México se lanza a la siembra de nubes para luchar contra las olas de calor y la sequía
Esta técnica, que el país ya utiliza desde hace décadas, suscita dudas entre los expertos mientras el gobierno presume de una tasa de éxito del 98 %
Olas de calor, sequía e incendios forestales. Es el panorama que sufre buena parte del planeta y que genera ya problemas de abastecimiento de agua en muchos países, que ven como sus reservas de agua van desapareciendo.
Uno de ellos es México, que se enfrenta a una de las sequías más severas de los últimos 10 años. Los agricultores del país norteamericano son los que más han alzado la voz para pedir soluciones ante una situación que los llevará a la ruina y a la posible escasez de alimentos en el país.
Por ello, el gobierno mexicano ha decidido apostar por la siembra de nubes al lanzar la última fase de un proyecto con el que se espera que aumenten las precipitaciones. El plan, activo desde el pasado mes de julio, consiste en que los aviones vuelen hacia las nubes para liberar partículas de yoduro de plata que, en teoría, atraerán gotas de agua adicionales y aumentarán la lluvia o las nevadas.
Esta iniciativa no es nueva, y es que México ya llevaba poniendo en práctica este sistema al menos una vez al año desde 2020 y en otras ocasiones desde hace décadas. Por eso, desde la Secretaría de Agricultura del país defienden que esta siembra de nubes ha tenido una efectividad «del 98 por ciento e incluso ayudó a combatir los incendios forestales de 2021».
Los expertos no lo ven claro
El ejecutivo calcula que con esta estrategia podrá aumentar las precipitaciones un 25 por ciento, pero los expertos son más escépticos y apuntan que no hay certeza de que esta fórmula funcione.
«No hay evidencia de que las técnicas de siembra de nubes permitan aumentar la precipitación sobre zonas de importancia económica, ni tampoco hay certeza de efectos extrazonales», señalan desde el Instituto de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en un comunicado.
«Es importante mencionar que el uso potencial de estas tecnologías debe ligarse de forma estrecha con el manejo apropiado de los recursos hídricos de tal forma que exista una razón de costo/beneficio apropiada», sentencian.
Fernando García, físico de nubes de la UMAM, comentó a la revista Nature que, a pesar de haberse notificado algún caso de éxito «no existe ninguna garantía de que la precipitación vaya a aumentar con la aplicación de estas prácticas». Unas declaraciones de especialistas que el gobierno mexicano no ha querido valorar, y es que varias publicaciones han intentado ponerse en contacto con ellos sin éxito.
La apuesta de algunos, más que por incrementar estas alterlaciones del clima, están en mejorar otras técnicas: «Si podemos mejorar la eficiencia de los sistemas de riego y suministro de agua en un 3, 4 o incluso un 5 %, podríamos recuperar enormes cantidades de agua», argumenta a The Guardian Alfonso Cortez Lara, profesor de estudios urbanos y medio ambiente en el Colegio de la Frontera Norte (COLEF).
Desde la Agencia Estatal de Meteorología de España (Aemet), por su parte, apuntan a que este incremento de la precipitación podría rondar del 10 al 20 por ciento y que son más de 50 países los que llevan a cabo actividades sobre modificación artificial del tiempo.
Cómo funciona
Comenzó a usarse Estados Unidos en los años 40 para evitar el granizo y en otros lugares para disipar la niebla. Se trata de una forma de manipulación del clima por el cual las nubles son bombardeadas con sustancias en el aire que sirven como núcleos de condensación de nubes y que alteran los procesos dentro de la microfísica de las mismas.
Por lo general, se utiliza yoduro de plata o hielo seco. Para que funcione, es necesario que las nubes contengan agua líquida sobreenfriada, es decir, en estado líquido por debajo de cero grados centígrados. Mediante la introducción de una sustancia como el yoduro de plata, se logra condensar la humedad en gotas, produciendo la lluvia.
A pesar de que pueda parecer una solución bastante factible, el profesor emérito en meteorología de la Universidad Estatal de Colorado, William R. Cotton, afirmó en The Conversation que la técnica no es tan prometedora, ya que los experimentos requieren el tipo correcto de nubes y las condiciones adecuadas de temperatura y viento.