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Ilustracion natalidad

Ilustracion natalidadLu Tolstova

La baja natalidad pone en riesgo el bienestar futuro de Iberoamérica

Si el número de nacimientos y la fecundidad siguen cayendo al ritmo que proyecta la ONU, a partir de la mitad del siglo en curso, Iberoamérica tendría un severo problema de envejecimiento

En los países iberoamericanos, con un fortísimo crecimiento de población desde principios del siglo XX, las tasas de fecundidad y de mortalidad infantil y general han registrado descensos muy acusados en los últimos 50–60 años. Una fecundidad a la baja, ya insuficiente para el reemplazo de la población en muchos países de la región, y una esperanza de vida muy elevada y creciente, auguran un declive o envejecimiento demográfico similar al de Europa, con el riesgo de que se produzca antes de haber alcanzado unos niveles de desarrollo y prosperidad general similares a los europeos.

Según el último informe ‘Iberoamérica: de grandes crecimientos poblacionales al invierno demográfico’, elaborado por el Observatorio Demográfico CEU-CEFAS, los países iberoamericanos han experimentado una notable transformación demográfica desde mediados del siglo XX, con grandes crecimientos de población, un drástico descenso en la natalidad, un fuerte aumento de la esperanza de vida, y un considerable flujo neto de emigración.

En conjunto, la región tenía unos 60 millones de habitantes a comienzos del siglo XX, y a mediados del año 2023 alcanzó los 636 millones, 10,6 veces lo que en 1900. En contraste, España, con 18,5 millones de habitantes en 1900, más incluso que Brasil por aquel entonces, tenía 48,8 millones a mediados de 2024 (de los que unos cinco millones son iberoamericanos de nacimiento, o hijos suyos nacidos aquí), esto es, 2,6 veces lo que a comienzos del siglo XX.

La fecundidad se desploma en los últimos 50-60 años

En 1950, la tasa media de fecundidad en Iberoamérica era de casi seis hijos por mujer. En las últimas décadas, ha caído en conjunto por debajo de 2,1 hijos por mujer, el nivel de reemplazo. Al igual que ocurre con otros indicadores demográficos, hay significativas diferencias de fecundidad entre países, dentro de una tónica/tendencia similar en toda la región.

Si el número de nacimientos y la fecundidad siguen cayendo al ritmo que proyecta la ONU, a partir de la mitad del siglo en curso, Iberoamérica tendría un severo problema de envejecimiento como el que ya está lastrando a España y Europa. Ese problema llegará antes –y en algunos casos, ya ha llegado– a Puerto Rico, Cuba, Uruguay, Chile, Argentina y Costa Rica. El informe destaca que es fundamental aprovechar los próximos 20 años para completar el desarrollo y la modernización de Iberoamérica, adelantándose a que unas sociedades con menor fuerza laboral, y mayores necesidades de gasto público y privado en su creciente población jubilada, dificulten el aumento de la prosperidad.

Asimismo, las migraciones han jugado un papel crucial en la configuración demográfica de la región. Hasta la primera mitad del siglo XX, países como Argentina, Brasil, Venezuela o Cuba fueron receptores netos de inmigración masiva. Desde 1950, la tendencia se invirtió, y la región tuvo más emigrantes que inmigrantes. México ha sido el país con el mayor número de emigrantes en términos absolutos, debido en gran parte a su proximidad a Estados Unidos. Se estima que Iberoamérica ha tenido una pérdida neta de 42,6 millones de personas por emigración entre 1950 y 2023. En países como Puerto Rico y Cuba, la emigración ha contribuido significativamente al envejecimiento de la población. En los demás países con mucha emigración, como México o Colombia, las altas tasas de fecundidad que tenían hasta hace pocos años permitieron enjugar con holgura la pérdida de población por emigración. Actualmente, sin el éxodo venezolano, las tasas netas de emigración serían relativamente moderadas o nulas.

El descenso de las tasas de mortalidad, un hecho muy positivo, también ha influido mucho en la evolución demográfica de la región. La esperanza de vida ha aumentado considerablemente, pasando de menos de 50 años en 1950 a casi 76 años en 2023, si bien la tasa de defunciones ha comenzado a aumentar al haber más población de avanzada edad. Según las proyecciones de la ONU, el número de muertes en la región se incrementará en un 60 % para 2050. La caída de mortalidad infantil en Iberoamérica, uno de los principales factores del aumento de la esperanza de vida, ha sido superior a la media mundial, que también se ha reducido mucho en todo el mundo en los últimos tres cuartos de siglo.

El caso de Venezuela: éxodo masivo y menor esperanza de vida

Venezuela representa un caso singular y dramático en la demografía de Iberoamérica en los últimos veinte años. Hasta 1967, el país tenía una inmigración neta positiva, pero desde mediados de la década de 2000, ha experimentado uno de los éxodos más grandes y rápidos de la región. Entre 2003 y 2023, Venezuela tuvo un saldo migratorio negativo de 5,04 millones de personas, según datos de la ONU. El 90 % de esta emigración ha sucedido desde 2014, bajo la presidencia de Nicolás Maduro.

Además, la esperanza de vida en Venezuela ha mostrado una tendencia negativa en los últimos años, un caso único en la región y rarísimo en el mundo. Según los datos de la ONU, entre 1950 y 2000 la esperanza de vida al nacer creció en este país algo más de 21 años. Entre 2000 y 2023, lo hizo apenas una décima (frente a 4,8 años en el conjunto de Iberoamérica). De 2000 a 2010 aumentó apenas 0,7 años (frente a 2,8 años en el conjunto de Iberoamérica). Y desde 2010, ha menguado 0,6 años. Venezuela, que entre 1950 y 2000 tuvo siempre una esperanza de vida mayor que la media de Iberoamérica (en 1973, 5 años más), tiene ahora 3,3 años menos. Un gran vuelco negativo. En la misma línea, la mortalidad infantil ha aumentado en Venezuela: de los 14,6 niños fallecidos en su primer año de vida por cada 1.000 nacimientos en 2010 a los 15,7 registrados en 2023.

Emigración hacia España

España ha sido un destino importante para los emigrantes iberoamericanos. En los últimos 30 a 35 años, más de 4 millones de hispanoamericanos y aproximadamente 160.000 brasileños se han instalado en España, los cuales han tenido en nuestro país cerca de un millón de hijos. Esta inmigración ha tenido un impacto significativo en la demografía española, representando más del 10 % de la población actual y en torno al 13% de los menores de 65 años. Las comunidades más numerosas son las procedentes de Colombia, Venezuela, Ecuador y Argentina, con un porcentaje considerable de estas poblaciones que han adquirido la nacionalidad española. En regiones como Madrid, Baleares, Canarias y Cataluña, los nacidos en Hispanoamérica representan un porcentaje de la población superior a la media nacional. Asimismo, en el informe se dan datos de la numerosísima colonia iberoamericana en Estados Unidos, en un 60 % mexicana.

Las proyecciones demográficas de la ONU para Iberoamérica no son positivas, por no serlo ya la fecundidad. Se espera que la población de la región disminuya a partir de 2050-2060. Hasta 2100, Brasil, por ejemplo, que en menos de 20 años empezaría a ver reducido su número de habitantes, perdería más del 22% de su población actual. Puerto Rico (-69 %) y Cuba (-49 %) se enfrentarían a reducciones dramáticas. También se prevé un considerable envejecimiento de la población, ya que el 32% de los iberoamericanos tendrán 65 años o más para 2100. Países como Chile, Costa Rica, Colombia, Argentina y Uruguay estarán, asimismo, entre los más afectados por este envejecimiento.

La fecundidad también seguiría disminuyendo, situándose en torno a 1,6 hijos por mujer en 2100, según las proyecciones de la ONU, que tal vez pequen en esto de optimistas, dadas la evolución reciente en Iberoamérica y en el mundo. Esta tendencia plantea desafíos significativos para la región, incluyendo una disminución de la fuerza laboral y un aumento en la proporción de personas mayores dependientes.

Finalmente, los datos de la ONU recogidos por el informe proyectan que en todos los países iberoamericanos habrá en 2100 más muertes que nacimientos –y en la gran mayoría, mucho antes–, y que en casi todos los países siga habiendo emigración exterior neta, si bien en volúmenes más moderados en general que en los últimos 50–60 años.

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