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Joaquín Echeverría, Javier Segura y a Julia Moreno durante la presentaciónPaula Argüelles

'Ignacio Echeverría, el héroe del monopatín', la biografía que espera servir de ejemplo a «muchos jóvenes»

El héroe del monopatín, que cada vez está más cerca de la canonización, fue un claro ejemplo en al ámbito de la caridad por hacer cosas sencillas y muy tangibles que en conjunto fueron «un buen modelo para los jóvenes»

Un héroe no es un hombre que aparece en películas y salva a la humanidad gracias a sus superpoderes. Un héroe es Ignacio Echeverría que, volviendo de pasar la tarde con las tablas de skate, arriesgó su vida para a ayudar a una mujer y a un agente de policía que estaba siendo atacados por tres desconocidos. Con su tabla de madera intentó golpear a los terroristas, pero se volvieron en su contra y le apuñalaron por la espalda. El próximo 3 de junio se cumplen siete años de su fallecimiento. Uno desde que comenzaron el proceso para reconocerle Santo.

Su gran acción llevó a Javier Segura y a Julia Moreno escribir, por primera vez, Ignacio Echeverría, el héroe del monopatín, la primera biografía autorizada escrita a cuatro manos para «dar a conocer su historia» y que pueda ser referente para algunas personas. El libro, editado por Palabra, se ha escrito a partir de entrevistas y testimonios de las personas que formaron parte de los 39 años de vida de Echeverría.

Según ha explicado Joaquín Echeverría, padre de Ignacio, este libro recoge multitud de anécdotas. Muchas de las cuales él no conocía. Así, ha confesado que «a través del libro conocí cosas de la vida de Ignacio que yo no sabía».

Desde pequeño, el héroe del monopatín ha sido una persona buena, inocente, pero que a su vez «daba caña». Cuando no estaba de acuerdo con algo, lo manifestaba y cuando no le parecía algo justo, luchaba para que lo fuese. Era una persona que «no aceptaba situaciones, no era políticamente correcto y, por tanto, que incomodaba porque la verdad no siempre gusta», ha apuntado su padre.

Por su parte, Julia Moreno ha confesado que cuando comenzó a escribir el libro lo único que conocía era su muerte. «Me sorprendió mucho la cantidad de gente que está interpelada por la vida de Ignacio y los testimonio que le llegaron a Joaquín de él», ha asegurado. Además, ha explicado, lo sorprendente de Ignacio es que su historia y valentía le han hecho referente para algunas personas.

Al hilo, Javier Moreno, el también autor del musical Skate Hero, que relata las sus últimas 24 horas, ha aseverado que «su historia es universal» y que pone de relieve «lo que es lo mejor de la humanidad». Merece ser contada en todo el mundo y es posible que así sea a través de la gran pantalla.

Joaquín Echevarría, padre de IgnacioPaula Argüelles

Ignacio era un niño con muchas fantasías –que su padre no entendía– y que siempre veía más allá. Él siempre quería que se hiciese justicia y, de hecho, en el libro hay anécdotas de sus amigos que recuerdan su valor y sencillez. Una de ellas fue en el colegio, cuando una maestra le mencionó dos semanas después a una compañera su error. «Ignacio defendió a la niña. No consentía el abuso y él sentía que su compañera estaba viviendo abuso», ha rememorado el padre. Era un hombre que defendía lo que creía que era una injusticia.

Un hombre transparente y lleno de fe

Los amigos de Ignacio coinciden en la trasparencia que él tenía. Le daba igual todo, él hacía lo que quería en cada momento para «demostrar cómo se sentía», ha explicado Moreno. Del mismo modo, Segura, aunque hablando de una «actitud rebelde», ha querido dejar claro que su actitud no era para nada esa. Si no que más bien era «un hombre con principios».

Así lo explica otra de las anécdotas del libro. Un día un amigo suyo hizo una pintada llena de blasfemia en una Iglesia. Ignacio, lejos de luchar, lo único que hizo fue apartarse del grupo. No podía «vivir con personas que actúan y se comportan así». Sin embargo, no se quedó solo. La cuadrilla volvió a reunirse dejando a los jóvenes que se habían comportado mal.

Estas innumerables acciones que aparecen en la biografía han hecho que Ignacio, aunque no suene en la generación de hoy, esté marcando en sus corazones. Cuando muchos niños se encuentran con la historia «creen que pueden ser como él. Se ven reflejados» porque era un hombre normal al que le gustaba salir de fiesta, salir con amigos y divertirse. Eso es un rasgo en el que los jóvenes se reconocen, ha razonado Javier.

Ignacio Echeverría era un hombre lleno de fe. Desde bien pequeño iba a la Iglesia, se confesaba, tenía una amistad con un sacerdote... murió con una medalla que decía «vamos al cielo». El héroe del monopatín, que cada vez está más cerca de la canonización, fue un claro ejemplo en al ámbito de la caridad, entre otras cosas, por hacer cosas sencillas y muy tangibles que en conjunto fueron «un buen modelo para los jóvenes».

El hombre de 39 años, además de ir a misa los domingos desde que tenía uso de razón, tenía un tío abuelo, Antonio de Hornedo Correa, que fue obispo español de Chachapoyas de 1977 a 1991. Él sabía el sacrificio de su familiar, y en casa hablaban mucho de su oficio. «Siempre fue muy firme y su vida de devoción fue muy importante. Le ayudó a superar sus fracasos», ha confesado el padre.

Siete años de su muerte

«Si Dios lo escogió para morir y para daros un ejemplo, valió la pena. Yo le estoy agradecido a Dios por haberlo escogido». Con estas palabras, Joaquín Echeverría se ha referido a la muerte de su hijo, quien asegura que la entendió «desde el primer día». «Sufrí por su sufrimiento», ha comentado, puesto que no sabía dónde estaba su hijo horas después del atentado: «Pensaba que podía estar sufriendo en un hospital o incluso que le habían secuestrado y estaba en malas condiciones».

Así, ha confesado que él sufre por una persona viva. Sin embargo, cuando supo que murió se quedó tranquilo porque «no sufrió». La muerte de Ignacio «nos ha producido paz. Su muerte es un punto en el que estamos de acuerdo», ha concluido. Ahora Ignacio está en camino de la canonización.

En las conferencias de La Granda, el Mons. Señor Juan Antonio Martínez Camino, fue el que realmente vio la posibilidad de que fuese canonizado. Tras varios encuentros, los padres constituyeron una asociación para recibir ayuda de las personas para iniciar el proceso. En este momento siguen pidiendo testimonios. Muchos hablan de su santidad, de su bondad y otros se encomiendan a Ignacio, le pidieron favores y consideran que los recibieron, ha concluido.