Educación
La mitad de los estudiantes españoles ya van a clases particulares: los profesores de idiomas, los más buscados
Los hogares gastaron 1.700 millones de euros en clases particulares en el curso 2019/2020, según un estudio de EsadeEcPol
Las clases de inglés, de matemáticas, el teatro... Detrás de la lista interminable de actividades extraescolares a las que dedican sus tardes los más pequeños se encuentra el mercado de las clases particulares; uno de los sectores de negocio más prósperos y que ha conseguido mejor implantación en España en los últimos años.
En su auge ha influido la amenaza de un mercado laboral cada vez más demandante y competitivo. También la percepción de que el sistema educativo no garantiza el desarrollo de las competencias que pueden necesitar en el futuro. Por ello, cada vez más familias optan por ampliar y reforzar la formación de sus hijos fuera del horario escolar, hasta el punto de consumir estas lecciones como si fueran un bien de primera necesidad.
Un estudio del Centro de Políticas Económicas EsadeEcPol ha conseguido poner cifras y contexto a este fenómeno. Para ello ha fusionado dos encuestas del Instituto Nacional de Estadística, la de Presupuestos Familiares y la de Gasto de los Hogares en Educación. Según sus cálculos, el sector movió la friolera de 1.700 millones de euros durante el curso 2019/2020, absorbiendo el 15 % del gasto educativo de los hogares.
En este florecimiento ha resultado esencial la progresiva democratización a su acceso. En el año académico en el que se produjo el estallido de la pandemia, prácticamente la mitad del alumnado de la red educativa pública y concertada (47 %) recibió clases particulares, según las estimaciones de EsadeEcPol. Estas cifras tan elevadas se deben especialmente a su fuerte extensión «entre las familias de la parte más baja de la distribución de gasto».
El gasto medio en estas lecciones complementarias por estudiante y curso alcanza los 270 euros, aunque varía mucho de una etapa educativa a otra. Por ejemplo, en el segundo ciclo de educación infantil apenas ronda los 115 euros por alumno y año escolar, mientras que en el Bachillerato se llegan a desembolsar 420 euros.
Las diferencias por comunidades autónomas también son abultadas. El desembolso medio por estudiante en la Comunidad de Madrid supera en casi 200 euros el de Castilla-La Mancha. Pese a ello, Madrid es una de las regiones donde la educación en la sombra está menos extendida (41 %), lo que podría deberse a una distribución desigual de la inversión en esta materia y a un precio por clase más alto que en el resto del país.
La mitad de las clases son de idiomas
¿A qué materias se destina este gasto? En líneas generales, el estudio señala que, de cada tres euros gastados, dos se dedican a ampliar y perfeccionar conocimientos y el euro restante a reforzar y recuperar. Por ello, los reyes indiscutibles de las clases particulares en España son los idiomas. Las lecciones de inglés, francés, alemán y otras lenguas suponen el 46 % del desembolso de los hogares.
Les siguen las clases sobre materias curriculares centrales, como matemáticas o física (35 %) y las lecciones de disciplinas relacionadas con el arte (16 %). En la elección de la materia de estudio influye mucho la capacidad de gasto de los progenitores. Mientras que los estudiantes que viven en hogares pudientes optan más por las clases de idiomas y artes, los que provienen de familias más humildes tienden a elegir las asignaturas curriculares básicas.
El trabajo también aporta otros datos relevantes sobre los patrones de consumo entre los alumnos. Uno de ellos es que la inversión en clases particulares de los estudiantes de la red privada ya se sitúa en los 606 euros, duplicando la de la enseñanza concertada –300 euros– y casi triplicando la de la enseñanza pública –235 euros–. Otro, que los estudiantes que provienen de familias más pobres son los que más se benefician de las clases de refuerzo que ofrecen los centros.
«El crecimiento del mercado las clases particulares es un fenómeno más grande de lo que habíamos pensado y ante el que nos encontramos prácticamente a ciegas», reconoce Ángel Martínez, economista investigador en EsadeEcPol y autor del informe. Por ello, insta a las autoridades e institutos estadísticos a «medir su impacto de manera más periódica, y sobre todo, fusionarlo con los datos educativos, para conocer qué efecto tiene esta educación sobre los resultados de los estudiantes en las aulas».