Twitter celebra su primer año libre del rodillo izquierdista tras la llegada de Elon Musk
El magnate lo ha cambiado todo, hasta el nombre, y sufre los tambores de guerra de la izquierda mientras Europa asfixia su modelo
Hace un año que Elon Musk entró en las oficinas de Twitter con un lavabo en las manos. Aquel gesto hacía referencia al famoso meme let that sink in (piénsalo un momento). Un aviso a los tuiteros de que la red social podía hundirse si seguía el camino hacia la izquierda que silenciaba cualquier otra corriente ideológica.
Fueron necesarios 44.000 millones de dólares para liberar al pájaro azul de la jaula y hacerlo desaparecer del mapa un año después. Twitter ahora es X y aquello de que «haremos muchas cosas tontas en los próximos meses. Mantendremos lo que funciona y cambiaremos lo que no» que dijo Musk ha tomado mucho sentido.
Empleados
El 70 % de los trabajadores de Twitter ha abandonado la empresa en los últimos 12 meses. La imagen de Musk en las oficinas hablando con ellos fue tranquilizadora para muchos pero no para Vijaya Gadde, conocida como la autoridad moral de Twitter, fue la responsable expulsar al expresidente Trump de la red social y de parar un artículo que destapaba el escándalo de Hunter Biden y sus vínculos con Ucrania. En una foto tomada de forma furtiva mientras el nuevo dueño de la red social se dirigía a los trabajadores, se puede ver a la máxima responsable legal y de políticas entre sus compañeros escuchando a Musk con cara de resignación.
Poco a poco se fue conociendo el aquelarre que tenían montado los directivos progresistas contra todo lo que significara pensamiento contrario al suyo, es decir, derecha, conservador, Partido Republicano, antivacunas, dudas sobre la aparición de la covid… y cualquier otra causa como la de las tramas de los Biden. Hasta Abogados Cristianos en España sufrieron la persecución.
Los equipos de Twitter tenían unas listas negras en las que incluían a personajes conflictivos para sus intereses, la mayoría de derechas. También tenían la potestad de evitar que ciertos tuits se convirtieran en tendencia y limitaban la visibilidad de algunos usuarios de peso en la red social.
Esto último es el famoso shadowbanning, es decir, relegar temas importantes al ostracismo porque no comulgaban con el pensamiento progre, woke o de izquierdas de los que manejaban Twitter hasta entonces.
Ingresos
Después de una etapa en la que Musk jugó al escondite con el futuro en Twitter en el propio Twitter, decidió nombrar como CEO a Linda Yaccarino, más conocida como velvet hammer (martillo de seda) en su antiguo empleador, Turner Entertaiment. Según Musk, su misión era la de devolver a la empresa los 5.000 millones de dólares que facturaba antes de la compra y que en mayo de 2023 ya se habían reducido a la mitad. «Todavía tenemos un flujo de caja negativo, debido a una caída aproximada del 50 % en los ingresos por publicidad más una fuerte carga de deuda. Necesitamos alcanzar un flujo de caja positivo antes de que podamos permitirnos el lujo de hacer cualquier otra cosa», aseguraba con total transparencia.
Los primeros meses fueron duros porque muchos anunciantes decidieron abandonar la red social. El más sonado fue el pulso que mantuvo con Apple por una posible eliminación de Twitter de la App Store. «Buena conversación. Entre otras cosas, resolvimos el malentendido sobre la posible eliminación de Twitter de la App Store. Tim tenía claro que Apple nunca consideró hacerlo», aseguró Musk en el corazón del Apple Park tras verse con el jefe de la compañía de la manzana.
Tráfico y prensa
Donde sí ha tenido impacto este año es en el tráfico. Según SimilarWeb el tráfico web global de Twitter ha caído un 14 % en el último año y en Estados Unidos se desplomó un 19 % entre septiembre de 2022 y septiembre de 2023. La «espiral descendente», como la llama esta empresa israelí, se debe a una caída del 17,8 % de usuarios activos en iOS y Android en Estados Unidos y de un 14,8 % en Android en todo el mundo.
Caídas sostenibles porque el equipo humano de Twitter y con el trabaja cada día Musk se ha reducido tanto que muchos dudaban del futuro inmediato. Frenar el descenso con un puñado de empleados dedicados revela el exceso de años anteriores, con equipos enteros dedicados a censurar a una parte de los seguidores.
La prensa también ha sido otra de las batallas de Elon Musk. En su obsesión por hacer X de pago ha librado una guerra con los medios que utilizan la red social para difundir noticias. Las «razones estéticas» por las que se han eliminado el titular y la descripción de los enlaces es una forma de decir que no cree en el Periodismo. «Prácticamente nunca la prensa tradicional. ¿Qué interés hay en leer 1.000 palabras sobre algo que ya ha sido compartido en X varios días antes?», comentó mientras la Unión Europea ponía la lupa sobre la red social con «la tasa más alta de informaciones falsas y de desinformación en sus publicaciones».
Europa
X no forma parte del Código de Buenas prácticas de la Unión Europea. Musk ve imposible hacerse responsable de lo que los usuarios dicen en X y antes que «poner cierto orden en la jungla», como afirman desde Europa, ha amenazado con bloquear su uso en Europa y perder a 300 millones de clientes potenciales y 45 millones reales. La DMA la deben acatar Alphabet, Amazon, Apple, ByteDance, Meta y Microsoft, nombradas guardianes de la información.
Un año después, Twitter no va tan bien, pero tampoco asistirá a su entierro como parece que hará Facebook por una política parecida a la que frenó el magnate sudafricano. Musk sabía que no iba a ser fácil luchar contra la deriva ideológica que estaba tomando. Abrirse a los dos extremos ha supuesto un durísimo castigo al que solo puede someterle el credo progresista contra el que lucha y solo la inercia permite que X tenga esperanzas. Los vaivenes empresariales no le sientan bien y el protagonismo de Musk en sus decisiones, sobra. Identificar a los suscriptores es la solución que no quieren tomar. Eso haría tabla rasa con los bots, pero reduciría sensiblemente el valor de X.
La competencia ya asoma. Threads no opera en Europa, y al usuario le cuesta salir de su entorno tuitero, pero Musk necesita dar valor al producto que compró a precio de oro para justificar que liberar al pájaro era necesario.