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Abecedario filosóficoGregorio Luri

De Autoridad a Azcárate

La razón es sencilla: el principio de autoridad no puede ser autorizado por alguien sin autoridad. Lo cual no evita que la autoridad sea un tanto caprichosa. Obsérvese la moderna sustitución de la autoridad de la Iglesia por la autoridad de la clínica y del fitness

Autoridad

Hablando como Presidente de las Cortes, dijo en cierta ocasión Canalejas que «la autoridad discutida no es autoridad». Debió haber añadido que para no ser discutida debe evitar defraudar a nadie. Y aquí está el problema, porque de la autoridad no hay escapatoria. La razón es sencilla: el principio de autoridad no puede ser autorizado por alguien sin autoridad. Lo cual no evita que la autoridad sea un tanto caprichosa. Obsérvese la moderna sustitución de la autoridad de la Iglesia por la autoridad de la clínica y del fitness.

Autoridad. Crisis de autoridad

No tiene mucho sentido hablar de crisis de autoridad. Lo que está hoy en crisis, en verdad, es aquel gusto estético por la autoridad que fascinaba, por ejemplo, a Julien Benda. Hoy somos más hipócritas. El sueño de la autoridad hodierna es ser obedecida sin necesidad de mandar. Esto, mandar, es lo que hoy nos parece grosero. Tampoco parece gozar de muy buena salud la autoridad de la razón. Hoy es más creíble la autoridad de la emoción.

Criterio de autoridad

Pónganse de pie, que voy a citar a Cervantes: «Soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos»

Avaricia. La avaricia honesta.

Cristóbal de Villalón, El Escolástico: «Hablando el divino Platón en los libros De República de la avaricia dijo que solo aquella era honesta y lícita que se tenía del tiempo. Y tenía mucha razón, porque no hay cosa más digna de loor que atesorar horas para el estudio, y no hay lágrimas mejor empleadas que las que emplean los que lloran por el tiempo pasado y no aprovechado».

Ayuda de cámara

En los Ensayos de Montaigne: «Pocos hombres fueron admirados por sus domésticos». ¿Pero acaso el doméstico puede ser el criterio de autoridad del genio?

Defendía Alexandr Herzen en Pasado y pensamientos que en «en el mundo no hay nada grandioso o poético que pueda resistir una mirada que, sin ser estúpida, tampoco es inteligente: la mirada de la sabiduría cotidiana. Este hecho ha sido reflejado con acierto por los franceses en un proverbio que reza: para el ayuda de cámara no hay grandes hombres».

¿Y no nos comportamos como ayudas de cámara cuando juzgamos a alguien por su perfil más bajo? A esto creo que se refería Karl Kraus cuando decía que «lo que está ocurriendo en Alemania es la rebelión de los ayudas de cámara.»

Goethe, sin duda, un grande, sale en defensa del gran hombre argumentando que si «no hay hombre grande para su ayuda de cámara, eso es porque el gran hombre solo puede ser reconoció por otro gran hombre».

Ayuda de cámara: el poeta.

Nietzsche veía en el poeta el prototipo del ayuda de cámara. En La gaya ciencia afirma que el artista siempre ha sido el ayuda de cámara de una moral o de una religión y, precisamente por ello no hay para él héroe que valga, ya que está en la mejor posición para conocer los defectos ocultos de su señor. Los poetas son los ayudas de cámara de la moral a la que aparentemente se someten, pero, en realidad, no hay crítico más severo que ellos de cualquier orden establecido.

Azar. El azar juega a pelota.

Antonio Pérez, secretario de Felipe II: «La fortuna juega a la pelota con los hombres».

Voltaire: «Somos bolas que vamos rozando al azar y según nos golpee otra bola. Es la magna cadena de los acontecimientos».

Azar. Gracián y Olivares

Baltasar Gracián, El Criticón: «Aseguran unos que la Fortuna, como está ciega y aun loca, lo revuelve todo cada día, no dejando cosa en su lugar y tiempo».

Conde-duque de Olivares (el hombre más expuesto al azar de toda nuestra historia): «La primera regla de todos es tener siempre resguardo de los accidentes no pensados».

El azar poético

Sören Kierkegaard, Diario de un seductor: «¡Maldito azar, te estoy esperando, conforme a mi reto! No quiero vencerte con principios, ni con eso que la gente insensata llama carácter. No, lo que quiero es crearte poéticamente».

Bertolt Brecht parece querer decirnos que la posibilidad de crear poéticamente el azar es, en ella misma, un fruto del azar. Esto es, al menos, lo que me sugiere la historia que nos cuenta de «un estudiante de filosofía (discípulo muy aventajado de Simmel) que por responsabilidad familiar se convirtió en un exitoso hombre de negocios. En la vejez se dedica por fin a escribir un tratado de moral, pero cuando lo termina lo deja olvidado en un tren. Vuelve a empezar e incorpora el azar como el fundamento de su sistema ético. Hacer de la pérdida el principio de reestructuración de todo el sistema es (según Brecht) una lección metodológica que sólo puede aprenderse en el mundo de los negocios...». La historia la encontré por azar en los Diarios de Ricardo Piglia.

El azar y la historia

Henri-Frédéric Amiel, Diario íntimo, 19-III-1868: «A primera vista, la historia no es sino desorden y azar; examinada después, parece lógica y necesaria, y a la tercera inspección nos produce el efecto de una mezcla de necesidad y libertad; al cuarto examen ya no sabemos qué pensar, porque si la fuerza es el origen del derecho y el azar el origen de la fuerza, volvemos a la primera explicación, y esta vez sin alegría».