Vientres de alquiler: un reto internacional
La abolición universal de este método parece ser la única perspectiva a la altura de lo que está en juego
Aunque la mayoría de los países europeos, como España y Francia, prohíben los vientres de alquiler, esto no basta para acabar con la cuestión, ya que el desarrollo de un mercado global está importando la maternidad subrogada a prácticamente todos los países.
Hace unos meses, unos franceses trajeron a Francia a unas madres de alquiler ucranianas para dar a luz, y así poder recibir a los niños 'encargados'. Estos días, España está en ebullición por un niño concebido por maternidad subrogada para una mujer de 68 años, que además es famosa. Las emociones están a flor de piel, pero hace tiempo que el turismo reproductivo ofrece a los estados un hecho consumado cuando sus ciudadanos viajan al extranjero para obtener hijos de una madre de alquiler. La dimensión internacional de este mercado salió a la luz durante el confinamiento, a través de vídeos difundidos por internet que mostraban decenas y decenas de recién nacidos postrados en apretadas filas de pequeñas cunas en salones de hoteles de Ucrania, porque sus patrocinadores confinados en los cuatro puntos cardinales no podían acudir a buscarlos.
Las legislaciones nacionales, debilitadas, están paralizadas: una vez que los niños nacen del vientre del alquiler, ¿qué se puede hacer? España o Francia deciden, en nombre del interés del niño, «regularizar» la situación. En realidad, lo que se regulariza es la situación de los padres comitentes, y la experiencia adquirida en materia de adopción internacional podría advertirnos. En nombre del mismo interés del niño, Francia ha optado por cerrar los ojos ante las adopciones fraudulentas obtenidas en el extranjero: una vez hecho el daño... Hoy, los niños han crecido y, no sólo no dan las gracias, sino que piden cuentas al Estado francés por la violación de sus derechos.
¿Son posibles otras «soluciones»? Islandia, por ejemplo, declaró menor no acompañado a un niño obtenido por gestación subrogada en Estados Unidos por dos mujeres y nombró un tutor para él, al tiempo que otorgaba la custodia a las mujeres. La «solución» fue validada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Italia optó por alejar de sus padres a un niño obtenido por vientre de alquiler en Rusia y colocarlo en una familia de acogida con vistas a su adopción, y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, reunido en Gran Sala, también validó esta «solución».
Sin embargo, hay que reconocer que, una vez que el niño ha nacido de un vientre de alquiler, no existe ninguna «solución» totalmente satisfactoria: nada devolverá al niño la filiación intacta de la que esa práctica le ha privado. Nada borrará el choque traumático del abandono impuesto al niño en virtud de su separación de su madre biológica. Nada hará desaparecer el contrato del que fue objeto su persona, en desprecio de la dignidad humana que prohíbe al ser humano disponer de sus semejantes.
Por eso, ante este desafío global, la única «solución» verdaderamente responsable es la preventiva: actuar para que no haya más gestación subrogada y, en todo caso, mucho menos. Este es el objetivo de la Declaración de Casablanca del 3 de marzo, en la que 100 juristas, médicos y psicólogos de 75 nacionalidades pidieron a los Estados que se comprometieran con este objetivo y, en primer lugar, que sancionaran a los intermediarios, esas empresas comerciales de maternidad subrogada que explotan la miseria de las madres de alquiler y el sufrimiento de las personas que desean un hijo.
Sobre todo, los expertos de Casablanca piden a los Estados que den una respuesta internacional a esta situación, que va más allá de sus fronteras, comprometiéndose en un convenio internacional para la abolición universal de la maternidad subrogada. En este sentido, coinciden con una recomendación del Comité de Ética francés, que se declara «favorable a la elaboración de una convención internacional para prohibir la maternidad subrogada y se adhiere especialmente al esfuerzo diplomático».
Se han lanzado varias iniciativas internacionales para intentar proponer un marco para esta práctica, con la intención, sin duda loable, de limitar sus excesos. Sin embargo, estos intentos, poco ambiciosos, están condenados al fracaso: ningún marco podrá hacer que los vientres de alquiler sean éticos, porque lo problemático no son ciertos métodos, sino el principio mismo de la maternidad subrogada, que es contrario a la dignidad humana. Al igual que la esclavitud, aunque esté supervisada, no puede ser ética, la gestación subrogada no puede llegar a serlo.
La abolición universal de este método parece ser la única perspectiva a la altura de lo que está en juego. Sobre todo porque, al mismo tiempo, hay tantos niños en todo el mundo que esperan ser adoptados, niños que podrían encontrar el calor de un hogar en una familia de acogida, niños cuyo futuro podría abrirse gracias al apadrinamiento de personas generosas. Tanta fertilidad alternativa por descubrir.
- Aude Mirkovic es profesora titular de Derecho privado y miembro de la ONG Juristes pour l'enfance