Nueva Zelanda entierra su etapa ecologista a fin de impulsar una economía ralentizada
El nuevo Ejecutivo apuesta por dar marcha atrás a las medidas impulsadas por Jacinda Ardern como receta para aumentar las exportaciones, reducir la compra exterior de carbón y mantener bajos los precios de la energía
Nueva Zelanda, país que durante años se ha situado a la cabeza de las políticas ecologistas, ha optado por hacer un alto en esa senda para, a cambio, impulsar una economía en crisis y cumplir de paso con las promesas hechas por el nuevo Gobierno a sus votantes.
Tras cinco años de izquierdismo capitaneado por la ex primera ministra Jacinda Ardern, el país oceánico dio el año pasado un giro a la derecha de la mano de Christopher Luxon, actual mandatario y líder de una coalición conservadora.
Ya desde el momento en que asumió el poder, el Ejecutivo entrante anunció que revertiría la prohibición a la exploración de petróleo y gas impuesta por Ardern en 2018, además de retrasar cinco años los impuestos a las emisiones agrícolas y fomentar también la minería.
Con ello, recoge Reuters, el Gobierno quiere reorganizar sus prioridades para enfocarse en el aumento de las exportaciones –que representan casi una cuarta parte de su PIB–, reducir las importaciones de carbón y mantener bajos los precios de la energía para las pequeñas empresas y el conjunto de la ciudadanía. De esta forma, esperan apoyar una economía que creció solo un 0,3 % el pasado ejercicio, su marca más baja desde tiempos de la pandemia en 2020.
«La situación económica para mí es posiblemente la peor de todas las que puedo recordar en mi vida adulta», dijo el ministro de Recursos Naturales, Shane Jones, al justificar el resurgimiento del sector minero.
Por su parte, los agricultores que votaron por los partidos de la coalición conservadora señalaron que las políticas ambientales impulsadas por el Gobierno de Ardern y que el Ejecutivo actual está tumbando habían hecho que la producción de productos lácteos y cárnicos fuera demasiado costosa.
Reacciones opuestas
La reacción a la nueva dirección emprendida por Luxon ha sido, por tanto, opuesta: mientras que agricultores y empresas han aplaudido los cambios, los ambientalistas los han tachado de errados. «No están mirando ambos lados de la balanza, ni tampoco el impacto económico de destruir todo a fin de obtener unos pocos dólares fáciles para el actual gobierno», dijo Nicola Toki, director ejecutivo de la organización ambiental Forest and Bird. Esto, a su juicio, «pone en riesgo la prosperidad de las futuras generaciones de neozelandeses».
En este sentido, un informe de la Comisión Climática del Gobierno publicado la semana pasada señaló que había riesgos significativos de que Nueva Zelanda cumpliera con sus objetivos de emisiones internas para 2030 y 2035 y su prometida reducción de metano proveniente de animales y desechos.
Por su parte, apunta Reuters, el Gobierno ha informado de que está trabajando en un plan de cambio climático que incluye la plantación de más árboles, el aumento del suministro de energía renovable y la inversión en tecnología de vanguardia para reducir las emisiones.
Con ello, el ministro de Clima, Simon Watts, espera que el Ejecutivo cumpla el objetivo de 2030, pero admitió que se necesita más trabajo en lo que al de 2035 se refiere.
«El Gobierno se ha comprometido a cumplir con nuestros objetivos en materia de cambio climático, pero la forma en que lo haremos será diferente a la de los anteriores gobiernos», afirmó. «Este Ejecutivo está utilizando un enfoque de menor coste para cumplir con nuestros objetivos climáticos. No cerraremos sectores que están impulsando nuestra economía y nuestras exportaciones».