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Manuel Martínez-Sellés

No es una cuestión de edad

El edadismo, ageismo o etarismo, mina los derechos de los ancianos, empeora su pronóstico cuando están enfermos y es un obstáculo importante para desarrollar políticas eficaces que permitan un envejecimiento saludable

No voy a comentar que un país como Estados Unidos no sea capaz de encontrar mejores candidatos que Joe Biden y Donald Trump. Pero sí quiero denunciar el edadismo generalizado que se está imponiendo en los medios, cuestionado la idoneidad del candidato demócrata por el simple hecho de tener 81 años (82 cuando tome posesión, en caso de resultar elegido). Curiosamente el candidato republicano tendría también esa edad al finalizar su segundo mandato, si los norteamericanos se decantan por esa opción. Los titubeos, indecisiones y confusiones de Joe Biden han puesto en alerta a su partido y muchos se decantan por buscar alternativas como Michelle Obama o Kamala Harris. ¿Qué sucedería si un medio cuestionara estas alternativas por tratarse de mujeres o por ser negras? Se vería como algo inaceptable, ya que tanto el sexismo como el racismo no se toleran en nuestra sociedad.

Sin embargo, se cuestiona la idoneidad de un candidato simplemente por su edad y no pasa nada. Me parece perfecto que se diga que alguien con signos de deterioro cognitivo no debería acceder a la presidencia del país más poderoso del mundo, pero eso debería valer también para un candidato de 50 años. Las generalizaciones son odiosas, con 80 años Yuichiro Miura subió a la cima del Everest y Goethe publicó Fausto. Con ¡85! Ed Whitlock corrió un maratón en menos de cuatro horas. Discriminar alguien por su edad no se debería permitir, pero, según el «Informe Mundial sobre el Edadismo» de la Organización Mundial de la Salud, es frecuente y tiene un impacto muy negativo. Prevenir y contrarrestar el edadismo debería ser un objetivo de sanitarios, periodistas, gobiernos, empresas y organizaciones de la sociedad civil.

El edadismo, ageismo o etarismo, mina los derechos de los ancianos, empeora su pronóstico cuando están enfermos y es un obstáculo importante para desarrollar políticas eficaces que permitan un envejecimiento saludable. Su impacto existe a nivel global, pero en nuestro país, a punto de ser el más viejo del mundo y con el ser humano más longevo del planeta, es particularmente negativo. Nuestro suicidio demográfico nos está convirtiendo en una sociedad cada vez más geriátrica. El edadismo se refiere a los estereotipos (cómo pensamos), los prejuicios (cómo nos sentimos) y la discriminación (cómo actuamos) hacia las personas en función de su edad. Está presente no solo en los medios de comunicación, también en nuestro sistema sociosanitario, nuestros trabajos y nuestras leyes. Urgen estrategias, políticas y leyes que permitan cambiar la percepción de que España no es un país para viejos. Todos podemos contribuir a afrontar y eliminar el edadismo. Pero lo primero es reconocer su existencia para poder trabajar en crear un país y un mundo para todas las edades.

  • Manuel Martínez-Sellés es decano del Colegio de Médicos de Madrid