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Teresa Ribera, Frans Timmersman y Kadri Simson

Teresa Ribera, junto al vicepresidente europeo Frans Timmersman y la comisaria de Energía, Kadri SimsonEFE

La UE podría perder dos piezas claves para su cuestionada política verde

La salida del vicepresidente Frans Timmersmans se puede unir a la de Teresa Ribera si finalmente no continúa en Moncloa

La protección del medio ambiente y la ecología es uno de los puntos clave para la Unión Europea. El empeño de los 27 por la Agenda 2030 y la transición ecológica no es algo que se oculte precisamente, hasta el punto de establecerlo como prioridad para la presidencia española del Consejo de la Unión Europea. En Bruselas, la política verde es vital para el futuro y por eso les duele especialmente las dos bajas que pueden tener que afrontar próximamente.

La marcha de una de las figuras clave en la lucha contra el cambio climático está confirmada. El vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, dejará próximamente sus labores en Bruselas para presentarse a las elecciones en Países Bajos. Mano derecha de la presidenta Von der Leyen, es uno de los negociadores más efectivos en este ámbito y será una gran pérdida para el Ejecutivo continental de cara a afrontar la COP28 de Dubái a finales de año.

Fue el político que impulsó las leyes europeas más ambiciosas en materia ecológica. También las más duras tanto para empresas como para ciudadanos que aún se preguntan si tienen sentido, pero el caso es que el holandés logró conseguir en 3-4 años acuerdos que llevaban décadas persiguiéndose.

Timmermans posee un espíritu luchador en las negociaciones que la UE echará en falta cuando haya que poner sobre la mesa los acuerdos de la COP28. Esa es la principal preocupación que envuelve a los funcionarios europeos a falta de unos meses para la cumbre. Quién desempeñará su papel puede ser clave para el éxito o fracaso de una reunión anual en la que se suelen acordar muchas cosas que luego no se implantan, por lo que no sirve de demasiado.

La segunda pérdida que podría tener la UE es bien conocida en España. La vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha salvado de momento el primer match ball al seguir con opciones de mantenerse en Moncloa tras el 23-J, pero su futuro es una incógnita.

Si Pedro Sánchez contará o no con ella una vez revalide su mandato como presidente del Gobierno solo lo sabe él, pero en Europa la echarían de menos. En Bruselas la definen como una política «creíble» cuando habla del cambio climático aunque en España se caracterice más por sus performances que por sus actos. Es difícil que los ciudadanos se acuerden de alguna ley que haya caído de su ramo pero sí de su paseo en bicicleta por Valladolid cortando media ciudad y ocasionando un tráfico inusual que provoca contaminación.

En Europa la valoran por el papel que tuvo a la hora de negociar los acuerdos de las últimas COP –una de ellas en Madrid– y por su implicación en las que tuvieron lugar durante el Gobierno de Zapatero.

El caso es que su posible baja unida a la de Frans Timmermans puede suponer un importante agujero en una política verde europea cada vez más criticada. La falta de efectividad se hace evidente y cada vez son más los que cuestionan la deriva que ha tomado Bruselas con la transición ecológica y la Agenda 2030.

En los últimos años, la UE ha puesto en marcha una ley para que en Europa haya cero emisiones netas de gases de efecto invernadero para 2050 y pretende que tampoco circulen coches de combustión por nuestras carreteras en la próxima década. Además, antes de que se celebren las elecciones de 2024, pretende aprobar una ley de naturaleza que ya está en manos del Consejo Europeo y una nueva normativa sobre el mercado eléctrico.

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