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Ángel Expósito: «El feminismo de ahora es demagogia»

El periodista presentada su último libro, titulado Mi abuela sí que era feminista. Mujeres superheroínas que desmontan el empoderamiento de postureo

El periodista, Ángel Expósito, coordinador de los informativos de la cadena COPE y presentador de La Linterna, ha presentado en El Debate su libro Mi abuela sí que era feminista. Mujeres superheroínas que desmontan el empoderamiento de postureo. Basado en hechos reales, doce testimonios de mujeres «superheroínas» defienden la igualdad «absoluta» y el empoderamiento «de verdad».

–¿Qué has aprendido escribiendo este libro? Y también después. ¿Para qué te ha servido?

–Este es un libro basado en historias reales de un montón de mujeres a las que he conocido por cualquier rincón del mundo. Desde Malí a Ucrania, pasando por las 3.000 viviendas de Sevilla o Pozuelo de Alarcón. Por lo tanto, lo que he aprendido ha sido a recordar sus historias, volver a escribirlas, hablar con ellas. Es un chute de fuerza, de energía y de dignidad impresionante por parte de ellas.

–Escribes testimonios de mujeres luchadoras, ¿qué quiere hacer ver a los lectores que lean el libro?

–Fundamentalmente, y no quiero politizar el libro, pretendo demostrar que el feminismo no es un invento nuevo. La excusa de mi abuela, que es el epílogo del libro de la abuela Macaria, es porque las auténticas feministas, quienes cambiaron el concepto de la mujer, quienes hicieron la transición, quienes consiguieron su propia igualdad, fueron ellas, no el feminismo oficial que nos intenta vender ahora este Ministerio y el Palacio de la Moncloa.

Estas señoras como yo han llegado con todo hecho y quien lo ha hecho han sido ellas, mi abuela y todas las que han venido detrás, aquí y en un montón de países del mundo. Por eso digo que son superheroínas. En aquellos tiempos, en esos países y no el postureo que nos invade ahora.

–Has hablado de la abuela Macaria ¿hay algo que podrías contar más personal o más familiar?

–La abuela Macaria, –le llamaban la Macaria porque era la hija del Macario–, se llamaba Valentina. Si tuviera que destacar algo es su infinito amor para los 14 hijos que tuvo, de los cuales solo sobrevivieron siete, para sus nietos, entre los cuales uno era yo. Y un punto del humor impresionante de Sancho Panza, castellano manchego de la España rural increíble.

Ella sacó adelante a la familia mientras el abuelo estaba en la cárcel por republicano. Sacó adelante a sus hijos, a base de estraperlo, a base de contrabando y a base de trapichear con aceite, con harina, con pollos, con cerdos. Hasta que emigró a Madrid y ya, pues cada uno por su lado.

–También has hablado del feminismo de postureo. ¿En qué se distingue con el que había anteriormente?

–El de ahora es demagogia. Y aquel no, el de las tres monjas de Ucrania que cuento misioneras a las que conocí en Kiev hace unos meses con las niñas y con los abandonados. Eso no es postureo, eso es jugarse la vida.

El de Silvia, una gimnasta en Pozuelo –uno de los pueblos más ricos de Europa– que trae niñas del chat para llevárselas a las Olimpiadas de París. Eso no es postureo, eso es una solidaridad inimaginable.

El de la capitán Cristina Justo, enfermera del Ejército del Aire, que se tira del helicóptero y que rescata migrantes todos los días sobre el Atlántico. Eso no es postureo, eso es un valor.

Y el de Remedios, que no se llama Remedios. Una gitana de las 3000 viviendas que se tira casi 20 años sufriendo el maltrato continuo de la familia de su marido y de su marido, que consigue huir, denunciar y que sale adelante con su hija. Eso es una mujer valiente, corajuda como pocas. Esa es la diferencia. El postureo es demagogia. Ellas son superheroínas.

–¿Cuál es la historia que más te impactó?

–Esta pregunta es una faena, pero me quedo con dos. Una es la de Gila, una niña de 15 años afgana a la cual sacaron los boinas verdes de Kabul hace dos veranos en aquel rescate terrorífico de la revolución talibán. Como cuenta la niña cómo consigue llegar a la valla del aeropuerto y como le sacan los boinas verdes a ella y a su familia en volandas de un inmenso pozo de mierda en la puerta del aeropuerto de Kabul, es escalofriante. La niña quiere ser médico y está estudiando en Ciudad Real. 15 años. Me parece una historia de superación ejemplar. Solo con 15 años.

Por otro laso, el capítulo uno. Conchita Martín, la viuda del teniente coronel Blanco. Estando en casa con los niños para ir al cole, reventó ETA al marido en el portal de su casa, en la esquina, hace exactamente 23 años. El testimonio de esa mujer, como educa a sus hijos sin rencor, sin odio en democracia y con pluralidad, me parece absolutamente creíble.

–¿Habrá más libros?

–Lo que hay es muchas más mujeres. Esa es la cuestión de la editorial, ¿habrá más libros? Depende de cómo se venda. Esto da un trabajo tremendo. Pero lo que sí hay son infinitos personajes más, infinitas superheroínas más, que merecen estar en estos libros. Todo lo que sea reconocer esa labor, reconocer ese amor inmenso por los suyos y por el prójimo que hace esta gente, merecería este libro y muchos más.