Fundado en 1910

Sociedad

Hogares de Oportunidades, un trampolín contra la exclusión social

Mensajeros de la Paz ofrece alojamiento a personas de exclusión socio-residencial y en situación de calle para que puedan revertir esta situación.

René, peruana, nos acoge en su piso de Usera, al sur de Madrid. La presencia de su hija de seis años le impide entrar en detalles, pero las lágrimas en sus ojos revelan más de lo que podría contar. Al rato aparece Mari, nigeriana, que también vive con su hijo en este piso. Son unas compañeras de piso atípicas, reunidas por unas comprometidas circunstancias gracias a los Hogares de Oportunidades de Mensajeros de la Paz.

Se trata de un proyecto que esta asociación pone a disposición de personas en riesgo de situación socio-residencial y en situación de calle. Por estas casas, diseminadas por toda la Comunidad, pasan todo tipo de personas: menores tutelados, familias de países en conflicto o mayores de 60 que han pasado por la calle y mantienen un perfil más cronificado por adicciones o problemas mentales.

María Romacho es la responsable de estos Hogares y se encarga de gestionar todos estos hogares y controlar los conflictos que puedan surgir, que no son pocos. «Estos hogares nacen por la propia necesidad. Sin una vivienda, una persona difícilmente puede ir a trabajar al día siguiente o rehacer su vida».

Trabajadores y voluntarios trabajan con estos residentes para guiar desde una gestión de la economía doméstica hasta el desarrollo de habilidades sociales. Tampoco se descuida su formación para la integración en el mercado laboral.

«Una vez queda una plaza libre, valoramos todas las solicitudes para encontrar el perfil más idóneo. A partir de entonces se hace un itinerario acordado entre ambas partes –para que haya un compromiso por parte de la persona– y se va trabajando bien sea para conseguir una formación o documentación. Una vez está en una situación más estable, se crea un plan de ahorro para que pueda salir fortalecido del proyecto y sepa desenvolverse en el día a día», señala Romacho.

Para esta educadora social, el mayor problema al que se enfrentan es la adquisición de documentación. «En muchos casos se trata de personas que están cualificadas para hacer un trabajo que en Madrid está muy solicitado, como camareros, cocineros o personal de limpieza. Tienen la formación, pero no pueden trabajar por la falta de documentación», añade.

A pesar de las diferencias culturales, René y Mari han hecho muy buenas migas. «La convivencia es muy buena, aunque seamos de sitios tan distintos hemos congeniado muy bien», cuenta René. A punto de cumplir un año de estancia, está realizando cursos mientras espera solucionar el problema de su documentación. Mari, por su parte, está trabajando para conseguir algo de ahorro para traerse a su hija de Nigeria. Algo que les permita acercarse a la normalidad.