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Joven mascando chicleFreepik

El país donde está prohibido consumir chicle

Desde 2004 sí se permite a los ciudadanos tener en casa gomas de mascar medicinales para dejar de fumar o tratar la ansiedad

En el coche, en los aviones, en la calle. De menta, de fresa, clorofila... En España, casi todos los ciudadanos consumen chicle. De hecho, es posible que no te imagines un mundo sin esta goma de mascar. Sin embargo, no todos los territorios tienen la suerte de contar con este producto. Hay un país que tiene prohibida su venta y su consumo.

El chicle, aunque parece que se creó hace relativamente poco, tiene miles de años. Su origen, según los investigadores, viene del Neolítico. Concretamente, del yacimiento arqueológico Monte Verde (Chile), donde se encontraron los primeros restos de una extraña goma masticable hecha a partir de algas y boldo, una planta chilena. Años más tarde, los mayas innovaron y crearon algo parecido al chicle actual.

Este grupo, gracias a su constante contacto con la naturaleza, comenzó a estudiar uno de los árboles más abundantes de la zona de México: el chicozapote. En él vieron algo especial: si se le hacía un corte en forma de Z, brotaba una especie de savia que, tratándola, se convertía en una goma que se podía mascar. Aunque fueron los pioneros, no se llevaron la patente. En el año 1680 el mexicano Antonio López Santa Ana comenzó su comercialización.

Este producto lleva años entre la sociedad, pero a Singapur no le gustó el invento. En 1983, Lee Kuan Yew, ex primer ministro, recibió una propuesta por parte del Ministerio para prohibir los chicles por diferentes motivos. Uno de ellos tenía que ver con los vándalos, ya que los pegaban en los buzones, en los asientos de los transportes públicos, los tiraban en la calle… A pesar de su intención, la propuesta fue rechazada.

Cuatro años más tarde, en 1987, las gomas de mascar volvieron a ser objeto de polémica. Según comentan los ciudadanos en varios escritos, Singapur puso en marcha una nueva línea de metro que había costado más de 5.000 millones de dólares. En el momento de la inauguración, cuando el primer ministro iba a realizar la labor más importante del día (poner en marcha la máquina), no pudo hacerlo. Alguien había pegado un chicle en el botón de arrancar.

Asimismo, también había indignación en la vía pública. Algunas personas realizaban actos negligentes arrojando estos productos al suelo, situación que molestó a Goh Chok Tong, primer ministro del país asiático. Por ello, en 1992, decidió prohibirlo. A día de hoy, los singapurenses que quieren mascar viajan hasta Malasia para hacerse con un paquete, acción algo arriesgada.

Bien es cierto que su consumo en sí no está vetado, pero sí la venta, con multas que van desde los 10.000 hasta los 100.000 dólares singapurenses (7.000 y 70.000 euros). Lo mismo pasa con la comercialización. Los únicos que pueden mascar esta goma son los turistas, pero solo para consumo personal. A pesar de ello, desde 2004 está permitido a los ciudadanos tener en casa chicles medicinales para dejar de fumar o tratar la ansiedad.