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Circulación de Retorno Meridional del Atlántico (AMOC)X

Los científicos alertan de que la AMOC está al borde del colapso y tendrá «graves consecuencias» para el clima

Un nuevo estudio indica que podría alcanzar un punto de no retorno, con riesgo de un cataclismo «abrupto e irreversible»

Varios investigadores de la Universidad de Utrecht, en Países Bajos, ya advirtieron en un estudio publicado el pasado mes de febrero en Science Advances que la Circulación de Retorno Meridional del Atlántico (AMOC) estaba al borde de la desaparición o el colapso, una situación que ocurriría «mucho antes de lo esperado».

Con este término nos referimos al sistema de corrientes oceánicas que transportan agua caliente y sal desde los trópicos hacia el norte y que modulan fuertemente el clima regional y global, jugando un papel muy importante en el sistema climático al transportar calor hacia el norte en el Atlántico desde zonas tropicales.

Pues bien, los científicos continúan insistiendo en que esa posibilidad es cada vez más plausible y que podría tener unas consecuencias devastadoras. El último ha sido Stefan Rahmstorf, de la Universidad de Postdam (Alemania), que en un nuevo estudio publicado en la revista Oceanography avanza que la AMOC puede alcanzar un punto de no retorno, con el riesgo de un colapso «abrupto e irreversible».

Rahmstorf hace hincapié en que si continuamos «induciendo el calentamiento global» la corriente del Golfo seguirá debilitándose hasta un 34-45 % hacia 2100, lo que podría «acercarnos peligrosamente a un punto de no retorno en el que el flujo se vuelve inestable». No obstante, aunque es complicado poner fecha a este evento, varios estudios lo sitúan aproximadamente en «las próximas decenas de años».

Y es que los modelos climáticos no son capaces de predecir con precisión y rigor su comportamiento, presentando normalmente un AMOC estable que no muestra signos de colapso ni siquiera en un escenario de calentamiento extremo. Por contra, los modelos que muestran una AMOC excesivamente inestable se consideran poco realistas.

Lo que argumentan los científicos es que estos modelos no tienen en cuenta, por ejemplo, el deshielo de Groenlandia, un evento que podría introducir un factor desestabilizador adicional, ya que contribuiría a la desalinización del Atlántico.

Consecuencias

Pero, ¿qué ocurriría si finalmente se produce ese colapso de la AMOC? Estas corrientes modulan fuertemente el clima, por lo que una variación podría traducirse en un enfriamiento generalizado en todo el hemisferio norte. Según una ilustración realizada por el doctor en Física y Meteorólogo Superior del Estado, J.J. González Alemán, gran parte del centro-norte de Europa quedaría con hielo perpetuo en invierno.

Este hielo cubriría por completo las Islas Británicas y los países escandinavos, así como el norte de Polonia y Alemania. Además, reaparecerían de forma robusta los glaciares en los Pirineos y los Alpes y aumentaría notablemente el hielo al noroeste del Atlántico. Al otro lado del charco, Estados Unidos también se vería afectada con su vertiente noreste cubierta de hielo, así como casi la totalidad de Canadá.

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Ilustración que muestra la cobertura de hielo por el colapso de la AMOCX

El creador del mapa, no obstante, matiza que este explicaría solo la cobertura de hielo, y no aquello que suceda en otros aspectos o fenómenos. Igualmente, apunta a que se trata de una «aproximación» y que durante los próximos años aparecerán estudios más profundos sobre el tema que afinarán aún más los impactos asociados a este posible debilitamiento o colapso de la AMOC.

Igualmente, se prevé que en Europa esta ralentización puede incrementar el número de eventos extremos, modificando la trayectoria de las tormentas que entran desde las aguas atlánticas y aumentando su intensidad. Además, estas capas de nieve permanecerán durante largos períodos en Europa gracias a la drástica bajada de temperaturas, que en el Viejo Continente podrían ser de entre 10 y 30 grados centígrados menos durante el invierno.

De igual manera, se producirían grandes cambios en la precipitación de los trópicos y en toda Europa se fortalecerían las borrascas de invierno, que estarían protagonizadas por ciclogénesis explosivas más frecuentes y potentes que dejarían una mayor proporción de precipitaciones en forma de nieve. Como consecuencia de este enfriamiento súbito, la vegetación y la productividad de los cultivos irían en claro descenso, también fruto de una disminución del agua disponible.

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