Emergencia en Valencia: de 1982 a 2024
Ante la gran emergencia surgida, la respuesta inicial dada por las diferentes autoridades ha sido decepcionante, ya sea por ineptitud, falta de conocimientos, mala fe o intereses partidistas
Cuarenta y dos años han pasado desde que los valencianos sufrieron, lloraron y soportaron las consecuencias de la rotura de la presa de Tous. Fue un 20 de octubre de 1982, y quien esto escribe lo recuerda bien pues como oficial de la Armada Española, en aquel momento un joven piloto de helicópteros, participó en múltiples misiones de todo tipo para ayudar a los muchos pueblos que habían quedado incomunicados por el agua de la presa.
Estos días, una vez más, los valencianos han vuelto a sufrir, llorar y soportar las consecuencias de las riadas, esta vez de una DANA, y a la vista queda que, ante la gran emergencia surgida, la respuesta inicial dada por las diferentes autoridades ha sido decepcionante, ya sea por ineptitud, falta de conocimientos, mala fe o intereses partidistas. Todo menos focalizar los esfuerzos en el bien común de las personas.
No es mi intención entrar a valorar la respuesta que de forma general se ha dado a la emergencia ‒ya lo hacen los medios de comunicación, aunque tristemente con poca objetividad‒ pero sí puedo y deseo reflejar la secuencia de cómo hace cuarenta y dos años los medios aéreos fueron puestos inmediatamente a disposición de la emergencia. A recordar ciertos detalles me ayuda la lectura de las palabras que dejé escritas en la Revista General de Marina, una vez finalizó nuestra colaboración.
1º Orden inmediata. La rotura total de la presa tuvo lugar alrededor de las 18:00 del día 20. Muy poco tiempo después, en la Base Naval de Rota se recibía la orden de preparar los helicópteros para al día siguiente dirigirse a Valencia. No me pregunten quién dio la orden. Hemos de suponer que el Ministerio de Defensa, vía la cadena de mando militar. Y hoy uno se pregunta: ¿Por qué no se activaron desde el primer momento en esta emergencia todos los medios disponibles?
2º Respuesta inmediata. El día 21 con las primeras luces del alba despegaban de Rota cuatro helicópteros con destino a Valencia. No fue un vuelo sencillo, por las condiciones meteorológicas tan adversas, no obstante sobre las tres de la tarde tomábamos tierra en la Base Aérea de Manises. No habían pasado 24 horas desde el comienzo del desastre. ¿Qué se puede decir ante lo ocurrido estos días? Que las Fuerzas Armadas, tanto en 1982 como en 2024, están siempre listas y preparadas para acudir allá donde se requiera. Solo hace falta ordenarlo.
3º Utilización de todos los medios. A la llegada a Manises comprobamos que no solo estábamos helicópteros de la Armada. Estas son las palabras que en su día escribí: «Ha sido esta base aérea de Manises convertida, desde los primeros momentos de las inundaciones, en centro de alerta de una parte de los helicópteros que hemos de participar en las tareas de ayuda y rescate. Aquí están aparatos del SAR, de la Escuela de Granada, las FAMET, la Guardia Civil, Tráfico y los nuestros, un sinfín de modelos diferentes que dan vistosidad a la pista y que cada uno, con sus particulares características, podrá aportar algo». Conviene reseñar que en aquellos años eran las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado las únicas que disponían de helicópteros, a diferencia de lo que ocurre hoy en día, motivo por el que siempre eran requeridos en cualquier tipo de emergencias, ya fuera en tierra o en la mar. No hace falta explicar que dada la versatilidad de los helicópteros, su uso es necesario y fundamental en una emergencia como la actual en Valencia, pues pueden llegar allí donde otros medios no llegan. Pero todavía es mayor el absurdo cuando leemos en los medios de comunicación que la Junta de Andalucía envió dos helicópteros Super Puma para colaborar en las labores de rescate, pero que tras 48 horas sin asignarles misión alguna regresaron a su lugar de origen.
4º Coordinación. Nada es más importante en una operación, sobre todo en sus inicios, que unidad de mando y coordinación, cuando son muchos los medios aéreos que trabajan en la misma zona. Lo que allí vivimos en 1982 lo dejé por escrito: «Una reunión (la de los helicópteros) muy peculiar, que entre otras cosas ha demostrado que si cada uno en sus respectivos ejércitos tenemos misiones diferentes que cumplir hay algo que si es común: el vuelo, el adiestramiento, la seguridad y, sobre todo, la coordinación, elementos todos ellos fundamentales que nunca habrían de faltar, evitando que en ocasiones se produjera alguna desgracia, dado el elevado número de helicópteros que operábamos en la zona». Realmente las condiciones en las que operábamos no eran fáciles, pero el mérito en la consecución de las misiones más que en los pilotos estuvo en quienes coordinaban las diferentes misiones, porque sabían perfectamente lo que hacían. Cualquier parecido con lo ocurrido en los primeros días de esta emergencia es pura ficción.
5º Las misiones. Fueron muchas y de toda clase: recoger enfermos, traslado de personal a las zonas más críticas, transporte de ropa, medicinas y alimentos o evacuación de gente. Todavía hoy tengo la imagen de pueblos devastados e incomunicados por el agua: Alcira, Riola, Algemesí, Sueca, Alberique, Tous, Antella y muchos más. Casas inundadas y destruidas, gente mirándonos con ojos suplicantes mientras enseñaban simples trozos de papel donde habían escrito: «Queremos pan y agua, por favor». Y surge la pregunta: ¿Cuántas vidas hoy se habrían salvado, y cuántos sufrimientos evitado, si se hubiera hecho uso de los medios que estaban listos para su empleo?
A los tres días de nuestra llegada a Manises salió el sol y las aguas descendieron, permitiendo a los medios terrestres llegar a los pueblos. Ya no eran necesarios los helicópteros, al menos en el elevado número que había, y siguiendo las órdenes que dieron volvimos a nuestra base de Rota.
Solo un último comentario. Es un hecho que la emergencia actual de la DANA es mucho más destructiva que la ocurrida en 1982, pero no es menos cierto que hoy, en el año 2024, el número de medios humanos y materiales es infinitamente mayor. ¿Qué ha fallado? ¿El número de administraciones e instituciones implicadas? ¿Los protocolos? Podría ser, pero quien esto escribe piensa que hasta la situación más difícil y complicada se puede resolver si la mirada de quienes dirigen y tienen responsabilidades se dirige hacia las personas y su bien común, al fin y al cabo la auctoritas y potestas está para servir y no para ser servidos. Es una cuestión de actitud. Lo expresaba muy bien san Agustín: «Los tiempos somos nosotros; como somos nosotros, así son los tiempos».
- Juan Caamaño Aramburu es Capitán de Navío (R)