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Abecedario filosóficoGregorio Luri

De Beauvoir a Belleza

Como escribió Koestler, quizás no se pueda ser cabalmente progresista si no se tiene más confianza en la historia que en la moralidad

Jeunes filles en fleur

Simone de Beauvoir perdió su trabajo de profesora en junio de 1943 por «incitación al libertinaje» lo que en su caso significaba, por seducir a una de sus estudiantes, Nathalie Sorokin.

34 años después, el 26 de enero de 1977, de Beauvoir y Sartre firmaron una carta, publicada en Le Monde, a favor de las relaciones consentidas con menores, dando por supuesto que el consentimiento del menor libera al adulto de responsabilidades.

16 años después, en 1993, los amigos de Simone de Beauvoir acusaron a Bianca Lamblin de resentida por contar en sus Mémoires d’une jeune fille dérangée cómo fue seducida por su profesora de filosofía, sí, Simone de Beauvoir. Hubo quien se sorprendió por la incapacidad de Lamblin para entender las relaciones «socráticas».

Beauvoir y el Tabou

París, 1946. Boris Vian toca la trompeta, Juliette Greco sirve bebidas en la barra y Merleau Ponty, que como dice Vian, es el único filósofo que sabe hacerlo, baila con la bella Sonia (la futura Sonia Orwell). Estamos, evidentemente, en el Tabou, el pequeño café de la calle Dauphine.

En este momento, toda la gauche existencialista (con la única excepción de Camus) detesta a Orwell y a Koestler. Merleau-Ponty acaba de publicar en Les Temps Modernes una defensa de Stalin y Simone de Beauvoir lo aplaude porque, «con todo, él [es decir, Stalin] subordinó la moralidad a la historia con mucha más rotundidad que cualquier existencialista».

Como escribió Koestler, quizás no se pueda ser cabalmente progresista si no se tiene más confianza en la historia que en la moralidad.

La ilusión biográfica

Tanto Beauvoir como Sartre estaban muy imbuidos de lo que el segundo llamaba «la ilusión biográfica», la idea de que «una viva vivida puede parecerse a una vida narrada».

Beauvoir: «Yo quería que la gente leyera mi biografía y la encontrara extraña y conmovedora».

Bebé

Lucrecio, De la Naturaleza: «El recién nacido, como un marinero escupido por las olas crueles, yace desnudo en la tierra, sin saber hablar, necesitado de todo auxilio vital, desde el momento en que la Naturaleza, arrancándolo con esfuerzo del vientre de su madre, lo expone a las riberas de la luz; llena el espacio con su lamento de pena, tal como corresponde, ya que tiene por delante tantos males como ha de atravesar en el curso de su vida. En cambio, los animales…»

Beethoven

Contaba Wittgenstein que en más de una ocasión, Beethoven maldecía, aullaba y cantaba mientras componía. Finalmente aparecía con el aspecto de haber estado luchando con el diablo, sin haber comido nada durante 36 horas, ya que su cocinera y su doncella se mantenían alejadas de su cólera. «Este es el tipo de hombre que hay que ser», concluía Wittgenstein.

La belleza que atrae y la que enamora

«La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora»: J. Ortega y Gasset.

La belleza del modelo

«Debe ser difícil ser modelo, porque quieres ser como una foto tuya, y jamás podrás parecerte a ella. Entonces comienzas a copiar la foto.» Andy Warhol en Mi filosofía de A a B y de B a A.

Cada cosa bella es inefable

Lev Shestov, En la balanza de Job: «Cada cosa bella es algo absolutamente insustituible y, por tanto, no admite y no soporta comparación con otra cosa».

Belleza en ruinas

Alguien le preguntó a Rodin: «¿Qué hay más bello que la belleza?»

El escultor respondió: «Las ruinas de una belleza».

La belleza que la muerte ha tocado

«En realidad, sólo se puede experimentar la belleza cuando tenemos el melancólico presentimiento de que todas las cosas del mundo acaban. Es la fugacidad de un objeto la que le confiere belleza, y esa fugacidad se manifiesta en sus grietas y fisuras, que son manifestaciones de decrepitud. Temer a la muerte es renunciar a la belleza a cambio de lo bonito, esa rebelión fláccida contra la corrosión. Caminar pensando en la muerte es abrir el corazón a relámpagos de fuego que no tienen igual»

Eric C. Wilson, «Contra la felicidad. En defensa de la melancolía»

La belleza de la Toscana

Cuando Virginia Woolf recorrió la Toscana, dos cosas la llenaron de admiración: la belleza del lugar y el completo desinterés de los nativos por la misma.

La belleza fácil

Tocqueville habla en De la democracia en América (1835-40) de la persecución de «bellezas fáciles» como una característica de la sociedad utilitarista, que exige disfrutar sin esfuerzos, amar los libros que se leen sin trabajo, rápidamente y que no demandan esfuerzos de investigación para ser comprendidos.

La vejez del bello Tadzio

Manuel Jabois, «Un brillo excesivo», en El Mundo (14-10-2013):

«Alto y esbelto, bellísimo, con esas adolescencias malditas que se instalan en ciertos rostros. Tiene el aire exacto del Tadzio que imaginó Mann en Muerte en Venecia y que hizo carne Bjorn Andresen en la película de Visconti (Andresen se quejaba de sus pocas habilidades sociales porque pasó su juventud teniendo sexo “con sólo chasquear los dedos»; hace poco supe que andaba encantado con el paso del tiempo: recibía la vejez del mismo modo que un fantasma que viniese a despojarle de un estigma, apretándole la cara como una esponja)".

Solzhenitsyn: verdad, bondad y belleza.

«Quizás esa antigua trinidad de Verdad, Bondad y Belleza no es simplemente una fórmula vacía y descolorida como pensábamos en los días de nuestra juventud materialista y segura de sí misma».

La belleza sin logos

En La palabra humillada, Jacques Ellul se detiene en Génesis 3: «como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría…»

Según Ellul en este pasaje se separa por primera vez la vista del lenguaje.

Yo me detengo en Ellul pensando que hoy, debido a la sobrexposición a pantallas e imágenes de todo tipo, se da por supuesto que «los jóvenes de ahora son visuales» y, por lo tanto, que no hay que esperar que piensen mucho.