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De d. a i., José Errasti, Marino Pérez, Nieves González Rico, Alberto Frigerio y su traductor, Manuel OriolThorun Piñeiro

Destripando la 'euforia trans': qué hay detrás del 'boom' de disforia de género y cómo puede atenuarse

La plataforma Scholaris celebra una mesa redonda a modo de contrapeso de la ley trans

¿Soy quien decido ser? ¿Por qué las reivindicaciones queer ocupan un lugar prioritario en la agenda social y política? ¿Cuáles son sus fundamentos, objetivos y debilidades? ¿Podemos decidir realmente lo que somos?

Con esta batería de preguntas sobre la mesa, la plataforma de reflexión cultural y educativa Scholaris se erigió en la tarde de este jueves en contrapeso de la ley trans, actualmente bajo tramitación parlamentaria. La fórmula: una mesa redonda que trató de dar respuesta a las inquietudes de padres y docentes en torno a la disforia de género y de escarbar, al mismo tiempo, en los orígenes del movimiento que ha terminado por tener una vigorosa influencia en la agenda de la izquierda política contemporánea.

Moderados por la directora del Instituto Desarrollo y Persona de la Universidad Francisco de Vitoria, Nieves González Rico, se dieron cita en el Auditorio Mutua Madrileña de Madrid tres expertos en la materia: José Errasti, profesor de Psicología en la Universidad de Oviedo; Marino Pérez, especialista en Psicología clínica y catedrático de Psicología en la Universidad de Oviedo; y Alberto Frigerio, médico y profesor de bioética en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Milán.

Basó cada uno de ellos sus intervenciones en sus respectivas áreas de estudio, y comenzaron remontándose Errasti –también licenciado en Filosofía– y Pérez a las raíces del movimiento queer, que ha terminado colándose en la agenda gubernamental y sobre el cual reposan los fundamentos de la ley trans.

Fue la filosofía posmoderna, sintetizaron, la que con su cuestionamiento de la realidad aceptada hasta el siglo XX nutrió una corriente que de pronto renegó de la idea de una reproducción binaria. «A partir de cierto punto, se empieza a afirmar que el sexo es un constructo social, que la sociedad blanca, heterosexual y hegemónica ha dividido en el sexo dos categorías para hacer desaparecer a todos los que no encajen en eso», dijo Errasti. «Y las creencias que estaban sólidamente establecidas, como la idea de que el sexo es inmutable o que si nacías hombre o mujer morías así porque no se podía cambiar, quedan devaluadas».

Es en ese contexto cuando, en la década de los 60, nace en los campus de las universidades estadounidenses un movimiento que, apuntó Pérez, «se ha terminado apoderando de la opinión pública, de gente joven que se pasa el día en redes sociales y cuyos contenidos están montados sobre esta ideología según la cual todo el mundo es como quiere ser y las palabras sustituyen a la realidad». Un lobby que, en definitiva, «ha acumulado poder al punto de influir en instituciones y gobiernos, de manera que su ideario es el que rige en la educación, al menos en los sistemas públicos, en relación a la problemática de la disforia de género».

Crisis identitaria

Esto deviene, en última instancia, en una «crisis de identidad» en la que influyen tres factores, según se avino a subrayar el italiano Frigerio: «los modelos sexuales fluidos que los medios de comunicación de masas transmiten y tienen un efecto de desorientación; la crisis de la familia y una mentalidad capitalista que hace que todo, incluso el cuerpo humano, sea mercancía y producto de intercambio; y la concepción de libertad como absoluta».

Son factores, al mismo tiempo, también determinantes en la dominancia del «individualismo» y el «hedonismo» en la sociedad actual. Pero, ¿qué puede hacer tanto el docente para que el alumno adquiera una «autoconsciencia de sí mismo» que le pueda ayudar a sortear situaciones como una hipotética disforia de género? Errasti, también profesor, incide en la necesidad de apuntalar un «desarrollo psicológico maduro» que se basa, entre otras cosas, en «decirle al alumno la verdad, que a veces será positiva y otras no», en lugar de condescender.

«La educación tiene que insistir en que volcarnos hacia los demás es un buen factor protector de la salud mental», apuntó, alertando de las preocupantes cifras de este tipo de problemas en jóvenes. En ello coincidió su contertulio Pérez, quien avisó de que «la educación no está preparando al niño para la vida», por lo que, advirtió, «terminarán siendo vulnerables» a este tipo de crisis. Para paliarlo, tres aspectos a trabajar: la independencia, la autoestima (para evitar la frustración) y la felicidad, que se ha asumido únicamente en «sentido superficial o comercial». Algo que no resulta ni muchísimo menos sencillo, pues «tres horas de charla te las tumba TikTok en un minuto», según matizó Errasti.