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Aerogeneradores en el parque eólico de Sil y Meda, en OrenseEuropa Press

Un páramo sembrado de molinos: entre la rentabilidad y el impacto natural

La proliferación de los aerogeneradores ha convertido muchos páramos en un destellar nocturno visible desde cualquiera de los núcleos rurales circundantes

Si Teodomira, la 'Reina del páramo' en la mítica novela 'El Hereje', de Miguel Delibes, volviera con su caballo a visitar su hogar en los Montes Torozos vallisoletanos, no reconocería hoy un paraje sembrado de quijotescos molinos de viento, en lo que es una de las mayores concentraciones de generadores eólicos de toda España.

Tierra de cereal, monte y nieblas hibernales, esta comarca agrícola de la 'España vaciada' que abarca casi medio centenar de pueblos de las provincias de Valladolid y Palencia se ha convertido en uno de los principales puntos de interés para la instalación de parques eólicos por dos cuestiones: ser un páramo elevado de su entorno, y, principalmente, por la fácil evacuación de la energía generada a la cercana subestación eléctrica de La Mudarra (Valladolid).

Y es que, de los 6.605 MW eólicos instalados en toda Castilla y León, 1.015 MW, es decir, el 15 por ciento, y más de medio millar de aerogeneradores, se concentra en esta comarca de Montes Torozos –150.000 ha–, según los datos, a noviembre de 2023, del Ente Público Regional de la Energía de Castilla y León (EREN).

«Sin La Mudarra, Madrid se cae», explica en una entrevista para la Agencia Efe el profesor de Geografía de la Universidad de Valladolid y miembro del grupo de investigación Mundo Rural, Daniel Herrero, quien incide en que esta subestación permite el abastecimiento no ya de la capital de España, sino de «toda su área metropolitana».

Asimismo, esta estación eléctrica posibilita, como incide, «muchas interconexiones clave», como con el País Vasco. De ahí la importancia de los Montes Torozos ya desde la década de los años treinta como polo energético, que se ha visto realzado en los últimos quince por la instalación de parques eólicos.

Sin embargo, a esta 'siembra' de molinos, en los últimos años hay que añadir el brote de decenas de instalaciones de placas fotovoltaicas, que están «acabando con los corredores verdes» y los usos tradicionales del suelo, como alerta en una entrevista con Efe la educadora ambiental y divulgadora Catalina García, miembro de la organización SOS Torozos.

Como explica García, estos proyectos fotovoltaicos están llenando de vallas muchas tierras de la zona, que también cercan a los pueblos y a sus vecinos: «Se está haciendo todo al contrario de lo que se hace en Europa», explica la educadora, que compara el modelo de autoabastecimiento de los países vecinos con la instalación de macroparques que suelen afectar además a los paisanos del medio rural.

La 'lotería' del molino

Existe entre la jerga de la zona, como explican a Efe desde la Asociación SOS Montes Torozos, la expresión «que te toque un molino», en alusión al entusiasmo generalizado que existe cuando a un terrateniente le comunican que le van a colocar un molino en su parcela, por el que podría obtener hasta 6.000 euros anuales al margen de los beneficios que obtenga de trabajar la tierra.

Una rentabilidad que también han notado en los últimos años los pequeños municipios de la comarca, que han visto engrosar sus arcas municipales a costa de los impuestos que gravan la colocación de molinos en las tierras municipales, especificados en las Cuentas anuales como Impuestos sobre Bienes e Inmuebles de Características Especiales.

Así, Ayuntamientos como el de Castromonte (300 vecinos censados), Peñaflor de Hornija (300 habitantes) o Torrelobatón (425 habitantes) han aumentado considerablemente sus presupuestos anuales desde la construcción de los parques eólicos.

Por ejemplo, el Ayuntamiento de Castromonte ha pasado de ingresar 588.970 euros en 2010 a 978.337 euros en 2023, de los que 457.656 euros provienen de los impuestos de los molinos. Es decir, en trece años casi ha duplicado su presupuesto, del que la mitad de sus ingresos provienen de estas instalaciones.

Ello ha permitido a estos municipios incrementar sus gastos y, además de amortizar toda su deuda, emprender mejoras en los pueblos, como el arreglado de calles, la adquisición de viviendas o la puesta en marcha de nuevos servicios, como una piscina municipal o una futura casa de comidas, como expone el consistorio castromontino.

Impacto natural: luces y aspas

Sin embargo, la proliferación de estos aerogeneradores ha convertido el páramo de Torozos en un destellar nocturno visible desde cualquiera de los núcleos rurales circundantes y en un impacto visual que ha alterado el paisaje y usos tradicionales del suelo de la zona.

«No hay participación social, nadie pregunta a los vecinos y, como siempre, el medio rural acaba pagando los platos rotos», lamenta de nuevo García, miembro de SOS Torozos, una asociación que nació hace justo un año para combatir judicialmente la proliferación de este tipo de instalaciones que, como subraya, están degradando los espacios de la zona, como las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA).

Las múltiples aspas –cada uno de los quinientos molinos tiene tres– han convertido el cielo de la zona en una «área minada» para las aves, que, con el paso del tiempo, ya han aprendido a esquivar el páramo y modificar sus rutas migratorias, como los mochuelos o el Sisón, un ave en peligro de extinción que ya no se deja ver por Torozos, lamenta García.

«Al final, todo paisaje evoluciona porque la noción de paisaje no es la tradicional de un monumento, no es algo a fosilizar. El paisaje por definición es cambiante, resultado de la acción y la interacción de factores naturales y humanos», explica el profesor Herrero.

Sin embargo, el geógrafo puntualiza: «Lo que debemos preguntarnos primero es ¿por qué no hemos avanzado en formular las aspiraciones de la población en lo que respecta a su paisaje? Y después, ¿en qué grado ponemos en riesgo el valor de aspectos significativos de esos paisajes?»

«No estamos en contra de las energías renovables. Todo lo contrario. Pero queremos que se haga con cabeza y responsabilidad», apostilla por su parte García, que pone el foco en los múltiples intereses económicos que hay detrás de esta problemática.