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Efectivos de bomberos durante el incendio de la Sierra de la Culebra, a 18 de junio de 2022Europa Press

España, ante el vértigo de los incendios forestales gigantescos

El temor a que se repita un verano similar es inevitable, y algunos elementos, como el calor intenso, parecen dispuestos a comparecer de nuevo

Caminando entre miles de troncos carbonizados en la Sierra de la Culebra, escenario de los peores incendios en España el pasado verano, Pablo Martín Pinto, catedrático de incendios forestales de la Universidad de Valladolid, es tajante: los gigantescos incendios, avivados por el cambio climático, han llegado aquí «para quedarse».

La primavera acaba de empezar, y el país ya lucha contra el primer gran incendio forestal, en el este, entre las provincias de Teruel y Castellón, un mal augurio.

«Estamos pasando de la época de los grandes incendios forestales a los megaincendios forestales en España. Ya existían en otros sitios, como Estados Unidos, Australia», explica Martín Pinto.

Esos incendios vinieron «para quedarse, y tenemos que aprender al máximo de lo ocurrido», sentencia, ante una ladera de pinos quemados de la Sierra de la Culebra, cerca de Tábara, un pueblo de la provincia de Zamora y de la región de Castilla y León.

Si se repite «un verano donde las temperaturas no bajan de 35 grados durante 20 días y tenemos una falta de precipitación durante cuatro meses, la vegetación va a estar disponible para arder» por un rayo, como ocurrió.

El incendio de Sierra de la Culebra fueron en realidad dos, uno en junio de 2022 y el otro en julio, el peor con creces. Juntos consumieron más de 65.000 hectáreas, una quinta parte de las que ardieron en España ese año. Cuatro personas murieron.

«Tierra abandonada»

El heroísmo de Ángel Martín, un vecino de Tábara que trató de frenar el avance de las llamas con su tractor, limpiando desesperadamente una franja de terreno para convertirla en cortafuegos, se convirtió en la estampa de aquel incendio, gracias a un video angustioso. Logró escapar, pero murió tres meses después por las quemaduras.

Es marzo, y las máquinas talan a toda prisa los árboles quemados para aprovechar la madera antes de que se seque. Pan para hoy y hambre para mañana, porque Tábara ha vendido toda esos troncos que aún pueden aprovecharse a precio de saldo y perderá los 80.000 euros que ingresaba cada año por la venta de madera sana, explicó el alcalde, Antonio Juárez.

También se perdieron las setas, o la caza, y un lugar de esparcimiento para los vecinos.

Puede que un día el monte renazca, pero «ninguna persona viva lo va a ver», pronostica Juárez, antes de hablar de una sensación acentuada por el incendio, la de la decadencia del campo español: «estamos en una tierra abandonada».

Según la ONU, más de 1.600 millones de personas dependen de los bosques en todo el mundo, y el Acuerdo contra el cambio climático de París de 2015 establece un marco para detener su pérdida, que avanza a un ritmo de diez millones de hectáreas anuales.

¿Qué hacer?

¿Qué hacer en los bosques españoles? ¿Qué se pudo hacer mejor en Sierra de Culebra? En España, al contrario de la tendencia mundial, la superficie forestal ha aumentado 1,5 % desde 2009, según datos oficiales, pero paralelamente se ha perdido actividad agropecuaria.

Se ha producido un «notable aumento de la superficie de monte arbolado a costa de una disminución de la del desarbolado y cultivo», explica el ministerio de Transición Ecológica.

«Se debe conservar» el bosque «aprovechando esos recursos que además generan actividad económica», abogó José Ángel Arranz Sanz, director de Políticas Forestales del gobierno de Castilla y León.

El profesor Pinto aboga por crear entornos «más resilientes», como «paisajes mosaico», que alternen «bosques arbolados y aprovechamientos ganaderos, intercalados con otras zonas de matorral, un paisaje más mezclado».

«Si las masas son muy continuas, la capacidad de detener el avance del fuego es muy limitada», ahonda.

El agente forestal Jorge de Dios, delegado sindical de APAMCYL (Asociación Profesional de Agentes Medioambientales de Castilla y León), cree que hacen falta más medios y lamenta la precariedad de los profesionales de prevención y extinción.

«Cada vez vamos a tener menor número de incendios e incendios más grandes», pero se afrontan «con un operativo que no es profesional, sin una formación adecuada».

«Prácticamente, la mayoría trabaja únicamente tres meses al año y la formación que reciben se limita a 15 horas», asegura.

En 2022, en un año de incendios especialmente malo en Europa, España fue el país más afectado, con casi 500 que devoraron más de 300.000 hectáreas, casi el 40% de las que ardieron en la Unión Europea, según el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS).

El temor a que se repita un verano similar es inevitable, y algunos elementos, como el calor intenso, parecen dispuestos a comparecer de nuevo.

«Parece probable» que las temperaturas sean «superiores a lo normal otra vez este verano», dijo la semana pasada a la prensa Rubén del Campo, de la Agencia Estatal Meteorológica. Si además, la sequía continúa «podemos llegar al verano con mucho combustible seco en nuestros montes», avisó.

«Los incendios deben estar en lo más alto de las agendas políticas y no deben abordarse cuando llega el calor y el fuego, sino previniendo mucho antes, con una gestión adaptada a esta nueva realidad», explicó Mónica Parrilla, portavoz de Greenpeace España, en un comunicado el sábado.