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La madre uterina tiene prohibido formar cualquier tipo de vínculo sentimental con el niñoGTRES

Un 10 % de madres gestantes necesitan terapia intensa para poder superarlo

Diversos estudios afirman que las mujeres que alquilan su vientre sufren, además de los efectos propios de cualquier embarazada, consecuencias psicológicas y emocionales

Ana Obregón ha sido madre gracias a un vientre de alquiler a sus 68 años. La noticia, publicada este miércoles por la revista Hola, ha saltado inmediatamente al escenario político. Mientras el PSOE y Podemos se muestran contrarios a esta práctica, el PP se abre ahora a regularlo si no hay «contraprestación económica». Vox, por su parte, ha destacado que no tienen «una posición sobre la gestación subrogada en madres de 68 años».

Un debate que dará de sí y que ha provocado que vuelva a estar en el candelero algo a lo que se le había dado carpetazo desde todas las formaciones políticas salvo Ciudadanos, que siempre ha defendido su legalidad en casos de altruismo. Pero si dejamos a un lado los debates éticos, ¿qué hay de los posibles efectos emocionales y psicológicos de la mujer gestante?

Según Mónica Bascuñana, psicóloga especialista en reproducción asistida, las emociones producidas durante todo el proceso, o más bien «la anulación de las mismas, así como las posibles dificultades posteriores en la entrega del niño», pueden suponer un efecto negativo en ellas.

En el artículo académico Aspectos emocionales y psicológicos en la mujer gestante, publicado en Dialnet, Bascuñana explica que cuando una mujer cualquiera se queda embarazada, no solamente va a experimentar cambios a nivel fisiológico, sino que se van a producir múltiples ajustes emocionales durante el transcurso del embarazo, como sentimientos depresivos, fluctuaciones en el estado de ánimo, hipersensibilidad emocional, pérdida de atractivo físico y de la independencia, entre muchos otros.

A todos estos sentimientos generales que atraviesan las mujeres embarazadas, en el caso de las portadoras de un vientre de alquiler suele tener además otros efectos negativos. «Las mujeres que se convierten en madres sustitutas generalmente tienen la creencia de que tendrán embarazos normales, pero si se presentan dolores y malestar significativo, la experiencia del embarazo sin finalidad de maternidad se puede convertir en problemática», haciendo que, en ocasiones, se terminen arrepintiendo de su decisión.

Además, en los contratos que establecen las condiciones del alquiler, las madres gestantes ven disminuida su capacidad de independencia, ya que se tiende a establecer restricciones en el estilo de vida de estas mujeres. Esto, según comentan los expertos, puede generar una sensación de falta de control sobre su propia vida y sobre lo que está ocurriendo.

Compensación económica

El concepto vientre de alquiler lleva aparejado una compensación económica a la mujer que gesta al bebé. Algo que en algunos países está regulado simplemente para cubrir los gastos propios del embarazo –ya que se supone que ha de ser algo altruista–, pero que en otros constituye directamente un pago por un recién nacido.

El estudio de Mónica Bascuñana argumenta que, en un primer momento, la mayoría de mujeres participantes consideraban que la existencia de dicha compensación les facilitaría el momento de la renuncia del niño tras el parto. No obstante, transcurridos seis meses tras el mismo, muy pocas continuaban teniendo la misma creencia, considerando que el dinero no ayuda a olvidarse de esa criatura que ha crecido en su interior.

Otros autores como Stephen Wilkinson en su trabajo El argumento de la explotación contra la subrogación comercial también han hecho referencia al posible sufrimiento experimentado por las mujeres portadoras en el momento de la entrega del niño, e incluso hablan de un 10 por ciento de casos que necesitan terapia intensa para poder superarlo.

Esto se debe a que la madre uterina tiene prohibido formar cualquier tipo de vínculo sentimental con el niño, puesto que al terminar su gestación deberá desprenderse del bebé y entregárselo a la pareja contratante. Algo que parece difícil de asumir en términos psicológicos, según los expertos, puesto que el vínculo madre-hijo se establece aun sin buscarlo.

Conflictos familiares

La mujer gestante también sufre problemas en su propia casa ya que, según Janice Ciccarelli, la mayoría de las mujeres identificadas tienen su propia descendencia, están casadas o tienen pareja. Esto genera que más de la mitad de las participantes vivieron situaciones conflictivas dentro de su entorno familiar y social, «hasta el punto de que un 40 % habría roto una relación debido a su decisión».

El estudio de la psicóloga termina cuestionando la viabilidad de los vientres de alquiler sin mercantilización, fórmula que defienden en España los defensores de su regularización. Para Bascuñana, es innegable que la gestación subrogada mueve mucho dinero «que mayoritariamente va a parar a las agencias e intermediarios y en mucha menor medida a la mujer gestante».

Según la experta, si nos atenemos a la parte psicológica, hemos de pensar que «la libertad de una mujer no es tal si lo hace porque busca y necesita la compensación económica, y que el arrepentimiento y alteraciones psicológicas futuras es mucho más probable que aparezcan en estos casos», sentencia.

Es, por tanto, indiscutible que las mujeres que alquilan su vientre sufren, además de los efectos físicos y psicológicos propios de cualquier embarazada, otras consecuencias producto de 'deshacerse' de su bebé al dar a luz.