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AMOC

Un científico predice que la corriente atlántica colapsaría en la década de 2030 y traería una glaciación

La desaparición de la AMOC conllevaría catástrofes climáticas, aunque España se salvaría del hipotético manto de hielo y nieve

Hace unos meses, un estudio hacía saltar las alarmas y apuntaba a que el colapso de la Circulación de Retorno Meridional del Atlántico (AMOC) se produciría antes de los esperado y derivaría en un cambio abrupto del clima en Europa.

Este término hace referencia al sistema de corrientes oceánicas que transportan agua caliente y sal desde los trópicos hacia el norte y que modulan fuertemente el clima regional y global, jugando un papel muy importante en el sistema climático al transportar calor hacia el norte en el Atlántico desde zonas tropicales.

Desde entonces, más meteorólogos o físicos han apoyado esta teoría y alimentando que este escenario se daría antes de lo que nos esperamos. Stefan Rahmstorf, de la Universidad de Postdam (Alemania), publicó un nuevo trabajo en abril en el que avanzaba que la AMOC puede alcanzar un punto de no retorno, con el riesgo de un colapso «abrupto e irreversible».

Apenas dos meses después, Rahmstorf insiste en estas previsiones. «Asistí a un seminario de tres días sobre el peligro de los cambios abruptos en la circulación oceánica. Y las conclusiones son bastante preocupantes. Entre el 35 y el 45 % de los modelos de alta calidad dicen que la AMOC colapsará en la década de 2030 debido al cambio climático», comenta el científico en su perfil de X.

«Empieza a haber una convergencia en las diferentes investigaciones. Empieza a hacerse probable un colapso rápido de la AMOC. Quizá deberíamos comenzar a tomarnos en serio lo de nuestra supervivencia», responde Antonio Turiel, investigador científico en el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC en la misma red social.

Pero Rahmstorf expone además conclusiones que no tranquilizan demasiado. Según el experto, «parece que no habrá advertencias confiables antes de que sea demasiado tarde para detenerlo. La única manera responsable es el enfoque precautorio». Esto quiere decir que la AMOC podría colapsar de un momento a otro sin ofrecer síntomas de que esto fuera a ocurrir.

¿Cuáles serían sus efectos?

Pero, ¿qué ocurriría si finalmente se produce ese colapso de la AMOC? Estas corrientes modulan fuertemente el clima, por lo que una variación podría traducirse en un enfriamiento generalizado en todo el hemisferio norte, llegando a causar una glaciación. Según una ilustración realizada por el doctor en Física y Meteorólogo Superior del Estado, J.J. González Alemán, gran parte del centro-norte de Europa quedaría con hielo perpetuo en invierno.

Ilustración que muestra la cobertura de hielo por el colapso de la AMOCX

Este hielo cubriría por completo las Islas Británicas y los países escandinavos, así como el norte de Polonia y Alemania. Además, reaparecerían de forma robusta los glaciares en los Pirineos y los Alpes y aumentaría notablemente el hielo al noroeste del Atlántico. Al otro lado del charco, Estados Unidos también se vería afectada con su vertiente noreste cubierta de hielo, así como casi la totalidad de Canadá.

El creador del mapa, no obstante, matiza que este explicaría solo la cobertura de hielo, y no aquello que suceda en otros aspectos o fenómenos. Igualmente, apunta a que se trata de una «aproximación» y que durante los próximos años aparecerán estudios más profundos sobre el tema que afinarán aún más los impactos asociados a este posible debilitamiento o colapso de la AMOC.

Igualmente, se prevé que en Europa esta ralentización puede incrementar el número de eventos extremos, modificando la trayectoria de las tormentas que entran desde las aguas atlánticas y aumentando su intensidad. Además, estas capas de nieve permanecerán durante largos períodos en Europa gracias a la drástica bajada de temperaturas, que en el Viejo Continente podrían ser de entre 10 y 30 grados centígrados menos durante el invierno.

De igual manera, se producirían grandes cambios en la precipitación de los trópicos y en toda Europa se fortalecerían las borrascas de invierno, que estarían protagonizadas por ciclogénesis explosivas más frecuentes y potentes que dejarían una mayor proporción de precipitaciones en forma de nieve. Como consecuencia de este enfriamiento súbito, la vegetación y la productividad de los cultivos irían en claro descenso, también fruto de una disminución del agua disponible.

Según Mar Gómez, doctora en Físicas y responsable de meteorología de Eltiempo.es, el impacto sería regional y no global, es decir, «el planeta seguiría calentándose porque esto mismo sería un efecto de ese calentamiento, pero en el norte de Europa tendríamos un enfriamiento brusco». «También, añade, se habla de un aumento del nivel del mar en el Atlántico de hasta un metro que inundaría muchas ciudades costeras y las temperaturas en todo el mundo fluctuarían de forma mucho más errática».