Fundado en 1910

Surcos ondulantes en la orilla del Mar Muerto, producto del implacable descenso de las aguas acelerado en el último medio sigloDaniela Brik

Medio Ambiente

Mar Muerto: crónica de una agonía acelerada

Su superficie abarca hoy poco más de 650 kilómetros cuadrados y su parte más voluminosa es un 15 % menos profunda y un tercio menor que hace medio siglo

Incrustado en uno de los entornos más inhóspitos del mundo, a 434 metros bajo el nivel del mar, el Mar Muerto es conocido por los beneficios de sus minerales y sus aceitosas aguas donde se puede flotar sin esfuerzo. Se trata de un lago terminal que alberga una de las aguas con mayor salinidad conocidas y que acusa los efectos de la acción y omisión del hombre.

El Mar Muerto agoniza y da muestras de ello. Con una reducción de 1,20 metros de su nivel al año, expertos, ecologistas y autoridades coinciden en la acelerada disminución de su tamaño en las últimas décadas, pero no terminan de ponerse de acuerdo en qué se debe hacer para paliar esta situación o revertir, si es posible, el fenómeno.

Los escarpados acantilados rocosos y el paisaje lunar que lo circundan hacen de este paraje un lugar de otro planeta, al que se han venido a sumar enormes socavones producto de la acelerada retirada de las aguas, más de 7.000 en treinta años.

Mar con vida y en constante evolución

Pese a que los romanos le dieron su nombre, no está del todo muerto. Científicos han encontrado en sus aguas microorganismos vivos como bacterias y su entorno natural está habitado por especies endémicas adaptadas a temperaturas muy elevadas.

Dividido en dos cuencas separadas por una franja de tierra sobre la depresión de origen tectónica del Valle del Jordán, su zona con mayor profundidad es de 280 metros, lo que lo convierte en el lago salino más profundo del mundo.

Pero todo ello podría evaporarse a la misma velocidad que sus aguas en cuestión de un siglo y quedar reducido a un estanque de 200 metros de profundidad muy alejado de la idílica imagen de postal por la que es conocido como el lugar más bajo del planeta.

«Hace 40 años había una región cubierta por agua que hoy es tierra y agujeros que perjudican cualquier infraestructura que se quiera construir en la región», asegura a El Debate Nadav Lensky, investigador del Geological Survey of Israel y responsable del Observatorio del Mar Muerto de ese instituto del Gobierno israelí.

La superficie del Mar Muerto abarca hoy poco más de 650 kilómetros cuadrados, y su parte más voluminosa es hoy un 15 % menos profunda y un tercio menor que hace medio siglo.

«Hablamos de lagos terminales, estos cambian su aspecto y modifican su salinidad con el cambio climático, es parte del ADN de la región», precisa Lensky, si bien reconoce que la bajada de nivel se debe a que «ahora no solo es por el clima, sino por nuestra actividad».

Conforme a las investigaciones desarrolladas, vaticina que el lago no se secará totalmente porque tiene una alta concentración de iones minerales que mantienen el agua no apta para la evaporación y que, aunque se reducirá otros 80 metros, la mayor parte permanecerá y se estabilizará «aunque no hagamos nada», a unos 200 metros de profundidad en el transcurso de un siglo.

Bañistas disfrutan flotando en una playa del complejo turístico israelí de Ein BokekDaniela Brik

Factores humanos detrás del declive

La extracción del agua para uso doméstico de fuentes hídricas que alimentan el Mar Muerto por parte de Israel, Jordania y Siria ha provocado una reducción drástica en el flujo original que llega al lago y una pérdida de 35 metros de profundidad desde que se inició hace seis décadas ese desvío masivo. Y esto en una de las regiones más calurosas y áridas del planeta, donde el cambio climático empujará aún más las temperaturas.

Según se reduce el nivel de las aguas se producen cambios en el paisaje tan espectaculares como impactantes. Surcos con forma de media luna en las orillas, agujeros enormes, algunos con sumidero, torres de sal o infraestructuras abandonadas a su suerte de aspecto fantasmagórico tras haber sido colonizadas por la salina sustancia.

Desde hace años científicos, ecologistas, gobiernos y organismos internacionales se han preocupado por esta tendencia y propuesto soluciones para rehabilitar el nivel de las aguas a una situación similar a la de finales del siglo pasado. Se calcula que el caudal que llegaba desde la cuenca del río Jordán se ha reducido en un 98 % respecto a la etapa anterior al gran trasvase de las aguas, expresión del crecimiento de la población en la región que ha pasado de un millón a 20 en 70 años.

La sobreexplotación industrial para extraer los minerales representa otra de las principales amenazas, especialmente en una latitud donde el agua es escasa y que ha visto cómo la industria ha evaporado sin restricciones un recurso preciado para extraer sus ricos minerales para cosmética o fertilizantes.

La cuenca poco profunda del sur se seca y las industrias de potasio de Israel y Jordania están manteniendo con estaciones de bombeo esta zona para fabricar salmuera, que eleva el agua de forma artificial 40 metros, beneficiando con ello al turismo israelí que se asienta en la costa de estos estanques.

Yael Kiro, geoquímica del Instituto Weizmann de Ciencias, advierte que la desviación de los recursos hídricos que solían fluir al Mar Muerto es responsable de un 60 % de la reducción de su tamaño, mientras que la extracción directa de salmuera y la evaporación que llevan a cabo las compañías de potasio en Israel y Jordania contribuyen con un declive del 40 %.

«En condiciones naturales, se trata de la reducción más alta del nivel de las aguas si tenemos en cuenta el pasado geológico de las últimas decenas de miles de años, cuando venía reduciéndose a un ritmo no superior a los 20 centímetros anuales. Hoy hablamos de más de un metro al año», constata.

Operación «salvemos al Mar Muerto»

Hasta la fecha no se ha adoptado ninguna medida destinada a impedir esta rápida agonía precipitada fundamentalmente por el hombre y sin visos de solución. Sobre las ideas que se han barajado, el trasvase Mar Rojo-Mar Muerto, es considerado por Kiro una intervención arriesgada por las condiciones particulares del Mar Muerto y lo que supondría mezclar dos cuerpos de agua tan diferentes.

Otro de los planteamientos, como desalinizar agua del Mediterráneo e incorporarla al sistema hídrico original del río Jordán para que suministre naturalmente al lago, podría contribuir según científicos y ambientalistas a estabilizar el nivel. Idea cuestionada por detractores por ser un proyecto ambicioso y caro.

«De simples cálculos que hemos hecho, podemos estabilizar el agua al nivel más bajo. No hablamos de devolverlo al volumen que tenía en los años 60», defiende Kiro sobre esta última propuesta.

Defensora de un enfoque de preservación, pone el acento en que se trata de un sistema ecológico y geológico inédito, gravemente afectado por el descenso de las aguas a donde ya no llegan muchos de los manantiales que se secan por el camino.

«Tienes lagos salados en el mundo, pero el Mar Muerto es único y debemos invertir en preservarlo. Aún tenemos tiempo porque es suficientemente profundo, pero necesitamos un plan de actuación», aclara.

Otro gran debate, al menos en Israel, puesto que el lago también comparte orilla con Jordania y el territorio palestino de Cisjordania, es el mutismo que ha imperado en torno a la responsabilidad ambiental de la industria extractiva.

El geólogo Nadav Tal, de la organización ambientalista EcoPeace, fundada en 1994 tras el acuerdo de paz entre Israel y Jordania, cree que la solución debe ser regional o no funcionará.

En Israel las reclamaciones de grupos ecologistas han logrado que la industria revele sus datos y cierta responsabilidad. «Ahora dicen que son 180 millones de metros cúbicos (evaporados), el 25% de la reducción es responsabilidad de la parte israelí», señala Tal.

Ante los planes de su Gobierno de sacar una nueva concesión para la explotación industrial en 2030, una coalición de ONG litiga para que se pongan nuevas condiciones a una actividad que sigue teniendo vía libre «para hacer lo que quiera con el agua».

«Queremos que quien gane la licitación se haga responsable y pague por las consecuencias medioambientales del declive del Mar Muerto», manifiesta antes de concluir: «Somos ya muy conscientes de los problemas, así que debemos actuar ahora antes de que sea tarde».