La Presidencia húngara, un momento crucial para combatir el invierno demográfico europeo
Todos los Estados miembros europeos registran tasas de natalidad muy inferiores al nivel de reemplazo de 2,1 hijos por mujer, con países como España por debajo de 1,19
Empieza la Presidencia húngara del Consejo de la Unión Europea y Europa se encuentra en un momento crucial para abordar una de sus crisis más acuciantes: el invierno demográfico. Datos recientes de Population Europe revelan la alarmante tendencia a la baja de las tasas de natalidad en toda Europa. No se trata solo de una anomalía estadística, sino de una clara llamada a la acción inmediata. La inclusión de la demografía entre las prioridades de la Presidencia húngara es encomiable, pero el reto exige que la demografía se considere una cuestión transversal en todos los ámbitos políticos.
Las cifras son aleccionadoras. Todos los Estados miembros europeos registran tasas de natalidad muy inferiores al nivel de reemplazo de 2,1 hijos por mujer, con países como España por debajo de 1,19. Este declive demográfico amenaza la estructura misma de la sociedad europea, provocando el envejecimiento de la población, la reducción de la mano de obra y la insostenibilidad de los sistemas de bienestar social.
Las instituciones europeas deben reconocer que las familias no son un coste, sino una inversión vital en el futuro. La familia es la célula básica de la sociedad, con una función irremplazable en el ámbito social y económico, que sostiene la solidaridad intergeneracional y nutre a la siguiente generación. En estos tiempos en que la soledad es la nueva pandemia, la cohesión social y la cuestión demográfica no pueden separarse: debemos construir una Europa que funcione para los jóvenes, los discapacitados y las zonas rurales, a menudo ignoradas. Así, desde la FAFCE proponemos que las responsabilidades en materia de cohesión social y demografía se gestionen bajo la misma oficina dentro de la Comisión.
Uno de los principales obstáculos para la formación de una familia es la crisis social y económica actual, en particular la subida vertiginosa de los precios de la vivienda y del coste de la vida. Las parejas jóvenes se enfrentan hoy a obstáculos insalvables para conseguir una vivienda asequible, lo que hace cada vez más difícil plantearse fundar o ampliar una familia. La Comisión Europea publicó el pasado octubre una comunicación en la que propone un conjunto de instrumentos que los Estados miembros podrán integrar en sus políticas para gestionar el invierno demográfico y sus consecuencias sociales y económicas. Ahí, se destacó que las familias en Europa tienen menos hijos de los que desearían tener, lo que demuestra que el invierno demográfico afecta también a la libertad de los jóvenes de formar una familia. Los Estados miembros y las instituciones deben tomar medidas para eliminar estos obstáculos.
Además, no se puede ignorar el papel de las familias en la solidaridad intergeneracional. Las familias son los principales cuidadores tanto de los jóvenes como de los ancianos, y ofrecen sistemas de apoyo que las instituciones formales a menudo tienen dificultades para reproducir. En tiempos de crisis, como durante la pandemia de la covid, las familias han demostrado ser el cimiento de la resiliencia y la cohesión social. Las políticas deben, por tanto, reforzar la unidad familiar, reconociendo su papel indispensable en el bienestar social y la sostenibilidad.
Es alentador ver que la Presidencia húngara ha identificado la demografía como una cuestión crítica. Sin embargo, abordar el invierno demográfico requiere algo más que iniciativas aisladas. Requiere un enfoque holístico en el que todas las políticas, desde la economía hasta la salud, se centren en las realidades y los retos demográficos a los que nos enfrentamos. Esta crisis existencial exige una respuesta coordinada e integrada que trascienda las posturas ideológicas.
El principio fundacional de subsidiariedad debe ser protegido y las competencias nacionales deben ser respetadas. Las políticas específicas que funcionan en Budapest no son necesariamente las mismas que funcionarán en Barcelona. Los Estados miembros tienen legítimamente competencias en materia de políticas familiares. Sin embargo, esto no significa que Europa no pueda fomentar un cambio sísmico. Por ejemplo, en lo que respecta a las tensiones entre las ambiciones profesionales y las responsabilidades familiares, Europa puede fomentar el equilibrio entre trabajo y familia reconociendo el derecho a desconectar y el domingo como día de descanso común en Europa. Asimismo, Europa puede hacer una reflexión global sobre la familia como una inversión a largo plazo. De esta manera, las familias tendrían más oportunidades de pasar tiempo de calidad juntas.
«Sin familias, no hay futuro». Esta afirmación no es una hipérbole, sino una realidad fundamental. La supervivencia y la prosperidad de Europa dependen de nuestro protagonismo de la familia. La Presidencia húngara ofrece una oportunidad única para situar la demografía en el centro de la elaboración de las políticas europeas. Es la ocasión de tomar medidas audaces y decisivas que repercutirán a lo largo de generaciones.
En conclusión, el invierno demográfico es un reto que no podemos permitirnos ignorar. La atención particular prestada por la Presidencia húngara a esta cuestión es un paso positivo, pero no es más que el principio. Las instituciones europeas deben actuar con urgencia, tratando a la familia como el activo inestimable que es. De este modo, podremos garantizar que Europa no solo sobreviva, sino que prospere en los años venideros. El futuro de nuestro continente depende de las familias que apoyemos hoy.
- Vincenzo Bassi es presidente de la Federación de Asociaciones Católicas de Familia en Europa (FAFCE)