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Ciudadanos españoles que participan en el panel sobre desperdicio alimentario que organiza la Comisión Europea en BruselasJosé Ramón Pérez

Unión Europea

Un grupo de españoles ayuda a Bruselas a combatir el desperdicio de alimentos

La Comisión Europea ha creado un grupo de trabajo ciudadano que planteará recomendaciones para reducir el despilfarro de comida. En 2020, cada español tiró de media 90 kilos de comida a la basura

La Comisión Europea ha celebrado este fin de semana en Bruselas un panel en el que 150 ciudadanos procedentes de todos los países de la Unión han aportado ideas sobre cómo reducir la cantidad de alimentos que terminan en la basura de manera innecesaria.

Diversos estudios estiman que un tercio de la comida que se produce en el mundo y que se destina a consumo humano se acaba perdiendo. De acuerdo con los cálculos de Eurostat, los europeos desperdiciaron 57 millones de toneladas de alimentos en 2020, una cantidad que equivale a 127 kilos por persona. Los principales responsables de este despilfarro, que deja importantes pérdidas económicas cada año, son los propios hogares, seguidos de los productores de alimentos.

Para tratar de reducir su impacto, la Comisión Europea ha encargado a un grupo de ciudadanos la elaboración de una lista de recomendaciones que influirán en la iniciativa legislativa sobre residuos alimentarios que Bruselas prevé presentar el próximo verano.

Críticas a productores y distribuidores

Entre los participantes en el panel hay catorce ciudadanos españoles. Las largas horas de viaje para llegar hasta Bruselas no han conseguido acabar con su interés por el evento ni con su entusiasmo ante la posibilidad de hacer llegar su voz hasta los pasillos de Bruselas.

«Me parece interesante que las personas normales y corrientes podamos participar en las decisiones a nivel europeo», admite Venancio Castellano, graduado social residente en Sevilla. Como el resto de sus compañeros, tiene mucho que decir sobre el desperdicio de comida. «Para mí la clave son los envases que contienen los alimentos», señala.

«Por ejemplo, si quiero cocinar un puchero, tengo que comprar un kilo de arroz, otro de garbanzos, una bolsa de tomates y otra de patatas, cuando la cantidad que necesito para hacerlo es muy inferior. Esto hace que la comida se ponga en mal estado y haya que tirarla. Este desperdicio no se produciría con la venta a granel, ya que así pagas por la cantidad que quieres y no por la que te imponen», asegura Castellano.

La periodista Teresa Herrero también considera que no solo hay que poner el foco sobre el consumidor, sino que la toma de conciencia debe producirse «en todos los grupos que integran la cadena alimentaria». Los cálculos de Eurostat avalan esta percepción: los consumidores españoles realizan el segundo menor despilfarro de comida de la UE –30 kilos por persona de los 90 totales–, una cifra que solo supera Bulgaria, con 26 kilos.

Herrero afirma que muchas veces son los propios distribuidores los que «tiran muchos vegetales y alimentos envasados, por considerarse caducados, a pesar de que siguen en perfectas condiciones». Asimismo, la periodista recuerda que hasta hace unos años la Comisión Europea no permitía vender frutas y hortalizas deformes o pequeñas, una prohibición que dejaba un importante desperdicio y que «por suerte se corrigió».

Un compromiso personal y colectivo

Una de las participantes más jóvenes del panel es Blanca Sacaluga. Esta estudiante gaditana de 18 años celebra la oportunidad y reconoce que reducir el despilfarro de alimentos «no solo depende de uno mismo», aunque como individuo sí se puede «reciclar, comprar menos sin quedarte con hambre y evitar tirar comida».

Además, la joven cree que iniciativas como la venta de alimentos que no se han consumido en supermercados y restaurantes a través de aplicaciones como Too Good To Go son positivas, ya que permiten «aprovechar esos productos en lugar de tirarlos, ofreciéndolos a precios más baratos».

A lo largo de las tres sesiones que comprenden el panel, los ciudadanos tienen la oportunidad de asistir a conferencias ofrecidas por expertos y de embarcarse en un debate de ideas con sus compañeros. A partir de ellas elaborarán una lista de recomendaciones que influirán en la propuesta legislativa sobre residuos alimentarios que la Comisión Europea presentará en junio de 2023, y que se espera entre en vigor como nueva legislación en el año 2025.

La comisaria europea de Salud y Seguridad Alimentaria, Stella Kyriakides, interviene en el panel ciudadano sobre desperdicio alimentarioJosé Ramón Pérez

La comisaria europea para Salud y Seguridad Alimentaria, Stella Kyriakides, recordó al inicio del evento que, «en un mundo donde cada vez más personas no se pueden permitir comer, desperdiciar alimentos es simplemente inmoral». La política chipriota, procedente de la familia popular europea, incidió en que limitar el despilfarro supone «un triunfo triple», ya que implica «un ahorro para los hogares, para las empresas y agricultores y una ayuda para mejorar la situación medioambiental y el cambio climático».

La ley española se votará en 2023

El Consejo de Ministros aprobó el pasado mes de junio un proyecto de ley contra el desperdicio alimentario que se encuentra actualmente en trámite parlamentario.
El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, ha declarado que espera que el proyecto pueda aprobarse y entrar en vigor en el primer semestre de 2023.
La futura nueva ley no establece obligaciones ni sanciones para los ciudadanos por el uso que hacen de los alimentos en sus domicilios. Por el contrario, sí contempla multas de hasta 500.000 euros para los agentes del sector agroalimentario, desde el eslabón primario y las industrias a la distribución y la hostelería.
El proyecto les obliga a todos a contar con un plan de prevención para minimizar las pérdidas de alimentos y actuar para evitarlo priorizando se destine la cantidad sobrante al consumo humano.
Además, las empresas de hostelería deberán facilitar al consumidor que pueda llevarse, sin coste adicional alguno, los alimentos que no haya consumido, salvo en los establecimientos tipo bufé libre o similares.