personas afectadas lidia también con problemas de salud mental como la depresión, con frecuencia acarreados por su situación de sinhogarismo. «Tener que estar decidiendo continuamente qué hacer para cubrir tus necesidades más básicas genera un nivel de estrés y ansiedad grande», señala Alguacil.

Maribel Ramos apunta en la misma dirección. «La gente que vive en la calle sufre mucho. Nadie es feliz en ese espacio, quieren recuperar la vida que tenían antes. Por ello, tienen que trabajar mucho en la reconstrucción de su identidad, para que ese hecho no marque el resto de su vida. No nos podemos permitir como sociedad que las personas vivan y terminen muriendo allí».