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Víctor Pérez, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).SEPSM

La polémica ley trans

Víctor Pérez, psiquiatra: «Nos preocupan los adolescentes que con una enfermedad mental grave deciden cambiar de sexo»

Entrevistamos al presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM)

«Hay personas con enfermedades mentales tremendamente graves a las que es difícil dejarles tomar según qué decisiones y el sistema tiene que ser proteccionista». Como presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, Víctor Pérez, está de acuerdo con una ley trans que proteja los derechos de un colectivo, pero no a costa poner en peligro los derechos de los menores a una atención médica integral. Algo que hace el proyecto al eliminar la obligación de presentar un informe médico o psicológico para el cambio de sexo registral.

–Cree que la despatologización de la transexualidad ha dado alas a un sector del Gobierno para, de alguna manera, secuestrar el debate científico en la redacción de la ley trans.

–Nosotros no decidimos lo que es normal o no. Desde el momento que se despatologiza la transexualidad como una enfermedad, la capacidad que tenemos los psiquiatras es la de ayudar al que lo está pasando mal, no hay debate científico. Nuestro problema es que la ley elimina todo tipo de información médica de todas aquellas personas que piden un cambio de género. Hace una mención expresa en que, a la hora de valorar, no se tendrán en cuenta informes médicos, ni hormonoterapia ni intervención quirúrgica.

Estamos viendo cómo están aumentando las demandas de cambio de género en personas que tienen otro tipo de enfermedades y con alto riesgo de hacer un cambio sin estar seguro. Cuando alguien quiere donar un riñón –que tampoco es una enfermedad–, el sistema sanitario tiene una serie de protocolos para valorar la idoneidad. Lo hemos hecho en cualquier intervención que tiene riesgo y, en este caso, a nadie se le escapa que la intervención quirúrgica tiene difícil reversibilidad.

–Estamos hablando de chicos que empiezan a manifestar sus dudas de género sobre los 6-7 años, que comienzan tratamientos a los 15-16 y que durarán toda la vida…

–Y que tienen repercusiones graves. Cuando uno empieza a hormonarse deja de crecer y se queda con la altura que tiene al comenzar el tratamiento.

–¿Entonces, por qué normativizar las prisas en un proceso tan complejo y lento? Y, sobre todo, ¿por qué dejar fuera a los profesionales que van a estar involucrados?

–No lo sabemos. Las asociaciones médicas somos bastante conservadoras y no nos metemos a no ser que veamos personas que van a correr unos riesgos innecesarios. No nos asusta las personas que, con seis o siete años, nos dicen que quieren hacer un cambio de género, ya que asumen sus riesgos y tienen claro su deseo. Pero nos preocupan aquellos que tienen un sufrimiento por otros trastornos mentales y piensan que el cambio de género puede ser la solución a sus problemas. Empezamos a ver que algunos de ellos se arrepientan cuando ya es demasiado tarde.

–Hablaba de la evaluación, ¿qué porcentaje de menores trans han mostrado una evaluación dudosa o negativa?

–No existen esos datos porque hace mucho tiempo que, en algunas comunidades, los adolescentes que deciden cambiar de género no pasan por una evaluación. Con una evaluación es complicado equivocarte. Hay países como Inglaterra o Suecia en los que se están empezando a revertir estos procesos porque se han dado cuenta de que había muchos problemas en gente joven que empezaban con hormonas, no ya de efectos secundarios, cuando no era la solución.

Cuando te encuentras en una situación desesperada por otro tipo de trastorno como autismo, TLP o algunos cuadros depresivos, es lícito pensar que un cambio de género puede ser la solución. Pero los profesionales sabemos que no lo es.

–Un menor que desprecia su sexo como consecuencia de un abuso sexual, de un problema alimentario o de un ambiente en el que la homosexualidad no esté tolerada, ¿tiene el perfil de un buen candidato al cambio de género sin valoración médica?

–Hay que individualizarlo caso por caso. Una persona con una enfermedad mental grave no sería un buen candidato. En Sanidad se hace constantemente: a una persona, que está en una situación de crisis por un trastorno mental y está tomando decisiones que implican un riesgo importante, se le trata. Hay personas con enfermedades mentales tremendamente graves a las que es difícil dejarles tomar según qué decisiones y el sistema tiene que ser proteccionista y prevenir riesgos si se puede.

–¿Teme que las críticas de las asociaciones profesionales acaben redundando en un señalamiento político hacia una u otra ideología con el objetivo de que no se tengan en cuenta?

–Lo último que queremos es que se nos utilice en la guerra política que hay alrededor de esta ley. Nuestra única preocupación es el porcentaje de adolescentes que, teniendo una enfermedad mental muy grave, tome una decisión como esta, cuando es la enfermedad la que está decidiendo. No podemos quedarnos de brazos cruzados.

–La visibilización de la transexualidad ha sido avivada por el debate político. Cada vez ven más casos.

–Pero ese incremento no es por culpa de este debate político. La covid ha tenido una repercusión tremenda en la salud mental. Las tentativas de suicidio han aumentado un 300 %. Hay muchísimo malestar social, especialmente entre jóvenes que piensan que el cambio de género puede solucionarlo. Las redes sociales y el debate social hace que la gente valore esta opción como real. Los psiquiatras y los psicólogos clínicos no somos infalibles, pero por tener un poco más de precaución no vamos a pagar un alto precio.