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Un bebé en el Hospital Ruber InternacionalEuropa Press

El papel de la bioética en los vientres de alquiler: «La paternidad y la maternidad no son un derecho»

En este tipo de prácticas se considera a la mujer como «una mercancía a la venta»

A lo largo de este siglo XXI se están llevando a cabo ciertas cuestiones que vulneran derechos de los seres humanos, unos hipotéticos «nuevos derechos» que conllevan ciertas servidumbres en detrimento de personas muy vulnerables y que conducen a la cosificación de otros seres humanos. La práctica de reproducción asistida es una de las más problemáticas, tal y como asegura la doctora y directora del Departamento de Derecho Privado de la Universidad Católica de Valencia, Pilar Estellés.

En concreto, la cuestión del vientre de alquiler, que vuelve a estar en el epicentro de la opinión pública después de que Ana Obregón haya sido madre por este método, suscita un debate ético. El hecho erróneo es considerar «la paternidad y a la maternidad como un derecho positivo», denuncia el químico de la Universidad San Pablo CEU, Javier Pérez Castells, quién aclara que la gestación subrogada es «una lacra terrible de nuestro tiempo» que se beneficia de que «suele ser internacional».

Según Castells, lo que hay que hacer es «procurar un ambiente idóneo» y que crezcan con las «necesidades básicas cubiertas», lo que incluye la alimentación, educación, el cariño y vivir en un ambiente familiar. El centro no son las personas mayores, sino lo niños que van a nacer y a los que hay que proteger.

Desde el punto de vista católico, la familia es idóneamente una familia tradicional con más hermanos, con una figura paterna y otra materna. A pesar de esto, cuando hay niños ya nacidos recogidos en instituciones, «no se puede lograr encajarlos en una familia idónea», subraya.

Cuando se habla de vientres de alquiler, se hace referencia a una mujer «a la que se le cosifica, se le tienta su dignidad y se lesionan sus derechos como persona», explica la doctora de la Universidad Católica de Valencia. Esto no solo ocurre con las mujeres, sino también con el niño que va a nacer.

El concepto de dignidad está en entredicho, pero de momento «se encuentra en la Declaración de los Derechos Humanos», asegura el químico, y aclara que las personas necesitan saber que su vida tiene «un valor intrínseco» y que han sido «queridas como tales» y no como un medio «para resolver otro problema».

Lo único que se quiere es el útero de la mujer para «servir a los intereses de la paternidad»Pilar EstellésDirectora del Departamento de Derecho Privado de la Universidad Católica de Valencia

En estas prácticas es recomendable cuestionarse, ya que el derecho a ser padre o madre surge a costa de lesionar los derechos de una mujer, los cuales son «muy importantes». En muchos casos, lo único que se quiere es el útero de la mujer para «servir a los intereses de la paternidad». Además, en ese hipotético contrato, estas «madres» sufren una posición de inferioridad, garantiza Estellés.

La desventaja de la mujer que vende su vientre va más allá. Los comitentes, quienes celebran este contrato de maternidad subrogada, pueden decidir todo sobre el cuerpo de la gestante, es decir, tienen total libertad para elegir qué hacer con la vida del menor y cómo debe actuar la madre. Pueden ordenar que la gestante se someta a una cesárea, su dieta e incluso el aborto en el caso de que ya no quieran al bebé.

La mujer, una mercancía a la venta

En este tipo de prácticas se considera a la mujer como «una mercancía a la venta» o se le publicita como si fuera «un producto». Además, esto supone «una permanente explotación sexual y reproductiva». La bioeticista destaca que las mujeres llevan años luchando contra la explotación sexual y en defensa de sus propios derechos. La llegada de este tipo de prácticas «lo vulnera todo» y echa por tierra todos los logros conseguidos, según Estellés.

Declaraciones como la de Casablanca son imprescindibles para avanzar el camino de que se pueda llegar a prohibir

El Tribunal Supremo de España tampoco lo ve con buenos ojos. El 23 de marzo de 2022 dictó que los vientres de alquiler vulneran los derechos de las madres gestantes y de los bebés no nacidos, ya que explotan a la mujer y genera un daño innecesario al niño que nacerá sin el apego materno.

Aun así, hace un amago de arreglar la situación y propone que la mujer que quiere 'comprar' el niño lo adopte. A pesar de esto, la experta cree que la solución «no es interesante», porque hacer que un hijo subrogado permanezca con los compradores que presumiblemente se van a convertir en adoptivos, «sería tanto como legalizar una situación creada por ellos violando determinadas reglas del derecho».

Tal y como considera el profesor del CEU, declaraciones como la de Casablanca son imprescindibles para cambiar el punto de vista sobre este hecho terrible y avanzar el camino de que se pueda llegar a prohibir.

Secuelas psicológicas

Que los niños estén conectados a sus madres en la tripa es una realidad. Para explicar esto, varios científicos crearon un estudio médico que explica la relación entre ambos. La madre gestante, aunque no aporte su óvulo, que en la mayoría de los casos lo hace, transmite al bebé su estado de ánimo, ansiedad o frustración.

Esta sensación de apego se transmite en el genoma, con lo cual «no se puede decir en ningún caso que no sea madre», ya que existe «una transmisión de un vínculo muy importante», aclara la bioética. La separación de ambos supone un choque muy importante, porque además, estas mujeres no gozan de un derecho de reflexión. «Estas chicas sufren mucho», revela Estellés.

Una mujer que piensa dar a su hijo en adopción puede cambiar de idea, esta posibilidad es imposible en las madres de alquilerJavier Pérez CastellsQuímico de la Universidad San Pablo CEU

Los niños también pueden sufrir estos daños, más si en un futuro saben que vinieron al mundo para «curarle un dolor psicológico a una persona mayor» que probablemente «ya no esté aquí», aclara el doctor. Este tema en nuestro país y en los de alrededor no se ve porque «el que contrata está en un país occidental».

Perfil de las madres gestantes

Las personas que aceptan la gestación de un bebé que posteriormente va a ser vendido son niñas muy jóvenes que tienen hijos por motivos puramente económicos y que no ven a sus bebés porque «se los quitan de sus brazos cuando nacen» sin perjuicio a los problemas que devastadores de tipo psicológico que puedan tener, aclara el bioético y profesor del CEU.

Las madres subrogadas sufren situaciones desgarradoras: «Una mujer que piensa dar a su hijo en adopción puede cambiar de idea, esta posibilidad es imposible en las madres de alquiler».

Muchas veces son sus familias las que los obligan a gestar. En algunos países incluso están encadenadas a las camas en granjas de madres gestantes, por lo que «es una mafia» recalca la bioética. Estas mujeres, que viven para que «les arrebaten a los bebés», sufren situaciones «muy preocupantes para su salud mental» concluye.