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Los médicos se han mostrado muy críticos con el registro de objetores del Gobierno.

Los médicos se han mostrado muy críticos con el registro de objetores del Gobierno.Lu Tolstova

Los 10 argumentos no religiosos por los que no se debería aplicar la eutanasia

La cultura de la muerte se ha convertido en una tendencia creciente en algunos gobiernos socialistas. A la ya controvertida legalización del aborto se ha sumado la eutanasia, un procedimiento que mata en cuestión de minutos al enfermo que la reclama y que, aunque comenzó siendo para pacientes muy graves, se ha ido rebajando a niños, discapacitados o personas cansadas de vivir.

Los primeros en aprobar esta normativa mortal fueron Países Bajos y Bélgica, ambos liderados por fuerzas de centro e izquierda. En 2021, se sumó España, donde ya presidía Pedro Sánchez. Actualmente, las miradas se centran en Nueva Zelanda, donde tras varios intentos de legalización –que quedaron en nada– el gobierno laborista (socialista) pretende dar luz verde el 17 de octubre a estas técnicas de suicidio.

Tras estas imposiciones, donde se pasan por alto los cuidados paliativos, se ha abierto una brecha en la sociedad. Para algunos ciudadanos, la eutanasia no se debería realizar porque «la vida es un don ofrecido por Dios». Otros consideran que existe un gran vacío legal entre esta polémica acción y los controles e información que se deberían brindar a los enfermos y sus familiares.

Con el fin de abordar estas cuestiones, el Centro de Bioética Nathaniel en Nueva Zelanda ha elaborado una guía que presenta 10 argumentos no religiosos en contra de la eutanasia, argumentando que no debería adoptarse en ningún país. Esta guía se basa en los ejemplos y las políticas aplicadas en países como Bélgica, los Países Bajos, Canadá o los estados de Oregón, y Victoria (Australia), según informa el medio Religión en Libertad.

La eutanasia conduce al suicidio

En una sociedad donde el suicidio está a al orden del día, la aprobación de esta ley enviaría el mensaje de que la vida de algunas personas no vale la pena vivirla. Esto empujaría a algunas personas enfermas hacia una muerte prematura.

Así, el Centro de Bioética Nathaniel asegura que permitir la eutanasia abre la puerta a que las personas discapacitadas, enfermas y mayores se consideren una carga financiera y emocional excesiva. Este mal denominado «derecho a morir» podría pasar a convertirse en un «deber de morir».

La legalización de la eutanasia, especialmente en el caso de trastornos mentales irreversibles, supone aceptar que «algunos suicidios están bien», lo que corre el riesgo de enviar un «mensaje contradictorio» sobre la tragedia del suicidio juvenil y crea un doble rasero confuso.

Estar acompañados hasta el final

Todo el mundo tiene derecho a estar acompañado hasta el fin de sus días. Con la ley de la eutanasia esto se pierde, ya que se le da más valor a la muerte que a una atención clínica adecuada, la cual tiene como objetivo eliminar el dolor. En este sentido, la Asociación Médica de Nueva Zelanda, la Sociedad de Médicos Paliativos y la Sociedad de Enfermeras de Cuidados Paliativos de Nueva Zelanda se oponen a un cambio de norma como el que se puede vivir. Cuando los pacientes gravemente enfermos reciben buenos cuidados paliativos, rara vez desean terminar con sus vidas.

Asimismo, el hecho de que estas prácticas sean ilegales significa que el país hace los máximos esfuerzos para terminar con el sufrimiento de las personas y abordar todos los aspectos del sufrimiento de una persona. «¿Seguirá ocurriendo esto si se modifica la ley?», se pregunta el centro.

A los médicos se les obliga a matar

Al igual que pasa con el aborto, los médicos están entre la espada y la pared, ya que se les está obligando –aunque algunos pueden acogerse a la objeción de conciencia– a que en vez de cuidar a sus pacientes y alargarles la vida lo máximo posible, acaben con ella. Estos profesionales se formaron para sanar y ayudar a los enfermos, no a matarles.

La eutanasia termina siendo para todos

Esta controvertida práctica podría ocasionar un efecto dominó entre un grupo de personas. Las asociaciones de Nueva Zelanda tienen miedo a que ocurra lo mismo que en Canadá, donde la eutanasia comenzó siendo para los más enfermos y ahora pueden acceder a ella niños, discapacitados y drogadictos.

Política del descarte

El maltrato a personas mayores y discapacitadas es un problema grave en el país. La legalización de la eutanasia expone a este grupo de personas a un mayor riesgo, especialmente en una sociedad en la que el número de ancianos está aumentando y existe una presión cada vez mayor sobre el presupuesto sanitario.

Proteger a los vulnerables

Tal y como argumentan los expertos del Centro de Bioética Nathaniel que han elaborado el informe, la cuestión clave no es la compasión ni la moralidad. Las personas de ambos lados del debate quieren evitar «un sufrimiento intolerable». Por ello, consideran que el punto clave está en las consecuencias a largo plazo de un cambio de ley para la seguridad pública. Se trata de una cuestión de justicia social: proteger a los vulnerables.

Habrá más muertes

El Gobierno de Nueva Zelanda asegura que dar luz verde a esta norma hará que un grupo muy reducido de casos de alto perfil se lleven a cabo sin objeciones legales. Sin embargo, este dato es erróneo, ya que «la legalización conduce a la normalización» y, como ha sucedido en otros países, conducirá «a un número mucho mayor de muertes de esa manera».

¿Y si no quería morir?

Nueva Zelanda abolió la pena de muerte en gran parte debido al peligro que suponía ejecutar a una sola persona inocente. La legalización de la pena de muerte inevitablemente conducirá a que se mate a algunas personas «cuando no quieren morir».

Cambiar la ley crearía una situación legal en la que el Estado autoriza la muerte por adelantado y sanciona la muerte de algunos de sus ciudadanos.

Los enfermos no son una carga

En la actualidad, nadie tiene por qué morir con sufrimiento. Las persistentes solicitudes de eutanasia no suelen estar relacionadas con un dolor incesante, sino con el deseo de tener el control, el miedo a ser una carga o la experiencia del aislamiento social. La eutanasia no es la respuesta correcta ni la mejor para estas cuestiones.

La eutanasia fomenta el suicidio

Cuando una persona tiene depresión o ansiedad, suele hacer todo lo posible para superarlo y seguir afrontando la vida. Sin embargo, cuando se da la opción de elegir libremente morir, muchos de estos pacientes decidirán acabar con su vida, yendo por la «salida fácil».

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