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Mónica García, ministra de Sanidad

Mónica García, ministra de SanidadEFE

La incongruencia de Mónica García: solidaridad con los menores inmigrantes pero desprecio al no nacido

La ministra de Sanidad ha criticado la falta de «humanidad» de quienes critican la inmigración descontrolada

La situación de los menores extranjeros ha revolucionado la política nacional. El pasado jueves, Santiago Abascal, líder de Vox, rompió todos sus acuerdos en las comunidades que gobernaba junto al Partido Popular. Así, aseguró que su partido, hasta ese momento coaligado al PP de Alberto Núñez Feijóo en varios gobiernos regionales pasaría a ejercer una oposición «leal y contundente». Esto ha ocurrido después de que se produjera una discrepancia con el reparto de inmigrantes entre las diferentes regiones de España.

Tras esta ruptura, numerosos políticos comenzaron a dar su opinión, y una de ellos fue la ministra de Sanidad, Mónica García. La médico anestesista y miembro de Más Madrid, mediante una publicación en la red social X, afirmó que los niños son «sagrados vengan de donde vengan».

Así, aseveró que hay que tener «mucha bajeza moral y ser tremendamente cobarde» para poner «a menores en la diana de los discursos de odio». Una opinión un tanto incongruente teniendo en cuenta que su partido y ministerio animan a las mujeres a abortar sin ofrecer ninguna alternativa.

Horas después, cuando Abascal anunció la decisión de su formación, la titular de la cartera de Sanidad publicó otro mensaje. En él escribe que un gesto de humanidad, como es el de acoger a niños, desgarra «al partido del odio». En este sentido, apuntó que el PP ha sido «cómplice» y sigue atado a «sus políticas en más de 100 municipios». Ahora, animó, hay que dejar «las escenitas, romper del todo con los ultras y ponerse a trabajar por la sanidad en las comunidades autónomas».

Mónica García anima a proteger y cuidar a estos menores que entran en nuestro país en busca de un futuro mejor. Sin embargo, ignora las altas cifras de aborto que se producen en nuestro país. Es decir, se permite llevar a cabo una controvertida práctica que no da una ninguna oportunidad ni protege a los nasciturus, que también son menores de edad. Tampoco apuesta por la natalidad.

La cultura de la muerte ha abierto una senda hacia el fracaso en España. Desde la llegada de Sánchez al Gobierno, más de 472.000 fetos no han nacido, una cifra que no para de crecer año tras año.

Según los últimos datos proporcionados por el Ministerio de Sanidad, que reflejan la realidad que sufrió nuestro país en 2022, se eliminó el derecho a la vida a 98.316 nonatos, 8.127 más que en el año anterior. Del total, el 73,04 % se registraron antes de la octava semana de gestación, mientras que otro 21,9 % se produjo entre las ocho y las 14 semanas, dos meses y cuatro, respectivamente.

Natalidad bajo mínimos

Que España se queda sin niños es ya una realidad, pero el Gobierno, en lugar de ofrecer ayudas a las familias o crear planes de natalidad, lo único que hace es ayudar a los inmigrantes a entrar en el país. Los niños no importan, pero los menores que acceden a la nación de manera ilegal sí parecen constituir una prioridad.

Cuando Mariano Rajoy estaba en el Ejecutivo, los índices de fecundidad se mantuvieron. Sin embargo, esta situación duró poco. En 2018, cuando Sánchez entró en el Palacio de la Moncloa, los números comenzaron a alterarse. Las prácticas que acaban con la vida del nonato subieron y la natalidad disminuyó.

En este sentido, en España nacieron en 2022 más de 329.000 bebés, de los cuales 169.651 (el 51,51 %) fueron niños y 159.649, el 48,48 %, niñas. Aunque las cifras parezcan altas, continúan siendo un fracaso.

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